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Foto del escritorMarlon Corona

La sangre de Jesús en mi vida

Actualizado: 1 may 2019

[Dios] El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo (Colosenses 1:13).


Hace varios años, yo era un cristiano muy desorientado y confundido. No sabía nada acerca de ningún asunto espiritual. Al convertirme a Cristo, nadie me explicó acerca de la salvación ni de la gracia, ni de cómo crecer en ellas. Esta era la razón por la cual mi vida se parecía mucho a las olas del mar, a veces estaba arriba y a veces estaba abajo.


La salvación de Dios ofrecida a los hombres, tan grande como puede ser, estaba velada ante mis ojos. Y por eso, estaba ciego espiritualmente. La Biblia dice: “Y la verdad os hará libres” (Juan 8:32). Lo que significa en su sentido opuesto que desconocer la verdad nos mantendrá en la esclavitud. Solo aquel que ha tenido un encuentro con la verdad de Jesucristo y la luz le ha resplandecido, es quien puede experimentar verdadera libertad.


Aquel creyente que desconoce la verdad de su salvación, primero, se volverá negativo y resentido. Tal persona no podrá ser optimista ni será capaz de concebir esperanza. Se quejará de Dios e incluso llegará a enojarse con Él.


También, quien no conoce la salvación de Dios vivirá en una inestabilidad emocional y mental, tormentosa y desgastante. Y no solo eso, sino que aquel que no ha descubierto la salvación y sus alcances, permanecerá bajo la opresión del maligno y será arrastrado por cualquier filosofía y doctrina humanista.


He de confesar que esta era mi condición en el pasado. Sin embargo, alabo a Dios y le agradezco con todo mi ser el haber tenido misericordia de mí. Él fue bueno en mostrarme la realidad de la salvación y guiarme a tener más comprensión de su gracia.


Yo deseaba contar con la guía de un pastor o algún hermano, pero no me fue posible. En su lugar, Dios mismo se sentó a mi lado y fue mi Maestro. Esta es la razón por la que hablo con tanta convicción acerca del Espíritu Santo, porque verdaderamente fue Él quien me discipuló. Él fue mi Maestro y me guió con ternura.


Cuando comencé a entender la salvación de Dios, una de las primeras cosas que el Señor me aclaró fue que el diablo y su imperio de muerte, es decir, todos sus demonios, ya no tenían poder sobre mi vida. La misma sangre de Jesús me había redimido completamente de la autoridad diabólica. En consecuencia, toda opresión, maldición, destrucción y desesperación, me habían sido retiradas, y no había ni un solo aspecto de mi vida en el que el diablo tuviera el control.

La Biblia nos enseña esta verdad en Colosenses 1:13-14 y también en el capítulo 2:13-15. También comprendí que un cristiano que se mantiene en ignorancia, es un cristiano débil, y uno que voluntariamente se encuentra oprimido por el maligno.


El arma más poderosa que nos ha sido dada por Dios para vivir en victoria y hacer frente al maligno es La Sangre de Jesús. Sin embargo, esta poderosa sangre, cumple sus efectos solamente en nosotros. He escuchado cristianos que dicen: “Aplico la sangre de Jesús aquí. La aplico allá”. Pero eso no es bíblico.


La sangre de Jesús no hace nada por mi coche, ni por mi billetera, tampoco por el edificio de mi casa. No hay una sola referencia en la Biblia que afirme tal cosa. La sangre de Jesús es el elemento de nuestra redención y liberación personal. Satanás perdió todo su poder en nuestra vida. Somos derrotados cuando olvidamos esta verdad o cuando se ve apocada en nuestro pensamiento.


No hace falta que nosotros la apliquemos aquí o allá. Quiero pedirles que recuerden las palabras del apóstol Pedro que dijo que ya hemos sido “rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 1:2). No olviden esta verdad. Ustedes, por creer en Cristo, son de Dios. Ustedes son posesión de Dios, y Dios nunca pierde sus posesiones.


Ustedes tienen el sello de Dios, en la sangre de Jesucristo. Sus vidas han sido rescatadas y liberadas del poder y la opresión del diablo. Y esta es una verdad que no puede ser revocada. Y tener este pensamiento presente a cada momento es la verdadera guerra espiritual. Porque fe en la Palabra de Dios es guerra espiritual. Tengamos victoria el día de hoy en el Señor.


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