"Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas." (Efesios 2:10)
¿Cuál es el propósito de la vida? Quizá esta es una de las preguntas más antiguas que el hombre se ha hecho. Muchos filósofos y pensadores, dedicaron su vida entera a encontrar una respuesta satisfactoria para esta pregunta.
Algunos concluyeron que la vida no tiene significado. Otros, determinaron que el propósito de la vida era el placer y la lujuria. A este pensamiento se le llamó hedonismo. Otros más definieron la vida como un accidente cósmico. Sin embargo, para nosotros los cristianos, ¿cuál es el propósito de la vida?
El propósito de nuestra vida.
La Biblia nos enseña claramente que el origen de nuestra vida es Dios. Si aceptamos esta verdad en nuestro corazón, podremos entender el significado de la vida y podremos descubrir el propósito de la misma.
El Salmo 139:13 dice de esta forma: “Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre”. Por otro lado, el justo Job declaró: “El espíritu de Dios me hizo, y el soplo del Omnipotente me dio vida”. Esto significa que Dios es el Autor de la vida.
Cuando comprendemos esta verdad y la aceptamos en nuestro corazón, podemos declarar que nuestra vida tiene un propósito. Esto se debe a que Dios, quien es Sabio y Omnisciente, nunca hace nada sin sentido o sin significado, y fue Él quien nos diseñó a cada uno de nosotros con una razón de ser. Dios es un Dios de propósitos.
En una época de la historia, algunas personas intentaron comprender la existencia del hombre excluyendo el concepto de Dios. Me refiero a los filósofos existencialistas. La conclusión a la que llegaron fue que el hombre era un ser desesperanzado y miserable, pues no había una razón para su vida.
El filósofo dinamarqués, Kierkegaard, dijo: “La tragedia más terrible es que el hombre nunca podrá tener identidad, porque su vida no tiene ningún sentido. Viene de la nada, y hacia la nada se dirige”.
Además, tiene dentro de sí una bomba de tiempo que es la muerte y es incapaz de resolver ese problema. El hombre, cuando no reconoce a Dios, verdaderamente es un ser que no tiene esperanza alguna.
Por eso, el salmista nos exhorta a adoptar una postura diferente en la vida. En el Salmo 100:3 nos dice: “Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; pueblo suyo somos, y ovejas de su prado”. Esta es una exhortación a nunca concebir la vida sin la soberanía y la autoridad creativa de Dios. Quienes lo hacen, caerán en el pozo de la desesperanza.
Debido a que Dios es nuestro Creador, debemos aceptar que Él tiene un propósito para nuestra vida. De hecho, la Biblia nos enseña que, al creer en Cristo, Dios nos ha destinado con un propósito muy específico. Efesios 2:10 dice así: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”.
Esto significa que la vida de aquellos que han creído en Cristo no es una vida sin significado. Sino que se trata de una vida que tiene propósito y destino. Cada uno de nosotros debe aferrarse al propósito que Dios ha trazado para su vida y debe vivir cada día de su vida delante de Dios, llevando a cabo la misión y el sueño que Él haya sembrado en su corazón.
La Biblia nos declara tres propósitos principales de nuestra vida, ahora que estamos en Cristo. En primer lugar, el propósito de nuestra existencia es glorificar a Dios a través de una vida limpia y santa. El apóstol Pedro dijo: “Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:15).
La palabra “Llamado” significa “Invitado a” o “Escogido para”. Dios nos ha llamado a vivir vidas que reflejen su gloria en esta tierra. Es decir, debemos reflejar a Dios en cómo pensamos, hablamos y actuamos. Nuestra vida debe centrarse en agradar a Dios porque, como continúa diciendo Pedro: “Escrito está: Sed santos, porque yo soy santo”. (v. 16).
En segundo lugar, Dios nos ha llamado a tener comunión con Jesucristo. Este es el segundo propósito de nuestra existencia, que mientras estamos en este mundo, disfrutemos de una dulce comunión con Cristo y le conozcamos cada vez más, a cada paso de nuestra vida.
Pablo dijo: “Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor” (1 Corintios 1:9). Esto significa que mi propósito en la vida es tener una tierna e intima comunión con mi Salvador. De hecho, es imposible cumplir el primer propósito de nuestra vida, el cual es vivir en santidad para la gloria de Dios, sin tener comunión diaria con Jesucristo.
