Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (Fillipenses 4:8)
La Palabra de Dios tiene un extraordinario poder transformador y renovador. Todos aquellos que se acercan a ella, no importando que vengan destrozados o quebrantados mentalmente o emocionalmente, podrán ser restaurados al entrar en contacto con ella. La Palabra de Dios es la esperanza para el hombre en medio de este mundo caótico y desesperado.
Cada hijo de Dios tiene un llamado especial de parte del Señor para cuidar su mente y su corazón. En el principio, Dios le entregó un huerto a Adán llamado Edén. En este jardín, Dios le dijo al hombre que lo trabajara y lo protegiera (Génesis 2:15). La palabra “labrar” significa trabajar y cultivar. Es decir, Adán tenía la responsabilidad de trabajar diariamente en ese jardín. Esta es, asombrosamente, la misma palabra que usa el apóstol Pablo en Romanos 8:6 que es "ocuparse".
Por otro lado, Dios le dijo a Adán que cuidara y guardara el Edén. Pero, ¿de qué debía cuidar ese precioso lugar que Dios le dio al hombre? El Señor puso a Adán en el huerto como la antítesis de Satanás. El hombre debía resistir, presionar y expulsar al maligno a partir de la autoridad que Dios le había conferido. Este es el significado de la palabra “guardase” de Génesis 2:15.
En cierto sentido, y de un manera muy similar, Dios nos ha dado a cada uno de nosotros un jardín. Ese huerto precioso es el corazón y la mente. Y a diario tenemos que trabajar en este lugar y a su vez lo tenemos que guardar de la influencia del maligno. Todavía, el día de hoy, los que han sido redimidos por la sangre de Jesús tienen que hacer frente a la opresión del maligno y echarlo fuera mediante la Palabra de Dios, el poder del Espíritu Santo y la oración.
El cuidado de la mente consiste en dos aspectos primordiales. Primero, en el gran esfuerzo por erradicar los malos pensamientos y desarraigar las ideas erróneas, tales como el temor, la inferioridad, la culpabilidad, la ansiedad y el rencor. Pero el trabajo del cuidado de la mente no está completo hasta que hemos sembrado los nuevos pensamientos en ella. Uno puede invertir mucho tiempo erradicando un mal pensamiento pero si en su lugar no siembra uno nuevo, la hierba mala del pecado echará raíces de nuevo.
El Señor Jesús habló en una de sus parábolas acerca de un espíritu malo que sale de un hombre. Él usó este ejemplo para ayudarnos a comprender una verdad espiritual. En Mateo 12:43. En este pasaje, el espíritu inmundo se refiere a la influencia de Satanás en una persona por medio de los pensamientos. El título que el Señor le da al espíritu es “inmundo”. En el idioma original significa: “contagioso e infeccioso”. Es decir que, la obra de los malos espíritus, es una obra de contagio e infección.
Por ejemplo, una persona que está siendo influenciada por el espíritu inmundo del chisme o la murmuración, cuando habla con otras personas, quienes le oyen, corren el riesgo de infectarse también. Más tarde se encontrarán hablando y pensando como ella. O cuando una persona está infectada por el espíritu inmundo de la lujuria, arrastrará a otros a ese mismo pecado. Y así, sucesivamente con otros malos pensamientos y pecados.
Para erradicarlos de nuestra vida es necesario rendirnos ante Jesucristo. El hombre no tiene el poder para enfrentar al reino de las tinieblas por su propia cuenta, sino que necesita la ayuda del Señor Jesús para vencer. Reconocer a Jesucristo como Señor y suficiente Salvador es el primer paso para vencer sobre el mal.
La parábola continúa diciendo que, el espíritu inmundo, al no encontrar reposo dice: “volveré a mi casa” (v. 44). Al llegar, encuentra orden y limpieza. Pero los malos espíritus nunca están contentos con algo así. En esta parábola, el Señor está usando esta dramatización para revelarnos un secreto espiritual. ¿Cuál es? Es el secreto de mantener, no solo el corazón y la mente alejados de los malos pensamientos, sino de llenar la mente con las cosas correctas.
En esta ilustración, cuando los malos pensamientos no son sustituidos y remplazados con nuevos pensamientos, santos, justos, puros, dignos, entonces, esos pensamientos erróneos siembran y plantean peores ideas y razonamientos. Y por ende, la condición de la persona viene a ser peor (v. 45).
A partir de la siguiente semana, quiero invitarlos a erradicar los malos pensamientos y sembrar los nuevos. Después de que hayamos ido a la iglesia el domingo y hayamos adorado a Dios en nuestra iglesia local, los esperaré el lunes para meditar sobre los nuevos pensamientos que la Palabra de Dios nos invita a sembrar.
¿Cuál es la medida que debemos usar para nuestros pensamientos? Eso es lo dicho por Pablo en Filipenses 4:8-9. Al tener esta clase de pensamientos, la gracia de Dios y su paz rebosarán en nuestra vida. Entonces, grandes milagros sucederán a nuestro alrededor.
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