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Foto del escritorMarlon Corona

Mi luz y mi salvación


Salmo 27:1

Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?



Se dice que la frase “no temas” aparece cerca de 365 veces en toda la Biblia, una para cada día del año. Es como si Dios nos quisiera decir a través de esto que nuestros días, en lugar de estar marcados por la duda o el temor, debieran ser días de esperanza y fe en Él y en su poder.


Lo cierto es que cada día tenemos la posibilidad de llenarnos de temor o de elegir la fe. Cada mañana debemos decidir cómo vamos a vivir ese día. Si al despertar decimos “Estoy solo; estoy perdido; no tengo a nadie que me ayude. No hay salida para mi situación”, entonces, de verdad estaremos perdidos.


Pero si nos levantamos de nuestra cama y decimos “No estoy solo; Dios dice en su Palabra que no debo tener temor porque Él esta conmigo”, entonces, aunque estemos viviendo un problema que parece insuperable, Dios nos ayudará y nos dará una salida.


Lo que quiero decir es que, tanto la confianza como el temor son una decisión que tomamos en nuestro corazón. Podemos elegir llenarnos de temor y ser pesimistas, o podemos elegir la confianza y la esperanza. La decisión es de cada uno.


Mire la declaración del salmista, que dijo: “Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras” (Salmo 73:28). Aquí podemos ver que este hombre tomó una decisión al decir: “En cuanto a mí”. Esto indica que su elección fue personal y definitiva: “Voy a acercarme a Dios; eso es lo mejor para mí”. De la misma forma, cada uno de nosotros debe asumir una postura en esta vida.


Quisiera preguntarle, ¿cuál es su decisión, mi hermano? ¿Qué va a elegir usted? Recuerde, la decisión es nuestra.


En el Salmo 27 el salmista David hizo una poderosa declaración de confianza que hace eco aun en nuestro días. Aunque él llegó a enfrentar situaciones desgarradoras y muchas veces vino a encontrarse en problemas que parecían no tener solución, adoptó una postura que lo siguió a lo largo de su vida.


Podemos leer sobre ella en el Salmo 27:1, que dice: “Jehová es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? Jehová es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme?” Permítame compartirle un poco acerca de estas palabras.


Primero, David afirma que el Señor es para él la luz. Esto tiene una importancia fundamental en la vida. Cuando una persona se encuentra en un lugar oscuro, aunque pueda palpar el entorno con sus manos, todavía estará confundido y se sentirá inseguro. Es cuando encendemos la luz que la incertidumbre y la confusión desaparecen. Lo mismo ocurre en la vida espiritual. Cuando no tenemos luz en nuestra vida, vagaremos por este mundo llenos de temores y dudas, sintiéndonos perdidos. Pero si la luz llega a nosotros, entonces las dudas y los temores desaparecen.


Ahora bien, si usted quiere tener la luz que vence a las tinieblas, no podrá encontrarla en las religiones del mundo, ni en el humanismo ni en la filosofía. Esta luz solo puede encontrarse en Jesucristo.


Juan 8:12 dice así: “Otra vez Jesús les habló, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Mis amados, las tenues luces que este mundo caído ofrece, como lo son la luz del materialismo o el humanismo, se apagan fácilmente y no pueden alumbrar nuestro camino. Son como una vela bajo una gotera. No pueden prevalecer.


Sin embargo, la luz de Jesucristo es diferente. Él es la luz del mundo y ha brillado con intensidad y poder desde la cruz del calvario, transformando cientos de vidas a lo largo de la historia. Cristo es la luz que trae confianza, alivio y nuevas fuerzas.


Cuando Cristo está con nosotros podemos enfrentar los problemas más complejos y podemos superar las aflicciones más dolorosas. Él es la luz y la salvación para los hombres, y fuera de Él no hay a dónde ir; todo es oscuridad y dolor.


Un anciano de nuestra iglesia se acercó a mí hace tiempo y me compartió su testimonio. Me relató como su vida había estado pavimentada por el pecado, los placeres y las riquezas. Con lágrimas en sus ojos me decía que todas estas cosas a las cuales él dedicó su vida, al final lo abandonaron. Su familia se destruyó, su corazón quedó roto y él perdió a todos.


Fue entonces que escuchó el mensaje de Jesucristo. Al final de su vida, cansado y herido, solo y en tinieblas, conoció a Cristo personalmente y, en sus propias palabras, todo su dolor y su amargura desaparecieron. Ahora, aunque es un anciano y ya no tiene fuerzas en su cuerpo, ha encontrado paz en Jesús y Él le está ayudando a reconstruir su vida.


No importa las tinieblas en las que hayamos vivido. No importa lo profundo que nos encontremos en el pozo de la desesperación. Si Cristo nos salva por medio de su precioso evangelio, podremos salir adelante en esta vida.


Yo lo invito a venir a Cristo el día de hoy. Él es la luz verdadera que alumbra el corazón y la vida. Si usted tiene a Cristo podrá enfrentar lo que venga en la vida. Él es luz y salvación para los que confían en su nombre.

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