“Ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel.” (Josue 1:2)
Después de la segunda guerra mundial, una asociación estadounidense para personas que habían sido mutiladas en la guerra y habían quedado traumatizadas, invitó a un famoso empresario cristiano a participar como conferencista en un evento especial en favor de los soldados que habían quedado sin piernas, sin ojos o sin manos, como resultado de la guerra. En una sola palabra, se trataba de una conferencia para personas mutiladas.
Este empresario cristiano, de nombre Dowling Press, había construído un imperio económico superando diversos obstáculos a lo largo de su vida.
El día de la conferencia, se presentó en el lugar, subió al estrado, emparejó las hojas de su discurso y alzó su vista para observar a todas las personas de izquierda a derecha. Todo aquel lugar estaba en silencio.
Mirando a los veteranos de guerra, algunos sin piernas, otros sin brazos, algunos otros sin orejas y tuertos, les dijo: “¿Por qué viven como si la vida hubiera sido injusta con ustedes? ¿Por qué en lugar de lamentarse y vivir lastimosamente no hacen algo con lo que todavía tienen?”
Naturalmente, nadie esperaba que él comenzara su discurso con estas palabras. Esto ocasionó que aquellos hombres comenzaran a gritarle toda clase de ofensas y palabras obscenas.
Sin embargo, Dowling Press continuó diciendo: “¿Por qué se lamentan su condición? Dejen de depender de otros, dejen de depender del gobierno y hagan algo con sus vidas”.
Algunos se los oyentes comenzaron a arrojarle botellas, ceniceros, comida, incluso zapatos. Pero él perseveraba en este discurso.
Fue en ese momento que algunos comenzaron a dejar sus asientos para dirigirse al estrado y golpearlo. Sin embargo, cuando llegaron a donde él estaba, abruptamente Dowling levantó las mangas de su saco, mostrando sus brazos y levantó sus pantalones mostrando su piernas.
Para sorpresa de todos, uno de sus brazos era una prótesis y sus dos piernas eran de madera. Todos los que estaban ahí se quedaron en silencio y atónitos.
Entonces, él prosiguió a relatarles lo siguiente: “A la edad de 12 años sufrí un accidente automovilístico en donde murieron mis padres. Durante 10 horas quedé tendido en la nieve, inconsciente, y por eso, cuando encontraron mi cuerpo, tuvieron que amputarme mis piernas y mi brazo derecho”.
Él prosiguió diciendo: “Fueron tiempos difíciles para mí. Pero creí en Dios y tomé una decisión. Me dije a mí mismo: no voy a vivir como un miserable. No voy a vivir como un derrotado. Haré algo con el único brazo que me queda. No voy a vivir dándole lástima a la gente, más bien voy a convertirme en una fuente de inspiración para otros”.
Luego de suspirar y mirar con determinación hacia el frente, continuó diciendo: “Al verlos a ustedes, me preguntó: ¿Por qué no hacen algo con sus vidas? ¿Por qué solo se echan en un rincón y se lamentan por lo que les pasó?” Después de aquella escena, todos volvieron a su lugar y escucharon atentamente a Dowling.
Él terminó su discurso diciendo: “Ninguna persona está obligada a llevar una vida miserable, destruidao y gobernada por la depresión y la desesperanza, a menos que así lo decida". Esta es una verdad que debemos aprender.
El día de hoy, Dios nos invita a levantarnos y entrar en el nuevo tiempo que Él ha preparado. Nunca olvide que la vida tiene abierta la posibilidad de cambiar. En la historia de Josué, encontramos algo asombroso en relación al nuevo comienzo y a la bendición de escribir una nueva historia.
La Biblia dice así: “1 Aconteció después de la muerte de Moisés siervo de Jehová, que Jehová habló a Josué hijo de Nun, servidor de Moisés, diciendo: 2 Mi siervo Moisés ha muerto; ahora, pues, levántate y pasa este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que yo les doy a los hijos de Israel” (Josué 1:1-2).
Después de que Moisés había muerto, quien había guiado a los israelitas por el desierto después de haber salido de Egipto, Dios levantó a un sucesor para guiar a su pueblo rumbo a la conquista. Su nombre era Josué.
En el versículo 2, Dios le dirige estas palabras: “Ahora, pues, levántate…”. Aquí, la palabra clave es “ahora” y significa que el pasado quedó atrás. El Dios que llamó a Josué, a través de su historia, nos recuerda que hay algo nuevo delante, que Él es el Dios de los nuevos comienzos.
A diario, Dios nos da un lienzo en blanco para que con los colores de la fe, la esperanza y el amor pintemos un nuevo mañana. De modo que no debemos abrazarnos al ayer, al fracaso o a la derrota, sino que debemos tener la esperanza del nuevo amanecer en nuestra vida.
De la misma manera cómo Dios llamó a Josué después de la muere de Moisés, y le dió la orden de entrar en la tierra prometida y poseerla, Dios nos llama a ser los conquistadores de los milagros, los sueños y los desafíos que Él ha trazado para nosotros.
Dios pone el tiempo, el lugar y la ocasión, pero es su pueblo el que decide actuar. En otras palabras, Dios abre la puerta pero nosotros somos los que decidimos entrar en aquello que Él preparó.
Para gozar de la bendición del nuevo comienzo, primero debemos creer en Cristo y confesarlo como Señor y Salvador. Quien reconoce esto en su vida, rindiéndose delante de Él, se convierte en una nueva criatura, al nacer de nuevo.
Entonces, la Palabra de Dios nos dice lo siguiente: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17).
Crea en Jesucristo y apoye toda su esperanza en Él. Pues Cristo es el dador del nuevo comienzo y Aquel que hace todas las cosas nuevas. En Apocalipsis 21:5 el Señor Jesús dice: “He aquí, yo hago nuevas todas las cosas”. Nada nos impide venir ante Él el día de hoy y rendir nuestras vidas ante su señorío.
Por lo tanto, el día de hoy, entremos en el nuevo tiempo que Dios ha traído a nuestra vida. Vayamos allá con pasión y determinación pues Dios está con nosotros y un gran milagro ocurrirá.
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