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Foto del escritorMarlon Corona

Libres de la ansiedad y el temor

Actualizado: 20 dic 2019

Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza. (Salmo 3:3). Para experimentar una verdadera paz y alcanzar la felicidad y el éxito, debemos llevar una vida sencilla. Solo cuando evitamos las trampas del odio, del temor, de la culpa y de la inferioridad, podemos llevar una vida plena para la gloria de Dios.

El día de hoy, tenemos que rechazar el temor y la ansiedad, mientras nos acercamos al Señor en arrepentimiento y fe. Si nos postramos ante el Señor y rendimos nuestras vidas ante Él, escucharemos Su tierna voz desde el Cielo que nos dice: “No temas, porque yo estoy contigo”.

Supere la ansiedad con la ayuda de Jesucristo

En la actualidad, muchas personas han adoptado el temor y la ansiedad como su estilo de vida. Es decir, tanto en su mente como en su corazón reina la desesperación y la angustia.

Una estadística indica que el 92% de la población total en México padece de estrés y ansiedad. Estos males se han vuelto las enfermedades más comunes del siglo 21.

Lo interesante es que un artículo publicado por la Organización de la Salud Mental señala que, de todos los problemas que una persona cree tener, tan solo el 10% son reales, mientras que el otro 90% son producto de la imaginación y de una mentalidad negativa.

Francamente, la mayor parte de nuestros problemas son ideas negativas y escenarios terribles que nosotros mismos pintamos en el lienzo de nuestra mente.

No quiero decir que no existan problemas reales como la pobreza, la enfermedad o la depresión. Más bien, me refiero a que la ansiedad y la preocupación son una decisión que podemos elegir o no a diario.

En pocas palabras, la ansiedad es sentirse rodeado por los problemas mientras se experimenta una sensación de perdida del control de una situación. Es decir, cuando una persona está ansiosa siente que ha perdido el control y se siente superada por la situación.

Además, según el estudio del médico Walt Clement, quien es especialista en gastroenteritis, de la famosa clínica Mayo, el origen de toda clase de problemas gástricos como las úlceras, la colitis, el estreñimiento, la irritación estomacal, entre otras, es la ansiedad y la preocupación.

Es decir, que una persona ansiosa es más propensa a padecer de problemas estomacales. Esto significa que la ansiedad destruye la salud física, además de la felicidad del corazón.

Para que podamos ser libres del poder del temor, de la ansiedad y la preocupación, debemos encontrarnos con Dios. El temor y la ansiedad no se van del corazón por medio de los métodos humanos. Las riquezas, la posición social, la fama, no pueden vencer a este terrible enemigo del corazón llamado ansiedad.

Uno de los oponentes más terribles para la felicidad y la plenitud en la vida es la ansiedad. Si una persona está ansiosa, ya ha perdido el gozo y la dicha, pasando a encontrarse desesperanzado.

Si el día de hoy usted está viviendo en medio de la preocupación y la ansiedad, es momento de acudir al Único que puede revertir su situación: Jesucristo.

En cierta ocasión, los discípulos del Señor se encontraban en medio de una tempestad, en un lago. Jesús les había dado una orden: “Crucemos al otro lado” (Lucas 8:22).

Sin embargo, el viento había levantado grandes olas y el agua no dejaba de entrar en la barca. Con todas sus fuerzas, ellos intentaron mantener la barca a flote, pero la tempestad no cesaba sino que iba en aumento.

Fue en ese momento cuando perdieron toda esperanza de salvarse y despertaron a Jesús, quien se encontraba durmiendo en la barca. Ellos le dijeron al Señor: “Sálvanos que perecemos” (v. 23).

Muchas veces, nuestra vida espiritual está adormecida. Esto significa que, por causa de la frialdad espiritual y el conformismo, nuestra comunión con Dios se ha interrumpido y no podemos ver el poder de Dios.

De pronto, una tempestad aparece en nuestra vida. Es ahí cuando debemos despertar nuestra relación con Dios a través de la lectura de la Palabra y la oración, así como el ayuno. Debemos encender nuestra vida devocional por medio de la alabanza, la adoración y el culto a Dios.

Al ponerse de pie, Jesús mandó que las aguas se aquietaran y entonces se hizo grande bonanza. Al mirar a los discípulos, les dijo: “¿En dónde está vuestra fe?” (v. 28). Los discípulos habían puesto su mirada en la tormenta y no en las palabras del Señor.

Si queremos vencer la ansiedad, tenemos que poner nuestra fe en las promesas de Dios y orar creyendo que Él nos responderá. Esto es muy importante. Cuando volvemos nuestra mirada a Dios y descansamos en Él, nuestra condición cambia y Él manda que se haga la paz. Entonces nuestro destino cambia.

En la Biblia, además, encontramos la declaración de David cuando estaba rodeado por sus enemigos. En el Salmo 3 leemos lo siguiente:

1 ¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. 2 Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios. Selah 3 Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; Mi gloria, y el que levanta mi cabeza.

Aunque una circunstancia nos supere en número y muchos se levanten contra nosotros, incluso si escuchamos comentarios negativos y derrotistas a nuestro al rededor, debemos mirar al Señor.

Debemos confesar: “Señor, tú eres mi escudo y mi guardador. Tú eres quien me guía en esta vida, pues no estoy solo”. Acto seguido, debemos ceder el control de todo nuestro ser a Dios.

Mientras la ansiedad es una sensación del pérdida de control, la confianza en Dios es una verdadera pérdida del control. ¿Qué quiero decir? Cuando confiamos en Dios debemos rendir el control de nuestra vida al Señor, declarar una total dependencia de su gracia y apoyarnos por completo en Él.

Es imposible confiar en Dios mientras tenemos el control de nuestra vida. Tenemos que elegir. O nuestras manos están llenas de Dios o están llenas de la circunstancia adversa que estamos atravesando.

La persona que confía en Dios, es aquella que ha rendido el control de su vida a Dios. Sus manos están vacías de orgullo, de arrogancia, de autosuficiencia y humanismo. Ahora sus manos están llenas de fe, esperanza y amor, en el Dios bueno.

A propósito, ¿qué hay en sus manos el día de hoy? ¿Por qué no entrega el control de aquella situación a Dios? El día de hoy, echemos fuera el temor, mientras nos apoyamos en Dios. Encendamos nuestra vida espiritual a través de la oración y la mediación de la Palabra. Digamos: “Señor, Tú eres escudo al rededor de mí. Eres mi gloria y mi cabeza será levantada por ti”.

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