"El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia." (Juan 10:10)
En México, en le mes de marzo, llega la temporada de la primavera. Gradualmente, el frío penetrante del invierno llega a su fin y una temporada cálida sobrecoge a toda nuestra ciudad. La gente guarda los abrigos, los guantes, las botas y las bufandas, y saca las ropa fresca de temporada que estuvo guardada por tanto tiempo durante el invierno. Con la llegada de una nueva temporada, el ambiente cambia y la vida también cambia.
De igual forma, cuando entramos en la vida cristiana, en realidad estamos entrando en una nueva temporada de fe, esperanza y amor, por medio de la sangre de Jesús. Dejamos atrás el invierno de la vida, en donde todo era gris y adverso, y entramos en la primavera de gracia y esperanza. Si ha creído en Cristo, dé la bienvenida al nuevo tiempo que Dios le concede el día de hoy.
En fin de una época, el inicio de una nueva.
El 1 de septiembre de 1939 se dio inicio a lo que hoy conocemos como la segunda guerra mundial. Este fue uno de los sucesos más traumáticos para toda la humanidad. Estalló la guerra, y así mismo vino un tiempo de opresión, dolor, incertidumbre y muerte a todo el mundo.
Millones de judíos fueron esclavizados y asesinados brutalmente, de un momento para otro. Los jóvenes eran obligados a trabajar sin descanso hasta morir. A las jóvenes se les llevaba como esclavas y se les obligaba a vivir una vida humillante. Por su parte, los adultos eran llevados a las cámaras de gas en donde morían lentamente envenenados.
Sin embargo, el 2 de septiembre de 1945 terminó la guerra. Vino la liberación y la tranquilidad, y junto con ellas la alegría, y una nueva temporada comenzó. Se bajaron las banderas de la guerra y se izó la bandera de la paz. Al fin, las personas pudieron respirar tranquilas de nuevo. Entonces, se dio inicio a una nueva época y un nuevo estilo de vida.
Cuando el tiempo cambia, el ambiente cambia y, por ende, la vida es transformada. Cuando creemos en Cristo como Señor y Salvador, y reconocemos que Dios es nuestro Creador, estamos entrando en un tiempo diferente, nuevo y fresco. Ya no podemos pensar, hablar, creer o soñar como en la vida que llevábamos sin Dios, sin Cristo y sin el Espíritu Santo, sino que tenemos que pensar, hablar y actuar como nuevas criaturas.
La Biblia enseña con toda claridad que para nosotros, los hijos de Dios, una época ha terminado y un nuevo tiempo ha comenzado. 2 Corintios 5:17 declara: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”. En otras palabras, cuando creemos en Cristo y le recibimos en nuestra vida, entramos en el nuevo tiempo de Dios. Debemos considerar el cristianismo no como una religión o una filosofía, sino como el nuevo tiempo que Cristo vino a ofrecernos, diferente a la temporada de amargura que comenzó como resultado del pecado de Adán.
Pero, ¿en qué consistía la época anterior a Cristo en la cual todos nosotros estábamos viviendo? La Biblia describe esta época. Primero, era una temporada de muerte espiritual y separación de Dios. Por consiguiente, no teníamos identidad y vivimos en la oscuridad, sin propósito y sin destino.
Efesios 2:1 dice: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”. ¿Cómo estábamos? Muertos en delitos y pecados. Sin embargo, la palabra “muerte” no significa “ausentes de existencia”. Los muertos espirituales, no es que no tengan un espíritu. Lo tienen. Pero su espíritu está separado de Dios y por eso no tienen vida ni luz.
En segundo lugar, la época pasada, sin Cristo, era una época de opresión y esclavitud por parte del reino de las tinieblas. Efesios 2:2 continua diciendo: “En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”. Aquí, el nombre que se le da a Satanás es “El príncipe de la potestad del aire”, refiriéndose a que él opera en el ámbito invisible de los aires.
Además, Hebreos 2:14 dice: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo”. En la época pasada, Satanás nos oprimía y nos gobernaba, robándonos la paz, matando nuestras esperanzas y sueños, y destruyendo nuestras vidas en la ruina y la enfermedad.
En tercer lugar, era una época de desesperanza y ansiedad. Pablo dijo en Efesios 2:12: “En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Así es, el tiempo pasado era un tiempo de muerte, de opresión y de desesperanza.
No obstante, Jesucristo vino a este mundo y trajo consigo un nuevo tiempo de vida resurrección, de libertad espiritual, de paz, bendición y esperanza. Por consiguiente, el ambiente de los que creen en Él cambia y por eso, su vida también cambia. Note las palabras del Señor en Juan 10:10: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”.
Cuando Cristo hizo su aparición en el escenario mundial, se abrió una puerta de posibilidad para toda la humanidad. Desde entonces, todo ha cambiado para aquellos que ponen su fe en Él. Usted puede entrar en el nuevo tiempo que Dios trajo por medio de Cristo. Y cuando usted comienza a vivir en ese nuevo tiempo de gracia y bendición, su vida es transformada.
Ahora, ¿en qué consiste el tiempo nuevo que Cristo vino a establecer? La respuesta se encuentra en Lucas 4:18-19. Dice así: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos. A predicar el año agradable del Señor”.
Para ser herederos de estas bendiciones, primero tenemos que reconocer a Jesucristo como el Señor de nuestra vida. Nadie puede entrar en el nuevo tiempo si vive siendo su propio dueño y su propio rey. Primero, se tiene que despojar del orgullo y debe confesar que Jesucristo es el Señor. “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9).
Cuando entregamos el señorío de nuestra vida a Cristo, rindiendo todo nuestro ser ante Él y confesándole como nuestro Soberano, entonces se abre la puerta del nuevo tiempo. Jesucristo quiere que le conozcamos cómo nuestro Gran Libertador. Él quiere liberarnos de la vida antigua y de la época pasada. Por eso, cuando le recibimos, llegamos a experimentar la vida abundante que Él ofrece.
Usted no tiene que vivir en el tiempo antiguo, es decir, en el régimen de Satanás, en donde la muerte y la desesperanza predominan. Acérquese hoy a Cristo, el Libertador y Salvador. Ponga toda su esperanza de salvación en Él y abandónese a sus brazos de amor.
Vivir en el tiempo antes de Cristo es vivir en maldición y dolor. En ese tiempo solo hay fracaso y nada se puede lograr. Los que pertenecen a la época antigua están llenos de desesperación, se sienten ansiosos, infelices y han perdido el rumbo. Por más que lo intentan, sienten que no avanzan. Para ellos, la esperanza se ha perdido.
Por lo tanto, entremos en el nuevo tiempo que Cristo nos ofrece y permitamos que Dios traiga liberación y bendición a nuestra vida. Es tiempo de conocer a Jesucristo como el Libertador de nuestra vida.
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