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Foto del escritorMarlon Corona

Sanidad para el quebranto del corazón

"El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón." (Lucas 4:18a)


Así como hay cicatrices físicas también existen las cicatrices en el alma y en la mente. Muchas personas han sido golpeadas por la vida y se sienten desanimadas y frustradas, sin ánimos para continuar.


No obstante, Cristo vino al mundo a sanar y restaurar a los quebrantados de corazón que por causa de la amargura se sienten desesperanzados y solos. El quebranto y las heridas del corazón, aunque son invisibles a los ojos influyen en la vida por completo. Entonces, ¿cómo podemos recibir la sanidad que Cristo vino a dar a los quebrantados de corazón?

El consuelo que trae sanidad a nuestra vida.


El antídoto que alivia el quebranto del corazón es el consuelo que Dios nos da por medio del Espíritu Santo. Es decir, es el Espíritu Santo quien nos guía a la sanidad y nos renueva. El Señor Jesús dijo: “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón” (Lucas 4:18). Así que uno de los propósitos de la venida de Cristo es la sanidad del corazón, en el poder del Espíritu Santo.


Cuando creemos en Cristo y le recibimos en nuestra vida, en ese mismo momento, recibimos al Espíritu Santo quién nos sella como propiedad de Dios (Ef. 1:13). El apóstol Pablo nos enseñó esta verdad: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gál. 4:6).


Pablo, además declaró: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16). De modo que si usted rindió su vida al Señor Jesús y creyó en Él, en este mismo momento, usted tiene al Espíritu Santo morando en su ser. Y el Espíritu de Dios nunca viene para permanecer inactivo o infructuoso. Él viene con poder para sanar, restaurar y levantar.


En la Biblia, el Espíritu Santo es conocido como el “Otro Consolador”. Antes de su partida, el Señor le dio a los discípulos la extraordinaria promesa de la venida del Espíritu Santo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16).


En el idioma griego existen dos palabras para referirse a “otro”. La primera es “Éteros” que significa “Otro de una sustancia y características diferentes”. La segunda es “Allos” que significa “Otro de la misma sustancia y esencia”. La palabra que Jesús mencionó en esta ocasión fue “Allos”. Es decir, otro Consolador la misma esencia y sustancia que Él.


Además, la palabra “Consolador” en griego es “Parakletos” que significa “Aquel que está a nuestro lado en toda situación”. Uniendo todas estas piezas, podemos ver con claridad cuál es la promesa de Jesucristo para nosotros el día de hoy. Él prometió enviar al Espíritu Santo como Aquel que continuaría su obra de salvación y sanidad en los hombres.


Por eso, el Espíritu Santo es quien nos sana, nos libera y nos restaura por medio de la consolación de Dios. En 2 Corintios 1:3-4 dice así: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios”.


La consolación, en este versículo, se refiere a tres cosas. Primero, a recibir auxilio y ayuda en tribulaciones. Es decir, cuando atravesamos una situación traumática o dolorosa, el Espíritu Santo nos ayuda a entenderla y nos sana con el amor del Padre.


Segundo, se refiere a recibir impulso y aliento. Todos nos llegamos a desanimas y a frustrar alguna vez. Es ahí cuando pensamos en abandonar y claudicar. Sin embargo, el Espíritu Santo viene para devolvernos el aliento, recordarnos las promesas de Dios e impulsarnos en la vida para cumplir el propósito de Dios. La consolación del Espíritu Santo nos resucita y nos pone de

pie una vez más.


Tiempo atrás, escuché la historia de una mujer que dio a luz un bebé que no respiraba, después

de pasados algunos minutos. Médicamente estaba muerto. El doctor, con suma tristeza, le dijo a aquella mujer que su bebé había nacido sin vida. Ella, entre lágrimas, le dijo al médico que al menos la dejara sostenerlo en sus brazos por un rato. El doctor insistió en que era inútil.


Sin embargo, ella insistió en cargarlo entre sus brazos. Cuando lo abrazó, lo llenó de calor, le cantó una canción, frotó su pecho, y le dijo: “Bebé, ¿por qué no vives y me haces la mujer más feliz del mundo? No me dejes bebé, yo te amo desde hace mucho tiempo. Tenemos toda una vida por delante”. Esta escena duró por algunos minutos.


Para asombro de todos en aquella sala, abruptamente el bebé comenzó a llorar y a moverse. Se trata de un milagro. Aquel bebé, sostenido por los brazos de su madre, pudo vivir y más tarde llegó a ser un niño muy sano. Algo similar sucede en nuestra vida cuando el Espíritu Santo nos consuela. Con las promesas de Dios nos alienta, nos impulsa y nos hace vivir, aunque estemos derrotados y debilitados.


En tercer lugar, la palabra “consolación” significa corrección e instrucción. No es bueno que un niño nunca sea corregido por sus padres. Si los padres no le instruyen y le corrigen, aquel niño crecerá siendo egoísta e indisciplinado. Así mismo, El Espíritu Santo nos corrige, nos instruye y nos endereza si vamos por un camino equivocado.


Para que podamos ser sanados del quebranto del corazón y podamos sobrellevar las pequeñas y grandes cargas de la vida, necesitamos depender diariamente del poder del Espíritu Santo. Cuando acudimos a Él reconociendo su poder y autoridad en nuestras vidas, él nos da una perspectiva correcta de la vida, nos ayuda a entender las aflicciones y nos impulsa a salir adelante.


Muchas personas, cuando sufren o experimentan situaciones traumáticas acuden al psiquiatra. Esta persona cumple la función de alguien que ordena los pensamientos y ayuda a racionalizar el dolor. La psiquiatría es la ciencia que se encarga del tratamiento de las enfermedades mentales.


No obstante, nosotros contamos con la ayuda de Aquel que diseño el alma humana y conoce perfectamente su funcionamiento: El Espíritu Santo. Job 33:4 dice: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida”. En un sentido muy respetuoso, podemos decir que tenemos al psiquiatra por excelencia. Es decir, el Espíritu Santo ordena nuestra mente, alivia nuestras cargas, nos consuela y nos anima.


Jesucristo hoy está con nosotros, liberándonos y sanándonos por medio del Espíritu Santo, el Consolador. Recibamos por fe la sanidad del corazón quebrantado y seamos libres de la amargura y la ansiedad. Cristo murió en la cruz, con brazos abiertos, para recibir a todos aquellos que vienen ante Él en busca de ayuda y sanidad. Cuando estamos situados bajo aquella cruz, el Espíritu Santo viene a nosotros, nos consuela y nos levanta.


Ahora mismo podemos ser libres de todo quebranto por la obra del Espíritu Santo. Dé la bienvenida a su glorioso ministerio de sanidad, ayuda, impulso y corrección. No iniciemos el día sin antes habernos puesto en sus manos y haber pedido su gracia abundante. Entonces, cuando nuestra vida esté llena de la comunión con el Espíritu Santo, podremos hacer frente a toda

adversidad y saldremos victoriosos.



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