"Y aunque tu principio haya sido pequeño, tu postrer estado será muy grande" (Job 8:7).
Hoy en día, muchas personas han cortado el árbol de la esperanza porque ante sus ojos parece haberse secado por el invierno de la vida. Sin embargo, los hijos de Dios debemos mantener nuestra fe y nuestra esperanza aún en el momento más difícil, sabiendo que Dios cumplirá su promesa y que nuestro destino será cambiado por uno de bendición y paz.
Aquella persona que no renuncia a la esperanza, sino que se sobrepone mediante la oración y la entrega a Dios, se convertirá en el conquistador de las promesas de Dios.
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