Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar (Mateo 11:28).
Una promesa de esperanza y alivio nos es dada mediante las palabras del Señor Jesús: "Venid a mí" (Mateo 11:28). Esta promesa es para nosotros el día de hoy y es válida para acompañarnos a cada paso. Es una clara invitación para llevar nuestras cargas, penas y aflicciones ante el Salvador y encontrar refrigerio y reposo.
Entonces, ¿cómo podemos responder a este llamado? ¿Cómo toca nuestras vidas esta promesa?
Primero, el llamado para venir al Señor es la invitación porque estamos lejos, en desesperación o amargura, o llevando una vida de pecado lejos de Él. Por eso, el Señor nos llama a arrepentirnos y a volvernos a Él.
Segundo, significa abandonar el orgullo y la arrogancia para venir delante de Él. Es imposible albergar un poco de orgullo en nuestra vida creyendo que no nos afectará en las otras áreas personales. Si hay orgullo en nuestra vida, aunque sea un poco, ese orgullo nos impedirá venir al Señor.
Tercero, podemos responder al llamado del Señor reconociendo que solamente en Él tenemos esperanza y respuesta. El salmista dijo: "En Dios solamente está acallada mi alma; de él viene mi salvación. El solamente es mi roca y mi salvación; es mi refugio, no resbalaré mucho" (Salmo 62:1-2).
Esta preciosa promesa de venir ante el Señor y hallar descanso, es para el día de hoy. Aquella persona que responda al llamado de Dios podrá cambiar su situación de desesperación a esperanza, de dolor a sanidad, de fracaso a victoria.
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