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Foto del escritorMarlon Corona

Mi Hogar

Actualizado: 20 ene 2020

"Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, Al Altísimo por tu habitación". (Salmo 91:9)

El Dios de la Biblia es un Dios de absoluta y plena esperanza. En Romanos 15:13 está escrito lo siguiente: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. De modo que podemos decir con total certeza: Nuestro Dios es esperanza.

La esperanza es la cualidad que nos hace ver las cosas positivamente y nos ayuda a creer que la vida tiene abierta la posibilidad de cambiar. En otras palabras, la esperanza es creer que algo bueno viene en camino y que mejores cosas nos aguardan en el porvenir.

La esperanza de los hijos de Dios no es infundada o imaginaria, sino que se basa por completo en la bondad y misericordia de Dios. Debido a que nuestro Señor es bueno y amoroso, nos tiene reservado el bien y una gran bendición más adelante.

El mismo Dios declaró en labios del profeta Jeremías lo siguiente: “Haré con ellos pacto eterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en el corazón de ellos, para que no se aparten de mí” (Jeremías 32:40).

Ese pacto aquí mencionado, el cual es eterno, inquebrantable e inmutable, es el pacto de la sangre de Jesús. Significa que aquellos que creen en Cristo y son limpiados por la preciosa sangre del Cordero, han entrado en el pacto eterno preparado y dispuesto por Dios.

¿Cuál es una de las garantías de este pacto inquebrantable? Entre las muchas bendiciones que nos son concedidas al creer en Cristo, Dios también nos otorga la plena seguridad de que Él hará y manifestará el bien en relación a nuestra vida.

Además, el temor, la reverencia y la adoración a Dios nos serán dadas en este pacto para que nunca nos apartemos de Él.

A veces, cuando hablamos de las promesas de Dios y de las bendiciones que Él ha declarado sobre nosotros, la duda nos asalta y nos hace preguntarnos: “¿Y si me llego a apartar de Dios y pierdo la bendición celestial?”

Sin embargo, el Señor declara que pondrá su temor en nuestras vidas con la finalidad de que nunca nos apartemos de Él. Por ende, Dios mismo nos cuida como el pastor a las ovejas y vigila nuestro camino, que no nos apartemos de Él.

Ya que el Dios de la Biblia, en el que nosotros creemos, es el Dios de la esperanza, esto significa que solo junto a Él podemos ver la vida de manera positiva y podemos esperar un cambio y un milagro.

El día de hoy, creamos firmemente en el Dios bueno, el Dios de esperanza, tengamos convicción en que Él transforma nuestras circunstancias. Creamos que un milagro sucederá en nuestra vida.

Nunca lo olvide, creer en el Dios de esperanza es tener la certeza de que la vida tiene la posibilidad de cambiar, y que lo que ahora estamos viviendo no es nuestro fin. Tengamos esta esperanza.

Poseyendo esta convicción, es posible tener éxito y prosperar, cambiando nuestra situación actual. No piense que su vida nunca experimentará un milagro.

En el Salmo 91:9-10, encontramos una asombrosa promesa de parte de Dios. Dice lo siguiente: “Porque has puesto a Jehová, que es mi esperanza, al Altísimo por tu habitación, no te sobrevendrá mal, ni plaga tocará tu morada”.

La expresión “al Altísimo por tu habitación” significa que Dios debe ser nuestro hogar, nuestro lugar de residencia, en donde nosotros descansamos y vivimos, y no solo un lugar ocasional o temporal.

El Señor debe ser nuestro refugio, nuestro amparo, nuestra fortaleza y nuestro aliento. Ese es el significado de que Dios sea nuestra casa.

En el contexto bíblico, tener un hogar representa tres cosas. En primer lugar, quien tiene un hogar tiene también identidad.

Así como al nacer en una familia y crecer en una casa provee identidad, del mismo modo, cuando el Señor es nuestro hogar nos sentimos fortalecidos e identificados con Él. Al sentirnos cerca de Dios, eso nos da una clara identidad de quiénes somos y por qué vivimos.

En segundo lugar, tener un hogar representa protección. Es decir, tenemos un lugar en el cual refugiarnos y protegernos de la lluvia, la nieve y el sol.

Una casa representa un lugar en el que podemos descansar y estar a salvo. De la misma manera, el Señor es el único que puede darnos descanso y alivio en esta vida tan ajetreada.

Por ultimo, tener un hogar nos provee confianza y seguridad. Dentro de las puertas de casa uno se siente confiado. En el hogar en donde reina el amor y la misericordia, predominan la confianza y la estabilidad.

Por lo tanto, hagamos de Dios nuestro hogar, nuestra habitación y vivamos confiados a su lado, sin temor ni desesperación.

Podemos declarar que Dios es nuestro hogar debido a Cristo, quien dio su vida en la cruz y abrió la puerta para que todos podamos volver a Dios el Padre. Cuando usted cree en Jesucristo y le recibe como Salvador personal, en realidad se está reconciliando con Dios.

Finalmente la promesa de Dios en el Salmo 91:10 es “No te sobrevendrá mal”. Usted puede pensar “Pero, tengo muchos problemas y adversidades. Estoy atravesando muchos sufrimientos”.

Sí, la vida está llena de grandes y pequeñas desilusiones. Sin embargo, la promesa de Dios no es que no habrá aflicciones, sino que ninguna de ellas lo destruirá a usted por completo.

Dios promete que todas las cosas ayudan al bien de quienes lo aman y han sido llamados por Él. De modo que aquello que usted está viviendo, aunque parece ser algo malo, en realidad es una bendición disfrazada de aflicción.

Dé un paso adelante y bendiga al Dios de esperanza porque Él nunca le guía al mal o a la destrucción. Esa es la promesa que tenemos de parte de Él.

En conclusión, si usted ha hecho de Dios su hogar y su habitación, y ha creído en Cristo Jesús como Señor y Salvador personal, puede esperar lo mejor a pesar de las negativas que se le presenten.

Tiene que tomar la aflicción y la pena como una bendición anticipada, sabiendo que eso finalmente le ayudará para su bien, porque no le sobrevendrá el mal ni la plaga va a tocar su vida. Alabemos al Dios de esperanza.

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