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Foto del escritorMarlon Corona

Verdadera libertad

"Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte." (Proverbios 14:12)


Nunca es la voluntad de Dios que vivamos como esclavos del pecado, del diablo y del mundo. Dios nos ha llamado a vivir en libertad para que, de esta forma, podamos obedecerlo y seamos bendecidos.


Por esta razón, en nuestras oraciones, tenemos que pedirle al Señor que nos libere de todo mal. Podemos hacer esta clase de oraciones debido a que el Señor Jesús dijo: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36).


Las paredes falsas del pecado


En una provincia canadiense llamada Columbia Británica, hace años, las autoridades decidieron sustituir la vieja prisión de Fort Alcan. Esta cárcel, había estado en pie durante más de cien años. Sin embargo, se necesitaban unas instalaciones nuevas.

Cuando la nueva prisión estuvo terminada, los presos fueron trasladados al nuevo edificio y se les dio el trabajo de derribar de la vieja cárcel. Fue entonces que encontraron algo que los dejó

atónitos.


Los muros de la vieja prisión no estaban hechos de concreto o de acero, como todos pensaban. Estaban hechos de papel cocido y arcilla, pintados de un color oscuro para que tuvieran el aspecto del concreto.


Las puertas de las celdas eran de acero, así como los barrotes de cinco centímetros de las ventanas. Pero las paredes eran solo arcilla y papel. Si los prisioneros hubiesen golpeado el muro con una silla, podrían haber roto la pared. Pero el aspecto de los muros los convenció de que la fuga era imposible.


Algunos cristianos han quedado presos del pecado, los malos hábitos, las malas compañías y de patrones de pensamiento erróneos. No saben que Dios les ha llamado a vivir en libertad y por eso permanecen como rehenes del pecado.


Para un cristiano, las paredes de la cárcel del pecado y del diablo son falsas. Cristo nos dio verdadera libertad por medio de su muerte, para que lleváramos una vida de fe y obediencia a Dios. Por lo tanto, podemos salir de aquella prisión destructiva llamada “pecado”.

La Biblia nos declara en Gálatas 5:13: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros”.


La Biblia, además nos advierte: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (v. 1).

¿Qué significa lo anterior? No se refiere a ser “libres” de modo que hagamos con nuestra vida lo que a nosotros nos plazca. Tampoco es una libertad para (como falsamente enseña el mundo) vivir la vida al máximo.


La libertad que se menciona aquí es libertad del pecado, del diablo y del mundo. Es libertad de una filosofía equivocada de la vida. Además, de forma colateral, cuando somos liberados de estas cosas, el temor y la ansiedad también se van de nuestra vida y somos libres para vivir en paz y en felicidad.


Nuestras oraciones deben ir acompañadas de suplicas para ser librados. Sí, el Señor ya nos dio una libertad completa al morir en la cruz. Sin embargo, a diario estamos expuestos a trampas, engaños y tropiezos. Entonces, ¿cómo debemos orar para ser librados? Hay tres cosas que podemos pedirle al Señor en oración.


Primero, es importante que le pidamos a Dios que nos libre de nuestro enemigo el diablo y del plan que él ha trazado para nuestra vida. Así como Dios tiene un plan para cada persona, el diablo también tiene un proyecto de destrucción e infelicidad para cada ser humano.


La Biblia nos revela esto en el Salmo 140:4 y 5: “Guárdame, oh Jehová, de manos del impío; Líbrame de hombres injuriosos, Que han pensado trastornar mis pasos. Me han escondido lazo y cuerdas los soberbios; Han tendido red junto a la senda; Me han puesto lazos”.

El maligno es un ser que tiende trampas y lazos delante de nosotros. Él usa todos los medios para hacernos caer en sus engaños. El diablo se caracteriza por dejar una estela de dolor, desilusión y depresión tras de sí. Por lo tanto, al orar, tenemos que pedirle a Dios que frustre el plan del diablo y no permita que tenga éxito.


Por otra parte, es importante pedirle a Dios con fervor que su perfecta voluntad se cumpla en nuestra vida, y así mismo nos dé la fortaleza para dar cumplimiento a su plan.

En segundo lugar, es importante orar pidiéndole a Dios que nos libre de todo aquello que no proviene de Él. Proverbios 14:12 dice: “Hay camino que al hombre le parece derecho; pero su fin es camino de muerte”. Es decir, hay caminos que a nuestros ojos parecen buenos pero en realidad llevan a la destrucción.


Al orar, pidámosle a Dios que cierre las puertas que nosotros abrimos a través del orgullo y la soberbia. Que nos haga salir del camino equivocado y nos permita entrar en la senda de la justicia. Si usted hace esta clase de oraciones, comenzará a ver grandes cambios en su vida y su entorno.


Por tanto, ore a Dios y pídale que lo libre de personas, lugares o cosas que hayan llegado a su vida para destruirlo y desviarlo de la vida santa y justa a la que Dios le llamó. Pida a Dios ser librado del mundo y sus ideas sensuales y pecaminosas.

A veces, usted verá cómo se cierran puertas de oportunidades delante de usted. Incluso, personas y amistades saldrán de su vida. Pero todo esto es la respuesta a las oraciones que usted ha realizado. Dios le librará de todo aquello que no debe estar en su vida, y eso es una bendición.


Por último, tenemos que orar a Dios pidiéndole que nos libre de los pensamientos y las emociones destructivas que el diablo ha sembrado sigilosamente en nosotras mentes, tales como la depresión, la confusión, el temor, el rencor, la culpa y el complejo de inferioridad. Estos sentimientos no glorifican a Dios sino que nos atan y nos hacen esclavos del fracaso.


Al orar, tenemos que renunciar a las cadenas de opresión y pedirle al Señor que nos otorgue una poderosa libertad y transforme nuestras vidas.


Quisiera terminar mencionando un aspecto muy importante sobre la libertad. Muchas personas piensan que la libertad es poder vivir mi vida a mi manera y es hacer lo que yo quiero. Sin embargo, esa es otra forma de esclavitud porque nos volvemos esclavos del yo.


Las personas dicen: “Quiero vivir mi vida, quiero ser feliz y quiero hacer lo que me dicte mi corazón”. Sin embargo, al final quedan como esclavos de la tristeza, la depresión, el temor y la desesperación. ¿Por qué? Porque estas cosas y esta manera de pensar no son la libertad verdadera.


Un joven que actualmente es creyente y asiste la iglesia, se convirtió en un momento de depresión y soledad. Él se la vivía de fiesta en fiesta, emborrachándose todo el tiempo y rodando de una relación a otra.


Después de su conversión, Él me dijo algo que me pareció asombroso. Él me dijo: “Lo que el mundo llama libertad es otra forma de esclavitud. La vida que ellos llaman ‘vida al máximo’, no es vida en absoluto”.


Recuerde las palabras del Señor: “Si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”. En Cristo se encuentra la libertad verdadera y junto con ella, la paz.



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