El justo florecerá como la palmera; crecerá como cedro en el Líbano (Salmo 92:12).
Quiero comenzar diciendo que: una mente sana dará como resultado una vida sana. Y Dios quiere que seamos sanos mental y emocionalmente.
En la Conferencia Ascender que realizamos en el 2018, entre las personas que vinieron, asistió un matrimonio que había sufrido mucho por causa de una mente incorrecta y pensamientos incorrectos.
Ellos pidieron hablar conmigo y me tomé un tiempo para escuchar su necesidad y orar por ellos. El esposo estaba desesperado y muy preocupado por su esposa. La mujer estaba muy deprimida e incluso había perdido los deseos de vivir.
El hombre me dijo que habían venido desde muy lejos para escuchar la predicación y que tenían la esperanza de recibir una respuesta de parte de Dios. Después de conversar con él, la mujer tomó la palabra y me contó su situación.
Ella había nacido en un hogar disfuncional en donde el padre los había abandonado. La madre tuvo que salir adelante con 4 hijos y poco a poco superaron el abandono del padre. Pero a la edad de 16 años su madre murió de una rara enfermedad. Así que esta mujer se vio obligada a trabajar en un supermercado para poder sobrevivir.
A los 20 años, en un la universidad, conoció a su actual esposo, y ese mismo año se casó con él; y a pesar de tener dos hijos y vivir cómodamente, ella se sentía muy desesperada y afligida por una mente incorrecta. Recién su esposo había sido promovido en el trabajo y les estaba yendo muy bien económicamente.
Ella me dijo: “Usted predica sobre el Dios bueno y que Él nunca nos abandona, pero yo estoy segura de que en algún momento, Dios permitirá una crisis y mi felicidad llegará a su fin”. A mí me asombró esa manera de pensar.
Ella continuó diciéndome: “Toda la vida, cuando algo ha ido bien, repentinamente ocurre algo que lo arruina. Por eso, ya no me quedan fuerzas para pensar bien acerca de nada. Mejor me imagino lo peor y así no tengo que sufrir”.
Sin darse cuenta, esa predisposición para lo malo y esa mente afirmada en el temor, era la causa de su infelicidad y su depresión. Debido a que no podía creer que algo bueno pudiera suceder y por esa predisposición al fracaso, era que su vida se había arruinado. Ese era el problema.
Yo le expliqué a esta mujer lo mismo que quiero explicarles a todos ustedes el día de hoy. El temor, el sentimiento de abandono, el complejo de inferioridad, todo esto, nos impedirá experimentar las bendiciones de Dios. La persona que teme no podrá experimentar el favor de Dios en su vida personal.
Aquel que quiera vivir una vida de éxito, que quiera ver la bondad de Dios llegar a su ámbito, primero tiene que estar seguro de lo que Dios desea para su vida. Tenemos que saber responder a la pregunta “¿cómo quiere Dios que yo viva? ¿Cuál es la clase de vida que quiere Dios que yo tenga?”
Quiero hacerles unas preguntas, ¿Dios quiere que vivamos destruidos mental y emocionalmente? ¿Quiere Dios la destrucción y la miseria para sus hijos? Si usted no sabe responder a esta pregunta, o en el peor de los casos responde que Dios quiere destruirlo, entonces no podrá saborear las bendiciones de Dios.
El Salmo 92 me dice cómo quiere Dios que yo viva. En el versículo 12 está la respuesta. La palmera se caracteriza por su resistencia y el cedro por su rigidez. Dios quiere que yo sea mental y emocionalmente estable. Dios no quiere verme destruido interiormente. Dios ha pagado por nosotros un gran precio. Es el precio de la sangre de Cristo. De ninguna manera nos ha comprado con tan alto precio para después destruirnos y arruinarnos.
El versículo 13 continua con esta afirmación. Floreceremos. Esta es la cercanía con Dios. No estoy plantado en el mundo, ni en el desierto de la soledad y el abandono. Estoy plantado en la casa de Dios, en los atrios de su cercanía. No tenemos un fundamento para desconfiar de Dios, de su fidelidad y de su bondad. No tengo un solo motivo para pensar en el abandono, la ruina, la soledad y la miseria.
El versículo 14 declara una verdad. ¡Qué maravilla! Puedo estar seguro de que aún cuando sea viejo, Dios me sustentará. Y añade en el versículo 15 la consecuencia de esta creencia. Siempre digo que las creencias deben juzgarse por los resultados que producen. La fortaleza, la confianza, la fe, cuando están presentes en nuestra vida, se vuelven un testimonio para los que nos rodean. Al vernos, muchos dirán: “Su Dios es fortaleza, su Dios es confianza”.
El asunto de vivir mentalmente sanos como hijos de Dios, no es solo un asunto de nuestra vida, que se limita a nosotros mismos. Es un asunto del Dios que tenemos y en el cual creemos. Es un asunto de la reputación de Dios. Les pido en el nombre del Señor Jesús, que tengan en claro que Dios desea que ustedes sean firmes y estén fortalecidos emocionalmente. Dios desea plantarles en su casa y que ustedes crezcan para bendición.
En la vida de aquella mujer nada adverso estaba ocurriendo. Pero ella había decidido vivir de esa manera en su corazón y por eso su vida se había vuelto catástrofe. El agua refleja el rostro de una persona, y el corazón se refleja en la vida. Por eso ella era infeliz.
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