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Foto del escritorMarlon Corona

Perdón y felicidad

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores (Mateo 6:12).

Se cuenta la historia de cierto emperador chino, que cuando le avisaron que en una de las provincias de su imperio había una insurrección, dijo a los generales de su ejercito y a los soldados que le rodeaban: “Vamos. Síganme. Pronto destruiré a mis enemigos.” Cuando el emperador y sus tropas llegaron a donde estaban los rebeldes, él trató con amabilidad y comprensión a éstos, quienes, por gratitud, se sometieron a él nuevamente.

Todos los que formaban el ejercito del emperador pensaron que él ordenaría la inmediata ejecución de todos aquellos que se habían sublevado contra él; pero se sorprendieron en gran manera al ver que, en su lugar, el emperador trataba con misericordia y hasta con cariño a quienes habían sido rebeldes.

Entonces, uno de sus generales preguntó con enojo y un tono molesto al emperador: “¿De esta manera cumple su Excelencia la promesa que nos hizo? Su majestad dijo que veníamos a destruir a sus enemigos. Pero en cambio los ha perdonado a todos, y a muchos hasta con cariño los ha tratado.

Entonces el emperador, con actitud generosa y tranquila, dijo: “Les prometí destruir a mis enemigos; y todos ustedes ven que ya nadie es enemigo mío: a todos los he hecho mis amigos.”

El Señor no solamente nos dice que oremos por nuestras necesidades o que pidamos el reino de Dios sino que Él quiere que vayamos más allá y que nuestra vida desborde de armonía y felicidad. Para vivir una vida armoniosa como tal, hay un requerimiento especial: el perdón del pecado y la ofensa. Por eso, el Señor nos dijo que oráramos perdonando a otros (Mateo 6:12). Esta es una oración muy importante que tenemos que hacer. Y es esta, la oración que nos trae felicidad.

En el momento en que creímos en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, nuestros pecados fueron perdonados, y recibimos la salvación. Sin embargo, mientras vivimos en este mundo, cometemos pecados en nuestra vida diaria y siempre necesitamos ser perdonados. No hay persona perfecta en el mundo. Por lo tanto, hay conflicto en las relaciones humanas. Hay peleas y problemas entre el esposo y la esposa, entre padres e hijos y también con el prójimo.

Si usted suele pensar en sus relaciones personales: “Yo estoy en lo correcto, y tú estás equivocado”, y vive con una conciencia de superioridad, la distancia en esas relaciones interpersonales crecerá cada vez más, y finalmente será muy pesimista con respecto a todo el mundo. Se convertirá en una persona elitista con la que nadie desea tratar. Sus amistades serán falsas, pues estarán fundamentadas en lo material y en lo superficial. En consecuencia, no será una persona feliz.

Por lo tanto, así como experimentamos el perdón de pecados y a gracia de Dios cada día, nosotros debemos perdonar las ofensas de nuestro prójimo. El Señor Jesús nos dice claramente en Mateo 6:13-14: que debemos perdonar. Solo cuando perdonamos los pecados de otros y sus ofensas hacia nosotros, nuestros pecados pueden ser perdonados por Dios. Y solo así podremos vivir en armonía en nuestras relaciones humanas.

Muchas personas no han comprendido que el perdón no es una causa sino un efecto. Es decir, el perdón es una consecuencia. ¿A qué me refiero? Pablo dijo algo muy importante en Efesios 4:32. Solo cuando hemos sido perdonados y hemos tenido un encuentro con la gracia divina, estamos en condiciones de perdonar a nuestro ofensor, servirlo, bendecirlo y amarlo.

Mucha gente no se explica porque no puede tener una relación de paz y bendición con Dios. Por más que han orado, no sienten que su comunión con Dios sea restaurada. Esto se debe a que no han perdonado a su prójimo, ni lo han tratado con misericordia. Existe una asombrosa relación entre el perdón y la felicidad. Aquel que perdona, llega a ser feliz.

Si sus oraciones todavía no han sido contestadas, y usted ha orado por mucho tiempo, entonces escudriñe su corazón para ver si ha hecho algo para convertirse en el enemigo de su prójimo. Verifique que no haya indicios de rencor y odio en usted, y vea si ha perdonado a su prójimo (Mateo 5:43-45). En el momento en que usted ora por su enemigo y lo bendice, el perdón fluye naturalmente de usted y recibe una gracia asombrosa para superar el odio y el resentimiento.

Si aparece algún impedimento de ese tipo, perdone a esa persona ahora mismo. Entonces la falsa acusación de Satanás que ha estado bloqueando el gran poder de Dios desaparecerá como la niebla y sus oraciones serán contestadas con asombrosas bendiciones y milagros.

Es muy difícil practicar esto por nosotros mismos, pero con la ayuda del Espíritu Santo será fácil, y lo haremos con gozo.

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