Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad (Efesios 4:24).
El cristianismo basado en la Palabra de Dios es una invitación, y también una exhortación, a despojarnos de nuestra manera natural de vivir, marcada por la desobediencia y la rebeldía, y asumir la manera de vivir de Cristo.
Una cualidad que resalta el apóstol Pablo de la vida obstinada y que sigue impactándonos hasta el día de hoy es: la dureza del corazón. “…” (Efesios 4:18). Él dice que la vida sin Dios es una vida dura de corazón. La palabra que usa Pablo para hablar de esta dureza, de esta petrificación, es terrible. La palabra usada en el idioma griego original es “Pórosis”.
Esta palabra se refiere originalmente a un tipo de piedra más duro que el mármol. Esta palabra vino a significar la pérdida de toda sensación. Describe algo que se ha endurecido o petrificado hasta el punto de perder totalmente la sensibilidad.
Eso es lo que Pablo dice de una vida rebelde, de una vida sin Dios. Es una vida endurecida que ha perdido toda sensación y sensibilidad. Eso es lo que hace el pecado, endurece a una persona hasta dejarla en un estado de piedra.
Esa es la vida que debemos abandonar. Y toda dureza, toda obstinación, toda arrogancia, tan pronto como las veamos aparecer en nuestra mente, deben ser abandonadas. Pablo dice también que debemos renovar nuestra mente. El cambio de vida debe reflejarse principalmente en una nueva mentalidad.
El puritano Mathew Henry dijo: “La conducta no es sino la exteriorización de las convicciones que llevamos dentro”. Por eso, debemos adoptar una nueva mentalidad par que nuestra vida cambie.
Después de todo lo anterior, el apóstol Pablo dijo en Efesios 4:24: “…”. Esta es una tremenda verdad que debemos comprender y adoptar en nuestra vida cristiana personal. Debemos despojar al viejo hombre, renunciar a la vida pasada. Pero esto es a penas una pequeña parte en relación a lo que nos dice la Biblia: “Vestirnos del nuevo hombre”.
El hermano Ariel Kim, en su libro “La tercera Ley” explica que en el Nuevo Testamento, existe un 70% de versículos que indican cómo debemos vivir al conocer a Cristo mientras que un 30% habla de lo que debemos evitar. Esto significa que la labor por vestirnos del nuevo hombre es más demandante que la de despojar al viejo hombre. La vida cristiana, más que vaciar, consiste en llenar.
Cuando éramos niños, yo tendría unos 6 años, pasábamos gran parte del verano en el rancho de mi abuelo. Eran las mejores vacaciones que podíamos tener. En aquel rancho, mi abuelo tenía una gran fosa de arena en la que nos gustaba jugar. Un día, cuando llegamos al rancho, corrí al cajón de arena y me puse a jugar.
Al regresar a la casa del campo, mi abuela me vio y me mandó inmediatamente a bañar porque estaba lleno de tierra. Después de bañarme, como todos estaban bajando las maletas y estaban yendo de un lugar para otro, yo no encontré mi maleta ni ropa para ponerme, así que me puse la ropa sucia.
Cuando mi abuela me vio recién bañado, pero con la ropa sucia de arena y tierra mi gritó: “¡Marlon Roberto! ¿Por qué te pusiste la ropa sucia?” Después de bañarme otra vez, ella me dio ropa limpia y se aseguró de que quedará completamente limpio.
La vida cristiana es muy parecida a lo anterior. Consiste en despojarnos del viejo hombre, eso es cómo darnos el baño. Pero de inmediato tenemos que vestirnos con el nuevo hombre. Eso es como ponernos la ropa limpia. Como hijos de Dios debemos llevar una vida que refleje a Cristo. El pasaje de Efesios 4:24 menciona dos cosas “Justicia y santidad”.
Este regalo de una vida nueva se basa por completo en la obra de Cristo. Esa es la justicia. Para vestirnos del nuevo hombre debemos reflexionar en la vida de Jesús. De acuerdo con la Biblia, Él llevó una vida de obediencia al Padre, según Filipenses 2:8. Llevó una vida de misericordia y compasión, según Mateo 9:36. Llevó una vida de servicio, de acuerdo con Marcos 10:45. Además, llevó una vida basada en la verdad de la Palabra de Dios, según Juan 8:31-32.
La vida de Jesús refleja justicia y santidad. Al haber nacido de nuevo y al tener la vida eterna, nosotros debemos caminar en esa misma senda. El apóstol Juan dijo: “…” (1 Juan 2:6).
A partir de hoy, llevemos una vida basada en Jesucristo. Meditemos profundamente en su vida y sigamos su ejemplo. Esto es posible porque Dios nos ha dado su Espíritu Santo y nos ha capacitado para vivir encima conformidad con la justicia y la santidad. Quienes así lo hagan, podrán disfrutar de las bendiciones de la nueva vida y heredarán las promesas de Dios en esta tierra.
Haga esta oración conmigo.
Estamos muy agradecidos Padre celestial, por habernos llamado a la nueva vida en Cristo. Qué preciosa bendiciones tenemos. Enséñanos a vivir como Cristo. Que andemos en la justicia y la santidad. Ayúdanos a vivir vidas de obediencia, de misericordia y perdón, vidas de servicio y verdad. Porque esta es la vida que a ti te agrada. En el nombre de Jesús. Amén y amén.
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