Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias (Filipenses 4:6).
Casi todos, en alguna ocasión, hemos escuchado la frase: “Déja todo en manos de Dios”. Ya sea que nosotros la hayamos dicho o que hayamos escuchado a alguien decirlo, hemos tenido contacto con esa frase. Cuando alguien tiene un problema, cuando alguien no sabe qué hacer, no falta quien le diga: “Déjalo en manos de Dios”. Sin embargo, ¿qué significa esta frase? ¿Qué queremos decir con esto?
Dejar todo en manos de Dios no significa desatendernos de las cosas y esperar que todo se resuelva por sí solo. No es, tampoco, ser haraganes o vivir una vida desentendida. Hay quienes piensan: “Como Dios se va a hacer cargo, ya no hace falta que trabaje” o “Puedo ser descuidado y mal administrado, al fin y al cabo, Dios suple”. Peor aún, decir “Que Dios se encargue” cuando yo no hago mi parte y soy perezoso.
Es un error pensar de esta manera. Dejar todo en manos de Dios no es adoptar una postura pasiva. Sino que se trata de tomar una postura activa y dinámica, que coopera con Dios en aspectos muy concretos y prácticos. Por ende, dejar algo en manos de Dios no es desatendernos, sino atendernos. No es vivir preocupados, sino ocupados.
Dejar algo en manos de Dios consiste en cuatro aspectos principales. A partir del día de hoy, quiero compartir con ustedes estos aspectos para que juntos aprendamos a poner todo en manos de Dios, paso a paso. De esta manera, al aplicar estos aspectos, podremos gozar de una abundante paz y Dios nos regalará una confianza renovada.
El primer aspecto del que quiero hablar con ustedes para dejar en manos de Dios una situación consiste en orar confiando en Jesucristo. Toda carga, todo problema o toda situación que vaya a ser encomendada a Dios debe comenzar por ser entregado en oración. El apóstol Pablo nos enseñó sobre este primer aspecto en Filipenses 4:6-7.
La frase “sean conocidas vuestras peticiones” significa que vengamos ante el Señor y le presentemos nuestra situación. Con esto, Pablo se refiere al acto de presentar un caso ante un juez o al acto de presentar una queja delante de un rey. En ambos casos, el asunto es llegar a la certeza, por medio de la oración, de que Dios tiene el control. No oramos para pedirle a Dios que tome el control. Oramos para recordarle al corazón que Dios YA tiene el control.
Además, oramos, no para cambiar la voluntad de Dios o para mover a Dios a hacer algo que Él no quiere. Oramos para rendirnos al propósito de Dios y para recordarnos que nuestro Padre es Soberano. A menudo, las personas, en lugar de entrar en la voluntad divina quieren hacer entrar a Dios en su propia voluntad egoísta y codiciosa, por medio de la oración. Eso es un error.
La clave para una vida fortalecida, poderosa y confiada, consiste en aprender a orar por cada situación de la vida. Orar para recobrar la seguridad de que Dios es Todopoderoso, Soberano y Providente.
En mi ministerio, he comprendido que, para que las cosas funcionen y marchen bien, debo orar. A lo largo de estos casi 6 años en los que he sido pastor, he tenido muchos problemas, muchas carencias, muchas aflicciones y barreras que, humanamente, me parecían imposibles. Pero desde el principio aprendí que debía orar.
Cuando comencé a pastorear en la casita, no teníamos sillas en dónde sentar a las personas que venían. Cada vez, eran más personas y yo como pastor no tenía dónde acomodarlas. Esto, desde luego, me preocupaba porque como pastor no puedo ser indiferente a las necesidades de mi gente. Así que hice de esa situación un motivo de oración.
Entré en mi habitación, me arrodillé y comencé a orar. Como mi fe estaba en desarrollo, solo le pude pedir al Señor 15 sillas. Oré delante de Él y le pedí: “Dios, dame 15 sillas”. En esa oración, alabé su nombre porque Él es bueno, fiel y misericordioso, le declaré mi confianza y rendición a Él. Y en un momento determinado, sentí que la fe entró en mi corazón como un rayo. Dios me dio la fe de 15 sillas. Y a partir de ese momento comencé a esperarlas.
A la semana siguiente, después de una reunión, una pareja se me acercó y me dijeron que querían donar algunas sillas para la iglesia. Las trajeron con mucha alegría y después se fueron. De pronto, me quedé solo frente a las sillas. Asombrosamente, eran 15 sillas exactamente, tal y como las había pedido en cantidad. A partir de entonces comprendí: “Tengo que traerlo todo ante Dios”.
Ustedes pueden traer a Dios toda situación. Los libros, la renta, los vestidos, la comida, todo. Y pueden tener la seguridad de que Él tiene la situación en sus manos. Una seguridad como esta solo se puede adquirir por medio de la oración. No se consigue viendo tele ni estando en el celular, sino solo orando. Solamente en la oración podemos adquirir seguridad, confianza, esperanza y fuerzas nuevas. Nada alienta tanto la confianza en Dios y la esperanza como la oración.
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