Se dice que un día, cuando su fama ya era notoria en Inglaterra, el hermano George Müller estaba orando en su habitación, cuando vino a su casa la reina y pidió hablar con él. La ama de llaves, llamó a la puerta del hermano Müller y le dijo: “Señor Müller, la reina ha venido a verlo”. Sin embargo, él respondió: “Dígale a la reina que no podré atenderla ahora, porque estoy conversando con el Rey de todos los reyes de la tierra”.
Nuestra comunión con el Señor debe ser lo más importante, pues ese es el propósito de nuestra vida. Entremos en esa dulce comunión con el Señor.
En tercer lugar, Dios ha dado a cada uno de sus hijos un propósito específico y muy particular. Cuando Dios llamó al Apóstol Pablo, le entregó un llamado muy particular: Llevar el evangelio a los gentiles.
La Palabra nos dice: “Porque Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer, por su buena voluntad” (Filipenses 2:13). Dios, a cada uno, nos da una misión muy particular para que, al llevarla a cabo, su reino sea extendido por toda la tierra. Podemos decir que este tercer propósito se resume a hacer discípulos, tal como lo enseña Mateo 28:19.
A mí, el Señor me llamó para que fuera pastor. Pero a todos nos llamó a evangelizar y llevar su mensaje de Salvación a todos los que nos rodean. Así que usted debe predicar el Evangelio con fervor y denuedo.
Visite a sus vecinos, a sus amigos, a sus familiares y lléveles el mensaje del Evangelio, una vez que ha orado por ellos. Mientras tanto, se debe capacitar en la iglesia para llegar a ser un líder de célula, para que de este modo pueda guiar a otros en la vida cristiana.
No debe pensar: “Yo nunca podré dirigir una célula” o “Yo no tengo carisma para predicarle a la gente”. Esos pensamientos no provienen de Dios. Usted debe abrazar el propósito de que muchos conozcan el Evangelio y debe soñar con que Dios usará su vida para tener su propio grupo de célula, a los cuales dirigirá y edificará en la fe.
Incluso, Dios usa nuestras debilidades y carencias para su propia gloria. Hubo una vez, un hombre que vivía en la montaña y cada mañana acostumbraba bajar al río para llevar agua a su casa. Siempre llevaba con él dos vasijas, una nueva y la otra vieja y agrietada.
La vasija nueva permitía que el hombre llevara a su casa toda la cantidad de agua que recogía. La vasija vieja, en cambio, derramaba la mitad del contenido a lo largo del camino. Por supuesto, la vasija nueva sentía que era útil. Sin embargo, la vasija vieja se sentía fracasada.
Un día la autoestima de la vasija agrietada alcanzó su punto más bajo. Le dijo a su dueño: “Mi vida es un fracaso. Le pido disculpas por no hacer bien mi trabajo”. El hombre le dijo: “¿Por qué me pides disculpas?” “¿No se ha dado cuenta?” Le respondió la vasija, “cuando regresamos del río, derramo la mitad del agua en el trayecto a casa”.
En ese momento, el hombre, sonriendo gentilmente, llevó a la vasija al río. De regreso, mientras recorrían la ruta acostumbrada, el hombre le pidió que observara con atención las hermosas flores del camino. Le dijo: “¿Te das cuenta de que solo hay flores de este lado del camino?”
Ella respondió: “Sí, pero, ¿qué hay de especial en ello?” El hombre, acariciando una flor le respondió: “Lo especial es que han crecido gracias al agua que tú derramas cada mañana. Todo este tiempo yo he sabido de tus huecos. Por eso, sembré semillas de distintas flores solamente de este lado del camino”.
Amados, nunca pensemos que nuestras vidas no tienen significado o que son de poco valor. Dios usa nuestras debilidades para su gloria. Recuerde, su vida tiene un gran propósito. Primero, llevar una vida santa y limpia que honre a Dios. Segundo, tener comunión con Cristo. Tercero, ser usados para que el reino de Dios se extienda por toda la tierra y muchos conozcan su nombre. Esa es la razón de nuestra vida y nuestra existencia.
Interiorizar
Dios es mi Creador y Él me ha hecho con un propósito de vida. ser santo, conocer a Jesucristo y predicar el evangelio. Amén
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