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Foto del escritorMarlon Corona

Un fuerte deseo de oír y ser oídos

Actualizado: 24 jul 2019

Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá (Lucas 11:9).

Hay un aspecto de la vida cristiana que no debemos olvidar ni pasar por alto. Cuando nos olvidamos de esta verdad, en realidad estamos olvidando el eje central del cristianismo. Este aspecto del que estoy hablando consiste en comprender que Dios, hoy mismo, quiere hacer una obra en nuestra vida y a través de nuestra vida.

Debemos tener presente y siempre arraigado en nuestro corazón que Dios, en todo momento, cada día, cada hora, cada segundo, quiere hacer una obra en la vida de sus hijos. No pasa un solo momento en el que Dios cese de querer hacer una obra en nuestra vida y a través de nuestra vida.

Dios quiere restaurarnos, levantarnos, quiere sanarnos tanto mental como físicamente; Dios quiere guiarnos a toda verdad, quiere darnos sabiduría, dirección, entendimiento; Dios quiere liberarnos de toda opresión. Esa es la obra que Él quiere llevar a cabo en nuestra vida.

Sin embargo, Dios también quiere hacer una obra a través de nuestra vida. Esto significa que Dios quiere usarnos para ser un testimonio viviente, quiere usarnos para compartir el evangelio a nuestros familiares, nuestros compañeros de trabajo, amigos, vecinos. Y Dios quiere mostrar su gloria por medio de nosotros.

Y nunca pasa un día, ni siquiera una hora, en la que Dios diga: “Hoy tendré vacaciones de mis hijos. Hoy no haré una obra en ellos”. La Biblia nos enseña que la obra del Espíritu Santo es como el viento. En Juan 3:8 dice: “…”. Esto significa que el Espíritu Santo obra como el viento. Una de las cualidades del viento es que siempre está en movimiento, no cesa, ni se detiene.

Así es como el Señor quiere obrar en nosotros. De una manera continua e ininterrumpida. Y si queremos experimentar aquella obra, entonces debemos estar dispuestos a recibirla en nuestra vida. Hoy mismo, Dios quiere trabajar en nosotros y a través de nosotros. Sin embargo, un requisito es que usted esté preparado para recibir dicha obra.

Uno de los pasos que tenemos que dar para llevar a cabo un ayuno que traiga grandes logros y beneficios a nuestras vidas, consiste en prepararnos para recibir lo que Dios quiere hacer. Es decir, hay que prepararnos para que Dios obre. Hay que abrir nuestra vida delante de Dios y hay que esperar que Él nos hable, nos muestre, nos dirija.

Con toda seguridad, durante este ayuno, Dios quiere obrar en nosotros, quiere hablarnos y quiere revelársenos de una manera muy especial. Por eso, en primer lugar, es importante tener una gran expectativa de que Dios haga algo.

Si vamos al ayuno sin tener expectativas o sin esperar que la obra de Dios tenga lugar en nosotros, solo haremos una buena dieta. Al final del ayuno, habremos bajado una talla quizá, pero no habremos cosechado nada en términos espirituales. Para que el ayuno sea efectivo debe haber una fuerte expectativa en el corazón. Debemos tener un gran deseo de oír a Dios y ser oídos por Él.

Si usted tiene tales deseos durante el ayuno, con toda seguridad, Dios se mostrará a su vida personal y, en consecuencia, hará una gran obra a través de usted en aquellos que le rodean. Uno de los pasajes más conocidos de la Biblia es Lucas 11:9-10 que dice: “…”.

Sin embargo, estas emblemáticas palabras del Señor Jesús son precedidas por una anécdota que revela que quien tiene deseos ante Dios, entonces será saciado por Dios. Y quien quiere oír a Dios, le oirá y quién quiere ser escuchado por Dios, será oído por Él. En los versículos 5 al 8 leemos lo siguiente: “…”.

Este es el ejemplo de una persona inoportuna, insistente, aferrada, que no deja de insistir hasta recibir lo anhelado. Incluso, viene a ser una persona que raya en lo molesto, pues toca a media noche, despierta al amigo y le pide un préstamo. El Señor Jesús se vale de un ejemplo de la vida cotidiana para enseñarnos una verdad: Que si un hombre puede prevalecer e insistir ante otro hombre, mucho más debemos prevalecer delante de Dios.

Esto nos debiera enseñar a dirigirnos a Dios con libertad y confianza, para pedirle por nuestras necesidades. Hemos de acudir en oración, humillados y rendidos ante Él, a fin de pedirle el pan para nuestra vida. No solo eso, debemos acudir a Dios en favor de otros. El hombre del ejemplo vino a pedir pan, no solo para salir del aprieto, sino para darlo a un amigo.

Como consecuencia el Señor dice: “Pedid, y se os dará…”. Amados, el ayuno es un tiempo para presentar nuestras peticiones ante Dios, para tener deseos ardientes delante de Él y para escuchar su voz. En este ayuno tengamos un fuerte deseo de oír a Dios y ser oídos por Él. Abramos nuestras vidas a la obra de Dios y tengamos una fuerte expectativa de que nuestro Señor obrará. En consecuencia, Dios nos dará el galardón y se revelará a nosotros.

Haga esta oración conmigo. Amado Dios y Rey celestial, Tú estás siempre deseando obrar en nuestra vida. Tus deseos de restauración, sanidad, liberación y guía nunca cesan. Por eso, el día de hoy, abrimos nuestra vida para recibir esta preciosa obra. Nos arrepentimos de la apatía, de la obstinación, de la dureza del corazón, y volvemos a ti en el nombre de Jesús.

Pon nuestros pecados bajo su preciosa sangre. Conviértenos a tu camino y enséñanos a andar en él. Así como el hombre que despertó a su amigo a la media noche, también nosotros venimos a ti, pues Tú deseas ser importunado por tu pueblo amado. Te deleitas cuando pedimos y te deleitas en responder.

Señor, sabemos que no siempre respondes nuestras oraciones inmediatamente, sino que lo haces en tu debido tiempo. Así reconocemos que debe ser. Obra en tu tiempo, a tu manera y como Tú lo has determinado en tu sabiduría y soberanía. Mientras tanto, nosotros seguiremos esperando y aguardando, importunándote Señor. En el nombre de Jesús. Amén y amén.

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