"Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco." (Éxodo 14:15-16)
Mi abuela, es una mujer de oración. Muchas veces durante mi infancia la escuché orar y clamar a Dios. Incluso, un día la vi arrodillada en su habitación orando a Dios. Ella siempre se caracterizó por su fe y confianza en Dios.
Puedo decir que de ella he aprendido a depender de Dios y a esperar en Su providencia. Ella, ha tenido mucho que ver en mi crecimiento espiritual y en mi desarrollo como pastor. Siempre que he necesitado consejo u oración, ella ha estado ahí para brindarme su ayuda.
Creo que la oración es uno de los aspectos más importantes en la vida de un creyente. Quizá una de las razones por las que enseño tanto acerca de orar es porque tuve un gran ejemplo en mi abuela.
Cuando era niño, en casa de ella, había un cuadro pequeñito, situado en una de las paredes, que tenía el dibujo de unas manos unidas y debajo tenía escrito el pequeño versículo de 1 Tesalonicenses 5:17, que dice: “Orad sin cesar”.
Esta pequeña frase fue dicha por el apóstol Pablo a la iglesia en Tesalónica con la finalidad de que aquellos creyentes no olvidaran la importancia de mantenerse orando. Es también un recordatorio para cada uno de nosotros acerca de no subestimar el tiempo de oración.
En este pasaje, Pablo no está diciendo que pasemos todo el día, las 24 horas, encerrados en una habitación, de rodillas. Tal cosa no solo sería imposible sino infructuosa.
El apóstol se refiere, obviamente a tener tiempos de oración privados, pero de igual forma vivir con una mente de oración. Es decir, que en todo lo que hacemos nuestra mente esté unida al Señor. En otras palabras, que nuestros pensamientos no se separen de la comunión con Dios.
Cuando vamos al trabajo, nuestra mente debe alabar y agradecer a Dios. Cuando pasamos tiempo con nuestra esposa o nuestra familia, debemos estar pensando en glorificar a Dios y honrarlo. A lo largo del día, debemos estar unidos a Dios en nuestros pensamientos. Esto es orar sin cesar.
No obstante, esta es tan solo una parte de nuestra responsabilidad como cristianos. Existe un segundo paso que debemos dar.
En la vida de toda persona, llega el momento en el que tiene que tomar una decisión importante. Emprender un negocio, contraer matrimonio, ir a vivir a algún lugar, quedarse quieto o avanzar en una dirección.
Todo el tiempo estamos expuestos a tomar decisiones que nos definen como personas. Por una parte debemos orar por tales decisiones, pero por otra debemos actuar y ser decididos.
Esto podemos verlo en la vida de Moisés. Después de resaltar al pueblo de Israel la importancia de no temer y estar firmes, tuvo lugar un evento memorable en la vida de Moisés.
En Éxodo 14:15-16 leemos lo siguiente: “15 Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen. 16 Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco”.
Moisés acaba de decirle al pueblo que confíen en Dios y permanezcan firmes, sin retroceder. Sin embargo, este pasaje nos indica que Moisés pudo haber tenido un momento de oración en el que pedía que Dios obrara. No obstante, Dios le respondió que no era momento de orar, sino de actuar.
La frase “¿por qué clamas a mí?” indica que es el momento de la acción. Como hijos de Dios debemos conocer la diferencia entre el momento de orar y el momento de actuar. En el momento de la oración, debemos postrarnos ante Dios, derramar lágrimas y clamar buscando Su rostro.
Sin embargo, en el momento de actuar, debemos obedecer a Dios sin reservas y hacer lo que la Palabra de Dios nos indica. Entonces, ¿qué debemos hacer en el momento de actuar y accionar?
En ocasiones, al igual que Moisés, nos encontramos frente al Mar Rojo de la vida. Ese mar puede ser una situación familiar adversa, un problema económico, una enfermedad que nos destruye o una depresión y tristeza que se anidaron en el corazón. El Mar Rojo para usted es la situación adversa que está ante sus ojos.
En ese momento, el Señor nos dice: “Avanza, marcha, ve hacia adelante”. El Señor nos manda encarar el problema y no huir de él. Hasta ese momento en la historia, el Mar Rojo no presentaba ningún tipo de cambio o alteración. Nada parecía estar sucediendo. No obstante, Dios dijo: “Marchen”.
Esa marcha hacia adelante no es otra cosa sino el acto de obediencia a Dios. Hoy en día, muchos le están pidiendo a Dios “Señor, sáname de esta enfermedad”, “Señor, bendice mi negocio”, “Dios, ayúdame a superar este problema familiar”.
No obstante, después de orar, en muchos de los casos, no hay una acción concreta ni hay obediencia. Si usted le pide al Señor que le sane de una enfermedad, debe marchar en fe. Debe asistir a la iglesia y comenzar a servir a Dios. Si le pide al Señor que bendiga sus negocios, debe igualmente marchar en fe y obedecer pagando los diezmos y las ofrendas al Señor.
Así mismo, si le pide a Dios que le libre de la depresión, acto seguido debe marchar en obediencia y debe rendirle su vida. La respuesta de Dios es la misma: “Marcha”. Solamente cuando marchamos y nos extendemos hacia adelante, podemos presenciar un asombroso milagro.
Tenemos que avanzar, aunque no veamos ni escuchemos nada, y aunque nuestras manos no palpen evidencia alguna. No importando que el camino se vea oscuro como el crepúsculo, tenemos que avanzar en el Señor y entonces, el milagro del Mar Rojo tendrá lugar.
¿Qué sucedió cuando el pueblo comenzó a marchar y entraron en el agua? La Biblia nos dice lo siguiente: “Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas” (Éxodo 14:21).
El Dios de la Biblia obra poderosos milagros cuando Su pueblo avanza en obediencia delante de Él. Si usted quiere presenciar aquellos mismos milagros que sucedieron en el desierto, entonces, después de orar, debe avanzar. Esta es la dinámica bíblica que debemos seguir.
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