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Foto del escritorMarlon Corona

Una vida quebrantada

Actualizado: 25 jul 2019

¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? (Isaías 58:6).

Dios escogió al pueblo de Israel para manifestar su gloria en medio de ellos y que de esa manera, ellos llegarán a ser un testimonio de su amor y su gracia a todas las naciones de la tierra. Israel debía distinguirse del resto de los pueblos que estaban sumergidos en la idolatría, la perversidad, el egoísmo y la rebeldía.

No obstante, con el paso del tiempo, el pueblo de Israel comenzó a cometer los mismos pecados de los cuales Dios quería salvarlos. Cayeron en la idolatría, el asesinato, la traición y la avaricia. A pesar de tener la ley de Dios comenzaron a caer en el formalismo y en una vida religiosa, e hicieron de los mandamientos de Dios meros rituales sin sentido. Al final, se volvieron orgullosos, arrogantes, insensibles y duros de corazón.

Esa misma actitud siguió y prevaleció aún en los tiempos del Señor Jesús. Tal era la dureza del corazón de aquella generación que cierto sábado, el Señor encontró a una mujer que tenía un espíritu de enfermedad y estaba encorvada desde hacía 18, y poniendo sus manos sobre ella la sanó, pero los fariseos y principales llegaron a ver esto como una ofensa a sus tradiciones.

En Lucas 13:10-16 leemos la siguiente historia: “…”. Lo que debía ser un motivo de gozo y de alegría, a los ojos de un fariseo endurecido en su corazón, era una ofensa: “¿Cómo se atreve a sanar y hacer milagros en sábado? —decía el principal de la sinagoga— ¿Qué no sabe que en sábado no podemos trabajar ni hacer nada sino que la ley nos manda descansar?” La respuesta del Señor es más que oportuna y necesaria: “Hipócrita, porque vas en contra de lo esencial”.

Para los fariseos lo más importante era el formalismo y la tradición porque habían perdido de vista lo más importante: el corazón. Es importante que cumplamos con las instrucciones dadas por el Señor, que guardemos los preceptos de la religión cristiana, que asistamos los domingos a la iglesia y que estudiemos la Palabra de Dios. Pero sobre todas estas cosas, está el corazón.

Si ponemos atención a los Salmos y a las profecías, nos daremos cuenta de que Dios reprendió al pueblo de Israel por haber apartado su corazón de las instrucciones dadas por Él. Oseas 6:6 dice: “…” e Isaías 29:13 declara: “…”. Además, el Salmo 51:16-17 dice: “…”. Como podemos ver, lo que Dios está buscando es un corazón que se arrepiente y una vida quebrantada delante de Él.

El Señor busca a la persona que vive con humildad y sencillez, y que se da por completo a la voluntad de Dios. Para Dios, lo más importante no es la apariencia, ni la formula, ni la teoría. Sino que para Dios lo que más importa es el espíritu quebrantado y el corazón humillado.

No quiero decir con esto que no es importante el conocimiento, o la teología o las ordenanzas en la vida cristiana. Estas cosas son importantes y debemos cumplirlas. Hay sabiduría y verdad en ellas. Con todo esto que estoy diciendo no quiero que se piense que hay que vivir del romance. No. Hay que ser diligentes, ordenados, hay que cumplir con la vida cristiana. Solo estoy diciendo que el corazón debe estar en ello.

El ayuno es un tiempo para reflexionar profundamente sobre nuestra vida y para arrepentirnos, buscando el camino de Dios. Entonces, ¿cuál es el ayuno que agrada al Señor?

Isaías 58:5-8 dice lo siguiente: “…”. De nada sirve dejar de comer, vestirse de silicio y tener un rostro demacrado, si el corazón sigue arrogante y soberbio, con aires de superioridad. ¿Cómo quiere Dios que ayunemos? Primero, que desatemos las ligaduras de impiedad. Esto significa “romper” todo acuerdo con el mundo y con el pecado.

Dejar la vida desobediente, las palabras vanas, la obstinación y la autosuficiencia. Además, debemos soltar las cargas de opresión. Esto es “perdonar y olvidar” las ofensas que otros nos hayan hecho. Es no vivir en rencor y en odio. Significa desatar perdón sobre nuestro ofensor y dejarlo en manos de Dios.

No solo eso, debemos dejar ir a los quebrantados. Esto significa dejar de imponernos sobre otros, dejar de oprimir a nuestro prójimo. Muchas personas viven poniéndose por encima de otras. Siempre quieren tener la última palabra, siempre están discutiendo, siempre peleando. El verdadero ayuno, el ayuno del Señor, es dejar de competir con el prójimo. Sí, es dejar que el otro gane.

En realidad, nada ganamos al tener la última palabra. Pero ganamos demasiado con la humildad y la sencillez. Estas son cosas que Dios ve y considera. Por otro lado, el ayuno del Señor es desechar el egoísmo y comenzar a interesarnos por la vida de nuestro prójimo. Solo el amor y el servicio pueden cambiar a nuestra familia, a nuestros vecinos y nuestra sociedad.

Quiero que ponga especial atención a las promesas que Dios hace cuando nosotros practicamos tal ayuno: “…” (Isaías 58:8-12). Por eso, el ayuno tiene tantos efectos y beneficios en la vida cristiana. Hagamos el ayuno del Señor.

Haga esta oración conmigo. Amado Señor, Tú buscas el corazón quebrantado y el espíritu que se humilla. Tú no te dejas impresionar por la apariencia, por lo grande que puede parecer la obra de alguno. Tú miras el corazón.

Reconocemos que el orgullo y la arrogancia, la obstinación y la apatía, muy a menudo nos seducen. Pero hoy nos arrepentimos delante de ti. Amado Dios, ayúdanos por medio del Espíritu Santo a vivir vidas que reflejen tu gracia y tu misericordia. Que se rompan de nuestra vida las ligaduras de maldad, que nos apartemos del pecado y la desobediencia.

Ayúdanos Señor a perdonar a nuestro ofensor, al que habló mal de nosotros, al que nos traicionó, al que nos hirió. Que abandonemos la vida obstinada y el conflicto en las relaciones. Ayúdanos Señor. Te lo pedimos en el nombre de Jesús. Amén y amén.

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1 Comment


Rafael Córdoba
Rafael Córdoba
Jul 24, 2019

El mejor ayuno no es el de los alimentos, el mejor ayuno es eliminar esas acciones que hacen mal al corazón propio y al del prójimo. Gracias por recordarlo siempre en cada meditación.

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