En el día que temo, yo en ti confío (Salmo 56:3).
La mentalidad celestial que Dios desea darnos y la cual Él desea desarrollar en nosotros mediante su Palabra, es una mentalidad libre de temores y dudas. En otras palabras, es una mente que está confiada en Dios.
El temor es un dardo paralizante que nos impide tomar decisiones y construir una vida de éxito. Además, el temor y la duda nos llevan a la destrucción y a experimentar grandes catástrofes en nuestra vida personal. Por lo tanto, la persona que desee tener éxito, que quiera dar la bienvenida a un mejor mañana, primero deberá deshacerse del temor y la duda. Y deberá edificar una mentalidad confiada en Dios y afirmada en las promesas celestiales.
La Biblia nos enseña tres consecuencias negativas de una vida temerosa y llena de dudas. La primera de ellas es que el temor atrae la destrucción. En Job 3:25-26 se nos revela algo importante. Aquello que una persona teme, viene a ser una realidad en su vida.
Cuando era niño, en un noticiero, vi a una mujer que había sido atacada por un perro y como resultado su rostro se había desfigurado. En ese programa televisivo pasaron algunas imágenes del accidente que esta mujer había tenido. Fue tal mi impresión que esas imágenes se quedaron plantadas en mi cabeza. Más tarde se encontraban en lo profundo de mi corazón. Y sin darme cuenta, inconscientemente, yo pensaba todo el tiempo que un perro me mordería el rostro.
Ese pensamiento se repetía cientos de veces en mi interior. Al caminar, al ir al parque, al salir, fuera que sentara o me levantara, el temor de ser atacado por un perro estaba en mi subconsciente. El 6 de Noviembre del 2016, finalmente y como resultado de mi temor, un perro me mordió el rostro y me partió el labio en tres.
La persona que tiene algún temor en su corazón, que mantiene imágenes negativas en su mente, no se da cuenta, pero está produciendo su propio fracaso. Cuando estaba en recuperación de aquel accidente, leyendo Job 3:25 me dije a mí mismo: “Pues claro, yo he estado temiendo esto toda mi vida, y ahora me ha acontecido”. Si quiere evitar la destrucción debe erradicar el temor de su vida.
La segunda consecuencia de vivir con temores y dudas es la falta de decisión. Si en verdad queremos prosperar y tener éxito en nuestras vidas, y deseamos ver el reino de los cielos llegar a nosotros, entonces debemos correr riesgos y esforzarnos al máximo. Debemos dar pasos de fe y tomar decisiones importantes. No obstante, el temor nos impide accionar, tomar decisiones y correr riesgos.
El Señor Jesús relató una parábola sobre un hombre que repartió sus bienes entre sus empleados y les mandó invertirlos. Dos de los siervos invirtieron y duplicaron la suma inicial que les fue entregada por su señor. Sin embargo, el tercero no invirtió ni tomo decisiones. Sus palabras fueron las siguientes, en Mateo 25:25: “Por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo”. Su señor estuvo tan enojado que lo echó en las tinieblas de afuera.
Cuando hay temores y dudas en nuestro corazón nos quedaremos paralizados como estatuas, inmóviles, y no podremos experimentar el favor de Dios. Por eso, no es recomendable vivir con temor y duda. La mentalidad terrenal es así, pero la mentalidad celestial vive en la confianza de las promesas de Dios.
La tercera consecuencia de una mentalidad temerosa es una vida que no contempla los milagros de Dios. La Biblia es un libro de milagros, Dios mismo es un Dios de milagros, pero si vivimos en temor nos será imposible ver el favor divino. Le fue dicho a Josué: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas” (Josue 1:9). Si el general Josué hubiera permanecido en temor nunca habría visto a Dios obrar ni hubiera visto los muros de Jericó caer delante de él.
La persona que teme no podrá ver los milagros del cielo. Entonces, ¿cómo podemos vencer el temor y las dudas? Para esto, debemos comprender que el temor obra en el plano de los pensamientos. En realidad, el temor es una decisión. Temer ante un terremoto o frente a un animal salvaje es normal. Pero vivir con temor al mañana, temor al fracaso, temor a la ruina, al abandono o a algún accidente, y dejar que ese temor nos domine es lo que a Dios no le agrada.
Para vencer el temor, la orientación de los pensamientos tiene que cambiar. El primer paso es adoptar la Palabra de Dios como filosofía de vida. Es tomar la decisión de creer lo que Dios dice, por encima de lo que mis circunstancias dicen.
Una hermana de la iglesia fue diagnosticada con cáncer. El médico le habló de un panorama desalentador y de un tratamiento muy doloroso. Sin embargo, ella fue de rodillas ante Dios y le dijo: “Señor, ¿qué es lo que Tú dices? Si me dices que debo sufrir el cáncer lo haré, pero si me dices que has de sanarme, entonces creeré tu Palabra”. Ella leyó Isaías 53:5 y recibió la promesa de sanidad. A partir de ese día se aferro al pensamiento de sanidad y no se miró a sí misma como una mujer enferma. Al final, los siguientes análisis aparecieron limpios y ella es una mujer sana el día de hoy a pesar del diagnostico médico.
El salmista dijo: “En el día que temo, yo en ti confío” (Salmo 56:3-4). Erradiquemos el temor y las dudas mediante la Palabra de Dios.
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