"Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes" (Efesios 4:29) Muchas personas dicen que las palabras no son importantes y que no tienen ningún poder. Incluso, hay quienes dicen que el hablar positivamente no cambia nada, que las palabras son en vano. Sin embargo, a lo largo de mi misterio, en muchas de las consejerías que he dado y en muchos de los casos que he atendido, yo he visto como muchos matrimonios se destruyeron como resultado de palabras negativas e hirientes. Vi que muchos jóvenes enterraron y sepultaron sus sueños bajo la frustración y la derrota por palabras negativas que otros les dijeron. A muchos de ellos los descalificaron y por eso dejaron de creer que podían lograr algo importante. Pude ver como hombres que tenían un gran futuro, fueron aniquilados por palabras y comentarios que los destruyeron emocional y mentalmente. Escucho que muchos dicen que las palabras no tienen poder. Pero yo he visto el alcance que una palabra puede llegar a tener. Una palabra puede decidir el futuro de una persona. Puede guiarla al éxito o al fracaso. Puede hacerla feliz o infeliz. Puede edificarla o destruirla. De modo que mi postura y mi predicación es que las palabras importan y tienen un poder sin precedentes en la vida del hombre. Las palabras atrapan la vida. Y si uno falla en aprender a usar correctamente su lenguaje, y usa palabras corrompidas, entonces su vida se encaminará en esa misma dirección. De modo que cuando una persona declara con su boca que es un miserable, un pobre, un desdichado y que nada bueno puede llegar a sucederle, entonces, verdaderamente, nada bueno le sucede. La Biblia nos revela la tremenda importancia de las palabras que decimos con nuestra boca. El apóstol Pablo, cuando estaba enseñando a los cristianos sobre la nueva vida que debían vivir en Cristo, en Efesios 4, dentro de otras pautas para su andar cristiano, les enseñó en el versículo 29 lo siguiente: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes”. Hubo un matrimonio que estuvo a punto del divorcio. Ellos estaban por cumplir sus primeros 10 años de casados. Sin embargo, llegó el punto en que la tensión entre ellos era demasiada que ya no se podía sobrellevar. Los atendí hace un par de años. Primero hablé con la mujer. Ella me contó que durante los últimos años se había esforzado con todo su ser por agradar a su esposo en todo. Ella limpiaba la casa, de arriba a abajo. Trataba de tener el hogar siempre limpio. No obstante, cuando el marido llegaba, siempre venía con un mal genio y una actitud muy hostil. En sus propias palabras, me dijo: “Por mas que yo me esfuerzo por limpiar nuestro hogar, él siempre encuentra una razón para hacerme sentir ingrata y perezosa. Siempre dice que yo no hago nada y que para él sería mejor vivir solo”. Al principio, ella decidió hacer a un lado esas palabras y esforzarse aún más por agradarlo. Sin embargo, las palabras que recibía, aunque ella sabía que no eran verdad, comenzaron a destruir su autoestima y su auto-respeto. Me dijo: “Pastor, por esa razón, por las palabras tan hirientes de mi esposo me volví alcohólica”. Todo esto me lo dijo entre lágrimas. Después, hablé con el esposo en privado. Le dije: “Amigo, si usted no cambia sus palabras, perderá a una mujer muy valiosa. Y ese tipo de mujeres, fieles, cariñosas, conscientes, son muy difíciles de encontrar”. Entonces, el esposo me dijo: “Pastor, eso es algo que yo ya sé. Yo la amo, la amo con todo mi ser. Pero no sé como hacérselo saber. Yo nací en un hogar en donde mi padre siempre ofendió a mi madre. ¿Qué puedo hacer?” En aquella ocasión, yo le leí Efesios 4:29, y le dije: “La Biblia nos enseña que ahora que hemos nacido de nuevo en Cristo, que le hemos rendido nuestro ser, nuestras palabras deben cambiar”. “¿Por qué no empieza diciéndole pequeñas frases cariñosas? Dígale que para usted ella es importante y que está agradecido por el esfuerzo que hace”. Al fin, el hombre comenzó a hablarle a su esposa con cariño y a externarle el amor que sentía por ella. Los vi en la Conferencia Ascender de hace dos años y ambos estaban completamente renovados. Casi no podía reconocerlos por el gran cambio que tuvieron en sus vidas. Tomados de la mano y con una gran sonrisa me dijeron: “Pastor, nuestro matrimonio nació de nuevo. Fue regenerado”. Ella me dijo: “Mi esposo es un hombre dulce y amoroso, y al fin pude dejar el alcoholismo”. Me gocé tanto al ver este milagro. Tuvo lugar porque un hombre se resolvió a hablar como la Palabra de Dios nos enseña. Así es, las palabras tienen mucho poder de cambio. Una persona que ha creído en Jesucristo como su Señor y suficiente Salvador, y ha alcanzado salvación, debe pensar, creer y hablar como una persona salva. El lenguaje de este mundo se centra en lo negativo, en lo destructivo y en lo obsceno. Por eso se inclina hacia lo imposible de manera muy fácil. No obstante, los hijos de Dios debemos hablar el lenguaje del reino de los cielos que se centra en la bendición, en la gracia, en el optimismo, en que Dios puede hacer todo y en que Él es nuestra ayuda. Pablo enseñó que no dijéramos palabras corrompidas. Estas son palabras que se caracterizan por la muerte, el fracaso, la destrucción y la decadencia. Sino que habláramos palabras que edifican. ¿Quiere usted presenciar un milagro en su vida? ¿Quiere que sus circunstancias y su entorno cambien? Entonces, comience cambiando hoy mismo sus palabras. Haga un esfuerzo por bendecir a Dios, por bendecir a su prójimo y por bendecir sus circunstancias. Entonces, su vida entera comenzará a tomar un curso de poder, milagros y gracia. Nunca desestime el poder de las palabras. Ellas pueden construir o destruir, edificar o derribar, traer vida o desatar la muerte. Acompáñeme durante esta semana para que juntos descubramos el asombroso poder que tienen las palabras, y podamos hablar el lenguaje que atrae los milagros y las bendiciones del cielo. #As #MeditacionesAscender2020 Si deseas recibir los audios de las Meditaciones Ascender en tu celular, envíanos un mensaje de WhatsApp con tu nombre al +5213322061834 ¡Es gratis y siempre lo será!
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