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Foto del escritorMarlon Corona

Volvamos a Dios

Actualizado: 29 jul 2019

Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza (Jonás 3:9).

El profeta Jonás fue enviado por Dios para predicar un mensaje de juicio contra la ciudad de Nínive. Esta ciudad fue la capital de Asiria y era un lugar sanguinario y perverso. Nahum 3:1 dice: “¡Ay de ti, ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y de rapiña, sin apartarte del pillaje!”

Después de que Jonás predicará en esta ciudad, algo asombroso sucedió: “…” (Jonás 3:5). Cuando la Palabra de Dios es predicada con denuedo y en el poder del Espíritu Santo, aun los hombres más perversos, más duros de corazón, violentos y obstinados se convierten y entonces, su vida y su entorno es transformado.

En este tiempo de ayuno, debemos meditar profundamente en la Palabra de Dios y dejar que ella nos cambie. Solo la Palabra de Dios contiene el poder transformador que endereza el camino del hombre. El Salmo 94:11-13 dice lo siguiente: “…”.

Dios conoce los pensamientos del hombre. Él mira la vanidad del corazón humano, pero en su misericordia nos corrige y con su Palabra nos muestra el sendero de la vida. Cuando nuestra mente y corazón se encuentran con la Palabra de Dios, entonces el milagro de la transformación tiene lugar. Por eso, durante este ayuno recibamos la instrucción de Dios. Permitamos que la Palabra nos renueve y nos transforme.

Fue tal el arrepentimiento de las personas de Nínive después de la predicación de Jonás que la noticia llegó a oídos del rey. Jonás 3:6 dice lo siguiente: “…”. Esto nos enseña grandes lecciones espirituales que podemos aplicar en nuestra vida personal. Cuando el rey escuchó sobre el juicio de Dios fue conmovido y hubo una reacción en él.

Muy probablemente, antes de escuchar el mensaje de Jonás, el rey se encontraba inmerso en sus asuntos y en sus ocupaciones cotidianas. Pero al oír la Palabra de Dios su postura cambió: “Se levantó de su silla”. Esto nos enseña una gran lección espiritual a todos nosotros.

Cuando la Palabra de Dios viene a nuestra vida, debemos actuar en consecuencia. No debemos esperar, no debemos posponer, no debemos dilatar, debemos actuar. Hoy en día muchas personas no se explican por qué han dejado de escuchar la voz de Dios. Han dejado de experimentar la gracia abundante de Dios y se han convertido en desiertos sin vida.

Esto puede deberse a que saben lo que tienen qué hacer pero aún no lo han hecho. Un día, el Señor Jesús estaba predicando y sanado enfermos, y todos los presentes vieron con sus propios ojos una manifestación clara del reino de Dios. Sin embargo, el Señor dijo a los discípulos: “Pasemos al otro lado” (Marcos 4:35).

El Señor estuvo haciendo milagros y señales todo aquel día, y sanando todo tipo de enfermedades, pero de un momento para otro, Él mismo dijo que había llegado la hora de cruzar al otro lado. Esto significa que, si alguno espera ver el poder de Dios, éste ya no nos será mostrado en el lugar en el que nos encontramos sino que debemos avanzar para seguir viendo el poder de Dios en nuestra vida.

Algo similar sucede en nuestras vidas. El Señor nos habla, nos indica, nos muestra cómo debemos vivir, qué cambios hacer en nuestra vida, y nos dice: “Te espero del otro lado”. Cuando no respondemos al llamado, sino que nos quedamos en el mismo lugar, nos perdemos de la abundante gracia de Dios y dejamos de ver milagros en nuestra vida.

Si usted quiere, el día de hoy, seguir viendo el poder de Dios que sana, que libera, que abre puertas, que restaura familias, que levanta a los muertos espirituales, entonces tiene que ponerse de pie como el rey de Nínive, tiene que cambiar su postura e ir donde el Señor se encuentra. En palabras más sencillas, tiene que reaccionar y esa reacción tiene que ser la obediencia.

También leemos en Jonas 3:6 que el rey “Se despojó de su vestido”. ¿Qué aplicación tiene eso en nuestra vida? En la Biblia, la vestimenta representa tanto la personalidad como el estatus de una persona. Para Bartimeo el ciego (Marcos 10) como para el sumo sacerdote Josué (Zacarías 3), las vestimentas tenían mucho que ver con su personalidad y su condición.

Para nosotros, el ayuno es un tiempo para ser renovados y transformados. Es un tiempo de quebranto y rendición delante de Dios. Además, es un tiempo para dejar el pleito, la discordia, el rencor y buscar la reconciliación y la paz. El rey, al deshacerse de sus vestidos y vestirse de cilicio, nos enseña que debemos abandonar una personalidad egoísta y obstinada, y que debemos humillarnos.

Lo que muchas personas no saben es que el camino a la grandeza y a los milagros se encuentra en la rendición a Dios. El apóstol Pedro dijo: “…” (1 Pedro 5:6), además el Salmista confesó: “…” (Salmo 3:2-3). Que este ayuno se un tiempo de renovación y transformación en la Palabra de Dios.

Haga esta oración conmigo. Amado Dios, ante tu Palabra, debemos reaccionar y cambiar. Reconocemos que has hablado a nuestras vidas, que nos has señalado el camino y que nos has ordenado cambiar. Sin embargo, Señor, también pedimos tu gracia para vivir en la verdad de tu Palabra. Ayúdanos a dejar el camino de obstinación y orgullo.

Que sigamos tu voz, que vayamos contigo a donde Tú estás. Pues Tú deseas seguir mostrándonos tu gracia y tu favor. Deseas seguir hablando a nuestra vida y revelándonos el camino. Ayúdanos Señor y con tu gracia moldea nuestros corazones. En el nombre de Jesús. Amén y amén.

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