"No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia qué ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya." (Salmos 91:5-6)
Agustín de Hipona, dijo que el temor es la ausencia de Dios. Naturalmente, el temor surge cuando nos apartamos de Dios y comenzamos a llevar una vida de pecado y desobediencia.
Al igual que Adán y Eva cuando pecaron, fueron invadidos por la preocupación y el miedo, así también sucede en nuestras vidas cuando nos apartamos del Señor y vivimos en pecado. El temor frustra nuestra vida y nos arrastra a la ruina.
Existe un terrible peligro al vivir con temor en nuestros corazones. La Biblia nos enseña que el temor puede convertirse en una realidad.
El ejemplo más claro que tenemos en la Biblia al respecto es el de Job. Él era un hombre que había prosperado y disfrutaba de una vida pacifica. No obstante, debido a los temores que acumuló en su corazón, su vida se encaminó a la ruina.
La Biblia dice: “Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía” (Job 3:25). De modo que aquella persona que vive presa de un temor opresivo, está atrayendo a su vida la destrucción y la ruina.
Muchas personas viven imaginando lo peor. Se imaginan a sí mismos fracasando, en la pobreza, en la tragedia, en medio de un accidente o un evento desalentador. Más tarde, aquellos temores se vuelven realidad en sus vidas.
Cuando albergamos en nuestro corazón pensamientos negativos, imaginaciones destructivas y temores, tarde o temprano veremos reflejado ese negativismo en nuestra realidad.
Por lo tanto, debemos evitar el temor, la ansiedad, la preocupación y los pensamientos negativos y destructivos. Sin remover el temor del corazón es prácticamente imposible avanzar y tener éxito.
Los especialistas afirman que, más que nunca antes, el hombre es un ser que padece a causa de la enfermedad mental. Dentro de las enfermedades mentales que destruyen la vida de una persona, se encuentran la depresión, la soledad y el rencor. Sin embargo, una de las más terribles enfermedades de la mente es el temor.
Estudios recientes confirman que la gente está temerosa frente al divorcio, la enfermedad, la bancarrota, la crisis global, y teme al abandono, a la soledad y al fracaso.
¿Cómo podemos deshacernos del temor que destruye la vida? ¿Cómo podemos vencer este terrible oponente de la felicidad? En el Salmo 91:5-6 encontramos una asombrosa promesa de parte de Dios para vencer sobre el temor.
Dice de esta forma: “No temerás el terror nocturno, ni saeta que vuele de día, ni pestilencia que ande en oscuridad, ni mortandad que en medio del día destruya”.
El temor nocturno se refiere al temor a un evento negativo o a una tragedia. La saeta que vuela de día se relaciona con circunstancias de la vida que caen sobre nosotros de manera sorpresiva.
La pestilencia que anda en la oscuridad puede ser un accidente o un evento inesperado. La mortandad se refiere a la muerte y todo lo relacionado con ella.
La única manera en la que podemos vencer esta clase de temores es volviéndonos a Dios de todo corazón, arrepintiéndonos de nuestros pecados y confiando en Él.
En la Biblia, está escrito lo siguiente: “Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; y por ello te vendrá bien. Toma ahora la ley de su boca, y pon sus palabras en tu corazón. Si te volvieres al Omnipotente, serás edificado; alejarás de tu tienda la aflicción” (Job 22:21-23).
Si queremos deshacernos del temor, el primer paso que debemos dar es el de volver a Dios. El temor, la angustia y la infelicidad solo tiene poder en nosotros cuando nos apartamos de Dios. Por eso, debemos volvernos a Dios.
Esto es posible por medio de Jesucristo, quien dió su vida en la cruz por nosotros. Al creer en Él y recibirlo como Señor, una fuerte confianza viene a nuestro corazón. Entonces, podemos deshacer los efectos del temor.
Cristo Jesús vino hace dos mil años a este mundo y caminó entre nosotros. Después de su muerte, resucitó al tercer día y demostró ser el Hijo de Dios.
Él nos dejó una promesa: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Juan 14:27).
Así que, cuando usted y yo venimos ante Jesucristo, nos arrepentimos de nuestros pecados y ponemos nuestra confianza en Él, la paz desciende sobre nuestro corazón y entonces tenemos confianza para enfrentar la vida.
Hoy mismo, crea en Jesús y recíbalo como Señor y suficiente Salvador. Entonces, el temor se irá de su corazón y usted tendrá el poder para continuar y avanzar en esta vida, hasta tener éxito.
El apóstol Santiago escribió: “Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones” (Santiago 4:8).
Esto significa que Dios está dispuesto a recibirnos si tan solo nos volvemos a Él. Para ello, debemos limpiar nuestras manos de toda obra pecaminosa y de toda rebeldía que hayamos estado practicando.
Además, de acuerdo con Santiago, debemos purificar nuestros corazones. Esto indica que debemos ser personas de una sola decisión y una sola convicción. No debemos estar divididos interiormente entre Dios y el mundo, o entre Dios y los placeres. Debemos tomar una decisión. Ese es el significado de purificar el corazón.
Por otro parte, el apóstol Juan escribió lo siguiente: “18 En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor. 19 Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero” (1 Juan 4:18-19).
La única manera en la que podemos vencer el temor y deshacer los pensamientos negativos y derrotistas es creyendo en Jesucristo y viniendo a estar bajo su señorío. Cuando así lo hacemos, el perfecto amor de Dios cubre nuestras vidas y el temor es disipado como la niebla.
Usted puede estar seguro del amor de Dios porque es Él quien ha dado el primer paso para acercarse a usted. No fuimos nosotros quienes buscamos a Dios, fue Él quien nos buscó a nosotros.
Para que podamos vencer el temor destructivo y podamos vivir en una plena libertad, primero tenemos que recibir el amor de Dios en nuestra vida. Cuando así sucede, somos fortalecidos para tener fe y esperanza. La gracia de Dios llena nuestros corazones y las cadenas de la ansiedad se caen.
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