"Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: «Maldito todo el que es colgado de un madero»." (Gálatas 3:13) Conservar en nuestro corazón pensamientos correctos es fundamental para que nuestra alma descanse. Si los pensamientos que dejamos que se aniden en nosotros solo son pesimistas, derrotistas y fracasados, entonces, nuestra alma vivirá en una prisión de angustia y desesperación. Por lo tanto, resulta fundamental llevar nuestra mente a un lugar en el cual podamos beber el agua de la esperanza. Esto dará como resultado una vida positiva y optimista. Entonces, ¿a dónde podemos ir a beber el agua de la esperanza? ¿En dónde está la fuente que puede dar confianza y esperanza a nuestra mente? Ese lugar es la cruz de Jesucristo. Esto es así porque En Cristo, nuestra realidad es transformada. Pensar de manera positiva y ser optimistas, es tener la certeza de que Dios está verdadera y absolutamente con nosotros. Si usted tiene esta clase de convicción, perderá el temor a la vida y al futuro, por más que se encuentre ante un fracaso o una frustración. Para aquel que viene a la cruz y deja que su mente se llene de la redención ofrecida por Cristo, no hay desesperación. Para nosotros los cristianos, la victoria está apoyada en la base de la obra de Cristo. Es decir, nuestro éxito tiene como fundamento la obra que Jesús realizó. Dios nos bendice, nos da ese “plus” que nos revitaliza, a fin de guiarnos hacia una vida positiva. Nunca lo olvide, le pido, En Cristo y solo en Él, nuestra realidad es transformada. En el principio, por causa del pecado, el hombre recibió tres maldiciones. De acuerdo con Génesis 3:17 el hombre recibió una maldición en su entorno. El pasaje dice así: “Al hombre le dijo: Por cuanto le hiciste caso a tu mujer, y comiste del árbol del que te prohibí comer, ¡maldita será la tierra por tu culpa! Con penosos trabajos comerás de ella todos los días de tu vida”. No es que el plan de Dios fuera maldecir la tierra. Esto vino como resultado del pecado. El versículo 18 dice así: “La tierra te producirá cardos y espinas, y comerás hierbas silvestres”. Desde la aparición del pecado en escenario mundial, el hombre se ha visto forzado a vivir rodeado de los cardos y los espinos de la maldición. Una espina es muy dolorosa. Esto representa el sufrimiento por causa de la pobreza, la confusión y la opresión. Humanamente, el hombre no puede deshacer los cardos de la maldición. Ciertamente, esta es una condición desesperante. Sin embargo, el hombre se ve envuelto en una segunda maldición. Génesis 3:19 dice así: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás”. El Señor le declara, nuevamente como resultado de su propio pecado, que la tierra que antes era su fuente de gozo, ahora será una causa de opresión. No obstante, esta segunda maldición se enfoca en las palabras: “Porque polvo eres, y al polvo volverás”. La interpretación rabínica de esta porción se refiere a la enfermedad que desgastará el cuerpo hasta llevarlo a la tumba. Es decir, el hombre padecerá de enfermedades y debilidades que le afligirán y le desgastarán hasta la muerte. Actualmente, el hombre vive como presa de la maldición del a enfermedad y la debilidad. Todos nos vamos desgastando físicamente, nos debilitamos y finalmente somos arrastrados a la tumba. Aunque la ciencia médica combate con todas sus fuerzas, no ha podido resolver completamente el problema de la enfermedad. Aún hoy, cientos de miles mueren como resultado de terribles enfermedades. Sin la necesidad de ir muy lejos, el COVID-19 ha hecho estragos a lo largo y ancho del mundo sin que, al momento, pueda ser contenido. A pesar de todo lo anterior, existe una tercera maldición que el hombre recibió como resultado de su pecado. En Génesis 3:23 se describe lo siguiente: “Entonces Dios el Señor expulsó al ser humano del jardín del Edén, para que trabajara la tierra de la cual había sido hecho”. ¿Sabe usted cuál es el significado de la palabra “Edén”? Significa gozo, felicidad y plenitud. En un principio, el hombre tenía paz abundante y un gozo indescriptible, pues disfrutaba de la presencia de Dios y tenía todas sus necesidades suplidas. No obstante, después de la caída, el hombre fue expulsado del huerto de Dios, el cual es el huerto de la felicidad y plenitud. ¿Por qué cree usted que la humanidad se esfuerza por todos los medios de ser feliz? ¿Por qué todas las personas vienen al mundo con un deseo nato de ser