"Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado" (Salmos 51:2)
El escritor del libro de Eclesiastés, dijo con pesar: “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” (Ec. 7:20). Lo anterior es una verdad universal.
Todos somos pecadores y, como dijo el apóstol Santiago, “todos ofendemos muchas veces” (Stgo. 3:2). De modo que, diariamente, necesitamos arrepentirnos de nuestros pecados, ser limpiados de nuestra maldad y volvernos a Dios.
Arrepentimiento y perdón diarios
En casa de mis padres, había una foto mía de cuando tenía aproximadamente 2 años y recién había aprendido a caminar. En dicha foto, yo aparecía sentado junto a un pequeño pozo de tierra que había en la cochera de la casa.
Mis manos, mi cara y mi ropa, así como mi cabello, estaban manchados de lodo por todas partes debido a que, en un descuido de mis padres, yo me había sentado junto a la tierra y había empezado a jugar con ella (y como muchos niños, me la estaba comiendo).
Lo que más nos hace reír sobre esta foto en las reuniones familiares es que, en aquella ocasión, estábamos a punto de salir a un evento importante. Me habían bañado y cambiado, y yo ya estaba listo. Pero me senté junto al lodo y me ensucié junto con la ropa que me habían puesto.
Mis padres, al ver aquella escena, en lugar de disgustarse o enojarse, trajeron la cámara y me tomaron esa foto la cual quedó como un recuerdo familiar. Por eso, en casi todas las reuniones familiares nos acordamos de ese evento y nos reímos. Obviamente, mis padres tuvieron que bañarme de nuevo y ponerme ropa limpia otra vez.
Hace tiempo, estaba viendo esa foto y después de reírme un poco, me quedé pensando que a veces en la vida cristiana, somos de esa forma.
Al igual que yo en la foto, los cristianos somos personas lavadas y renovadas espiritualmente. Dios verdaderamente nos ha limpiado. Sin embargo, debido a que somos pecadores y ofendemos muchas veces y de muchas maneras, la suciedad del pecado mancha nuestra mente y nuestra conducta.
Entonces, aunque estamos limpios espiritualmente, tropezamos con el lodo del pecado y nos ensuciamos la mente.
Por tal motivo, diariamente necesitamos arrepentirnos de nuestros pecados, confesarlos y apartarnos de ellos. Cuando pecamos, tenemos que reflexionar sobre nuestros caminos y venir ante el Señor con un corazón arrepentido.
La Biblia nos dice: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9).
Ante la realidad de que somos hijos de Dios, pero a su vez somos pecadores, necesitamos llevar una vida de arrepentimiento y confesión de pecados. Entonces, ¿cómo debemos orar diariamente para confesar nuestros pecados?
El Salmista hizo la siguiente oración: “Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. Lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado” (Salmo 51:1-2). Esta porción de la Escritura encierra un poderoso significado.
El salmista comenzó diciéndole a Dios: “Ten misericordia de mí”. De la misma manera, nosotros necesitamos pedirle a Dios diariamente su misericordia en nuestra vida.
En primer lugar porque, humanamente hablando, nos es imposible darnos cuenta de nuestros errores y nuestras faltas. A veces, no vemos el mal que hacemos o simplemente no queremos reconocerlo. Por lo tanto, si queremos llevar una vida santa y limpia ante el Señor, libre de la suciedad del pecado, tenemos que pedirle que nos conceda su misericordia para ser capaces de ver nuestras faltas y reconocerlas.
Francamente, el hombre es un ser ciego espiritualmente hasta que Dios abre sus ojos por medio del poder del Espíritu Santo. Por lo tanto, es fundamental que Dios nos conceda de su misericordia. De otro modo jamás llegaremos a comprender nuestra desesperada condición.
Además, el salmista le dijo a Dios: “Borra mis rebeliones”. El orgullo es la semilla de la rebelión. Si hay orgullo en nuestro corazón, también habrá una parte en nosotros que se rebela contra la voluntad de Dios.
Por eso, al orar tenemos que pedirle al Señor que nos libere del orgullo y perdone la soberbia que nos ha llevado a la rebeldía. Debemos recordar que el orgullo es autodestrucción pura. Quien abriga al orgullo y a la arrogancia en su corazón, tarde o temprano será sorprendido por el quebranto y sufrirá.
Después, el salmista le dijo a Dios: “Lávame más y más de mi maldad”. Esto significa que la maldad seguía presente en él. Así como ya lo hemos dicho, la maldad también está presente en nosotros.
La Biblia enseña que a pesar de que hemos nacido de nuevo y somos hijos de Dios, todavía la naturaleza pecaminosa está presente en nuestros cuerpos: “Y yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien; porque el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo” (Romanos 7:18)
Por esta razón, mientras oramos, tenemos que pedirle a Dios que nos santifique, nos limpie y nos purifique. Es cierto que somos pecadores y que pecamos muchas veces, pero eso no significa que estemos obligados a vivir en el pecado.
Hace tiempo escuché una frase que dice: “Una cosa es tropezar con la piedra. Otra muy diferente es enamorarse de la piedra”. Aunque somos pecadores, no debemos amar el pecado ni debemos deleitarnos en él, sino que debemos luchar y ofrecer resistencia cuando este aparezca en nuestro camino.
La frase “Lávame más y más” es un deseo por santidad y por obedecer a Dios.
Por eso, en el Salmo 51:2 el salmista le dijo al Señor: “Límpiame de mi pecado”. Esta frase es un clamor desesperado por ser libre de la cadena del pecado para vivir una vida santa y obediente a Dios.
Como cristianos, tenemos que aprender a orar. Y la oración de arrepentimiento es la segunda que tenemos que aprender, después de la oración de gratitud y alabanza de la que hablamos el día de ayer.
Orando, tenemos que clamar al Señor, primero, pidiéndole que tenga misericordia de nosotros, que abra nuestros ojos para ver nuestro pecado y, además, que nos conceda su gracia para arrepentirnos.
Después, tenemos que orar pidiéndole a Dios que nos dé fortaleza para rechazar el pecado y para llevar una vida santa y justa ante sus ojos. Una vida en pecado y marcada por la rebeldía nos llevará a la destrucción, pero una vida obediente a Dios nos traerá paz y gozo.
El día de hoy, hagamos una oración de arrepentimiento. Pensemos en nuestros caminos y si hay algún pecado en nuestra vida, abandonémoslo y vengamos ante Dios.
Si deseas recibir los audios de las Meditaciones Ascender en tu celular, envíanos un mensaje de WhatsApp con tu nombre al +5213322061834 ¡Es gratis y siempre lo será!
Comments