Una nueva vida ha comenzado
"Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó."(Romanos 8:37)
En la actualidad, muchas personas están sufriendo por causa de la falta de identidad. Es decir, no saben de dónde vienen, en dónde se encuentran y hacia dónde se dirigen. Y tampoco conocen su valor delante de Dios. Naturalmente, la falta de identidad genera ansiedad y confusión.
La Biblia nos dice que Dios nos ha amado por medio de Cristo de tal forma que nos ha adoptado como sus hijos, ha perdonado nuestros pecados y nos ha dado su Espíritu Santo para consolarnos y guiarnos en la vida. Para un cristiano, resulta fundamental cambiar la manera en la que se ve a sí mismo. A propósito, ¿qué es lo que piensa de usted mismo?
El mural de “La Última Cena” fue pintado por Leonardo Da Vinci a finales del siglo XIII. Aunque se trata de la idea de un hombre sobre cómo fue la última cena que el Señor Jesús compartió junto a sus discípulos, ha inspirado a muchos cristianos al rededor del mundo. Sin embargo, hay una historia peculiar detrás de esta obra.
Antes de que el mural fuera terminado, Leonardo Da Vinci todavía no podía retratar el rostro del Señor ni el rostro de Judas, el que lo entregó. Por eso, pasaba horas personando en cómo serían aquellos rostros.
Desde luego, uno de ellos, el de Judas, debía mostrar enojo, amargura y egoísmo. Pero el rostro del Señor debía reflejar paz, quietud, gozo y amabilidad.
Un día, mientras caminaba por la calle, paso junto a un puente en donde encontró a un vagabundo calentando sus manos junto a una hoguera. Su rostros estaba endurecido y amargado, como si estuviera enojado con la vida. En ese momento pensó: “Este hombre tiene el rostro de Judas”.
Así que se acercó a él, le preguntó su nombre y le pidió dibujarlo. El vagabundo le dijo: “Mi nombre es Pietro Vandimeli”, y aceptó la propuesta por unas cuantas monedas. Así que juntos se dirigieron a su estudio. Allí, Da Vinci lo retrató. El vagabundo se percató de que su rostro en la pared se veía amargado y enojado. Y esto lo conmovió. Así que al irse del estudio se fue pensando que su vida estaba vacía y llena de dolor.
Da Vinci siguió buscando el rostro que reflejara paz y amabilidad. Sin embargo, pasaron al rededor de dos años hasta que pudo encontrarlo. Cierto día, el pintor caminaba por las calles, cuando escuchó el canto de un coro que cantaba al aire libre. Era un grupo de creyentes que cantaban alabanzas e himnos a Dios.
Entre ellos, vio a un joven sonriente, el cual reflejaba la paz y la amabilidad que él había estado buscando. Luego que terminaron de cantar, se dirigió al joven y se presentó: “Mi nombre es Leonardo Da Vinci. Soy pintor, dibujo una obra y quiero que seas el modelo de Jesús”.
Después de pensarlo, el joven aceptó la propuesta y dejó que el pintor lo retratara. Luego de recibir su salario, el joven, al salir del estudio de este gran artista, le preguntó en voz baja: “¿De verdad no reconoce quién soy?”
Da Vinci le respondió: “No tengo idea, ¿lo conozco de algún lugar?” El joven le dijo. “Un día, usted pasó por un puente y le pidió a un vagabundo que lo dejara retratar su rostro endurecido y amargado. Después de esa experiencia, aquel joven asistió a la iglesia y entregó su vida a Cristo. Entonces, toda su amargura se fue. Ese vagabundo era yo, me llamo Pietro Vandimeli”.
¿Cómo es posible que una persona haya sido el modelo de Judas el traidor y luego se convirtiera en el modelo de Jesús? Esto es posible porque cuando una persona se encuentra con Cristo y le recibe como Señor y suficiente Salvador, todo su ser es renovado, llegando a ser transformado de un hombre amargado a un hombre lleno de paz.
Si usted ha creído en Cristo, yo le pregunto ¿qué autoimagen tiene usted? Es decir ¿qué es lo que piensa de sí mismo? ¿Los pensamientos que tiene acerca de usted son buenos o son malos?
Un estudio reveló que 9 de cada 10 personas tienen una imagen negativa de sí mismas. Muchos se rechazan a sí mismos por su apariencia física, la condición económica en la que se encuentran y por las carencias que padecen. Lo interesante es que la imagen propia es trascendental, porque lo que pensamos de nosotros mismos determina en gran medida nuestro destino.
La Biblia nos dice que al creer en Cristo somos transformados en Nuevas Criaturas, por el poder del Espíritu Santo. Esto significa que una vida ha quedado atrás mientras que una nueva ha comenzado. Además implica que ya no debemos pensar ni hablar como lo que antes éramos, sino que debemos tener una visión renovada de quiénes somos en el Señor.
El apóstol Pablo dijo: “Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (romanos 8:37). En este pasaje se nos dice que Dios nos amó. Esto significa que Dios nos ha dado su misericordia y su gracia. Aunque somos pecadores, Dios nos ha amado y nos ha tratado con misericordia.
El Salmo 103:10-11 dice: “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados. Porque como la altura de los cielos sobre la tierra, Engrandeció su misericordia sobre los que le temen”. Dios no nos trató como nuestros pecados merecían ser tratados. Él tuvo misericordia de nosotros y envió a Cristo a pagar la gran deuda que nuestros pecados habían generado. Entonces, por su gracia, nos declaró sus hijos.
R. C. Sproul dijo: “La gracia es cuando Dios nos da lo que no merecemos. La misericordia es cuando Dios no nos da lo que nos merecemos”. Por eso, el día de hoy, cambie la imagen que tiene de usted mismo por una nueva que ha recibido la misericordia y la gracia de Dios.
Además, usted no es ningún perdedor. Usted es un vencedor por medio de Aquel que le amó. Esto significa que usted tiene victoria sobre el pecado, la tentación, los malos hábitos, los vicios y el pasado. Usted es una nueva criatura, vencedor en Cristo y amado por Dios.
El corazón del hombre es como una vasija. Muchos guardan en ella el rencor, la amargura, la soledad y el fracaso. Pero los hijos de Dios debemos guardar la gracia, la misericordia y el amor de Dios. Esto implica que debemos dejar que Dios llene nuestra vasija cada día con su gracia y amor.
Pablo dijo: “Tenemos este tesoro en vasos de barro” (2 Corintios 4:7). Dios puso en usted el tesoro del Evangelio. Dios le dio la fe a usted para creer en Cristo. Puso en usted el tesoro de la misericordia y la gracia. Muchos creyentes no lo saben, pero llevan en su interior un tesoro asombroso de gracia y amor.
Aunque sus ojos no lo puedan ver, ese tesoro está en usted. Dios le ha amado, le ha bendecido y le ha hecho un vencedor. Por eso, descubra el tesoro que Dios puso en usted. Cambie la imagen que tiene de usted mismo.
Si carecemos de identidad, o pensamos pobremente de nosotros, caeremos en la amargura y el resentimiento, y viviremos enojados con el mundo. Por eso, Dios le hace el regalo de una imagen nueva por medio de Cristo.
¿Cómo debemos vernos a partir de ahora? Como personas amadas, perdonadas, llenas del amor, la gracia y la misericordia de Dios. Además, debemos creer que podemos lograrlo, porque en Cristo somos más que vencedores.
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