felices? Porque aunque el hombre fue expulsado, todavía extraña el Edén. Como la persona que abandona su pueblo natal para viajar a la ciudad y, al verse rodeado de edificios y ajetreo, suspira extrañando su lugar de origen, así el hombre echa de menos y anhela con todo su ser volver al Edén. Lo cierto es que, a pesar de todos sus esfuerzos, el hombre vive en la desesperación, la depresión y la amargura. Estas son las tres maldiciones que el hombre recibió en el principio, como resultado de su pecado: Primero, rueda y destrucción en el mundo que le rodea. Segundo, enfermedad y debilidad física. Tercero, amargura, depresión y destrucción emocional. Ante esta realidad, el Hijo de Dios, Jesucristo, vino al mundo hace dos mil años para deshacer el poder de la maldición y ofrecer a los hombres restauración y vida nueva. Por lo tanto, todo aquel que recibe a Jesucristo, el autor de la vida y vencedor de la muerte, es liberado de las tres maldiciones generadas por el pecado. Podemos afirmar con toda seguridad que En Cristo, nuestra realidad es positiva y absolutamente transformada. Gálatas 3:13 dice: “Cristo nos rescató de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros, pues está escrito: Maldito todo el que es colgado de un madero”. Y añade en el versículo 14: “Así sucedió, para que, por medio de Cristo Jesús, la bendición prometida a Abraham llegara a las naciones, y para que por la fe recibiéramos el Espíritu según la promesa”. Cuando nos acercamos a Cristo en fe y le reconocemos como Salvador personal, toda maldición se rompe definitivamente en nuestra vida. Esto se debe a que en la cruz, el Señor Jesús cargó la maldición y derramó su sangre para redimirnos y liberarnos. Efesios 1:7 declara que: “En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia”. Toda maldición es removida y nos es concedida la Triple Bendición de Jesucristo. ¿Cuál es esa Triple bendición que debemos creer y que debe llenar nuestra vida el día de hoy? Se encuentra en 3 Juan 1:2. Dice de esta forma: “Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente”. Esta es la bendición triple. El Señor nos declara: “Quiero que te vaya bien en todos tus asuntos”. A partir de ahora, los que están en Cristo, deben abandonar una mentalidad frustrada y perdedora, y deben aferrarse a la prosperidad en todas las cosas. Esto implica creer que nos irá bien, saldremos adelante, tendremos éxito en todos los aspectos para la gloria de Dios. Además, el Señor nos dice: “y goces de buena salud”. Dios quiere que le conozcamos como nuestro Sanador. Debemos aferrarnos a la esperanza de la sanidad divina. Debemos creer que Aquel que ha sanado nuestras almas, sanará también nuestros cuerpos. Mire lo que dijo Pedro (2:24): “Él mismo, en su cuerpo, llevó al madero nuestros pecados, para que muramos al pecado y vivamos para la justicia. Por sus heridas ustedes han sido sanados”. Por las heridas de Cristo recibimos sanidad. Crea que ya ha sido sanado. No acepte la enfermedad como su destino final. Yo voy de acuerdo. Si el Señor nos dice que debemos padecer enfermedad y que Él se glorificará en medio de ello, entonces debemos aceptar la enfermedad y pedirle su gracia para sobrellevarla y darle gloria. Sin embargo, si el Señor no nos lo indica como tal, debemos pelear en oración por la sanidad de nuestros cuerpos. Pues la sanidad es parte de la Triple Bendición en Cristo. Por otro lado, el Señor nos dice: “Así como prosperas espiritualmente”. Esto último se refiere a recobrar el gozo del Edén. Cuando creemos en Jesucristo, regresamos al Edén y se cumple la profecía de Isaías (51:3): “Sin duda, el Señor consolará a Sión; consolará todas sus ruinas. Convertirá en un Edén su desierto; en huerto del Señor sus tierras secas. En ella encontrarán alegría y regocijo, acción de gracias y música de salmos”. ¡Qué gran bendición! En Cristo, Dios recrea el Edén en nuestros corazones. A partir de este momento, brota un río de gozo, de felicidad y plenitud en nosotros. El día de hoy, llene su mente con la redención ofrecida por Jesucristo en la cruz. No nos engañemos a nosotros mismos con la falsedad de la superación personal, del humanismo y de la psicología que no proveen ninguna seguridad eterna. Más bien, miremos al Salvador, a Jesucristo. Llenemos nuestra vida con la redención que Él vino a ofrecernos. Pensemos siempre es la Triple Bendición que Cristo nos da al recibirle como Señor y suficiente Salvador. De esta forma, al pensar En Cristo, nuestra realidad será transformada. Quiero aprovechar para preguntarle, ¿ya tuvo un encuentro personal con el Autor de la vida? ¿Ya le ha rendido su ser y le ha recibido como Señor? No espere más. Crea en Jesucristo. Conviértase a Él. A partir de este día, viva como un cristiano que ama y sirve a su Señor. Recuerdo una historia que me ha conmovido muchas veces. Permítame relatársela. Tomado de la mano de su padre, un niño asistió a la iglesia un domingo. El padre estaba orgulloso de su hijo, quien recientemente había ingresado a la escuela primaria, y había aprendido el abecedario, la suma y la resta. No obstante, aquel día, el pastor predicó un mensaje bastante complejo y difícil de entender. El mensaje que contenía elementos filosóficos, históricos y teológicos era difícil de entender aún para el padre. En su incomodidad, trató de relajarse con unos movimientos leves, pero se sorprendió cuando observó que su hijo miraba atentamente el púlpito del pastor. El niño estaba quieto y muy atento. Con asombro, el padre solo atinó a pensar: “¡Qué niño más inteligente! ¡Entiende toda la predicación!” Luego de haber finalizado el servicio de adoración, y de regreso a casa, le preguntó a su hijo: “El mensaje de hoy fue muy complejo, pero vi que estabas muy atento. ¿Entendiste lo que dijo el pastor?” Para su sorpresa, el niño respondió: “Realmente no, papi. No entendí nada”. Algo frustrado, el padre dijo: “Entonces, ¿por qué estabas tan atento a las palabras del pastor?” El niño respondió: “Papá, no entendí el mensaje, pero sí capte el significado de la cruz que estaba dibujada en el púlpito del pastor. Me di cuenta que la cruz es igual al signo de la suma que aprendí en la escuela. Y llegué a la conclusión de que creer en Jesús es sumar”. Con la mano en la barbilla y los ojos mirando hacia arriba, el padre dijo: “¡Muy bien! Predicas mejor que el pastor. Correcto. He asistido a la iglesia durante muchos años, pero es la primera vez que me doy cuenta que creer en Jesús es vivir positivamente”. ¿Qué quiero decir con esto? Mire, la cruz, en términos matemáticos, es el símbolo de la suma. Es decir que creer en Jesús es sumar y y alcanzar más. Dios sumó el perdón en nuestras vidas pecaminosas, sumó la esperanza, sumó la victoria, sumó la sanidad de nuestras enfermedades y sumó la bendición del cielo en nuestras manos vacías. Si tan solo creemos en Jesús y ponemos toda nuestra esperanza en Él, nuestra realidad y nuestra vida serán transformadas. Romanos 5:17 dice lo siguiente: “Pues, si por la transgresión de un solo hombre reinó la muerte, con mayor razón los que reciben en abundancia la gracia y el don de la justicia reinarán en vida por medio de un solo hombre, Jesucristo”. Siendo pecadores, Cristo murió por nosotros. Esta es la misericordia de Dios. La Biblia dice que ahora estamos justificados ante Dios y nos da un título que no puede ser removido: “Reconciliados”. Aquel que cree en Jesús, ya se ha reconciliado con Dios. El pastor Spurgeon decía que la cruz es la reconciliación del hombre (el madero horizontal) con Dios (el madero vertical). Y que el significado de la cruz es la paz entre el Creador y su creación. Por ende, la persona que cree en Jesucristo llega a encontrarse en un estado de reconciliación y paz con Dios. Si usted construye su vida al rededor de Cristo, la Roca eterna, el único que murió en la cruz y resucitó al tercer día, entonces gozará de la abundante gracia de la reconciliación. También, experimentará la asombrosa bendición de la paz y el reposo del alma. Para vivir vidas positivas, optimistas y para encontrar descanso para nuestras almas, debemos venir a la cruz de Jesús con sinceridad. En Cristo, recibimos tres bendiciones: “Querido hermano, oro para que te vaya bien en todos tus asuntos y goces de buena salud, así como prosperas espiritualmente”. Reciba esta bendición en su vida el día de hoy y sea transformado por ella. Recuerde, En Cristo, nuestra realidad es transformada. #As #MeditacionesAscender2020 www.ascenderiglesia.com Si deseas recibir los audios de las Meditaciones Ascender en tu celular, únete a uno de nuestros grupos oficiales, dando click aquí: https://chat.whatsapp.com/CqGLnLFVaNjDg9YeLtQLF7 Si Dios ha puesto en tu corazón hacer una ofrenda o un donativo para impulsar las Meditaciones Ascender, puedes hacerlo desde aquí: https://www.ascenderiglesia.com/donaciones
top of page
bottom of page
Comments