Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado (Mateo 4:17).
Una de las razones por las que me encanta asistir a las reuniones de célula, algo que quiero hacer toda mi vida, es porque tengo la oportunidad de escuchar a las personas, de orar por ellas y también de aclararles su dudas y cuestionamientos más profundos.
Una vez, después de la reunión de célula, tuve una conversación con una mujer que afirmaba ser muy religiosa. Ella recién había llegado a la iglesia y decía que amaba a Jesús y que había tenido varias experiencias espirituales. Sin embargo, mientras conversábamos, me di cuenta de que ella no comprendía muchas cosas en realidad y que estaba llevando a cabo una religión que ella misma había creado e inventado en su mente, basándose en sus propios razonamientos pero no en la Biblia.
Ella pensaba que Jesús era como una especie de fuerza o un poder, pero no le reconocía como persona. Incluso pensaba en el Señor de una manera romántica. Y pensando de esta manera es imposible tener un verdadero encuentro con el Señor.
El punto medular de nuestra conversación se centro en quién era Jesús y en qué era el reino de Dios. Mientras yo le mostraba con la Biblia lo que se decía acerca de Jesús, ella no salía de su asombro.
Yo le expliqué que Jesús es Dios y que es una persona, y por ende, debemos recibirlo como tal. Le dije que no se puede pensar en Jesús de la manera en la que uno quiere, sino que uno tiene que recibir su señorío y entregar su vida a Él para que nos moldee y nos enseñe. Y que además, Jesús vino al mundo para compartir el reino celestial.
Recuerdo que, en nuestra conversación, tocamos el punto de la oración del Señor. Mejor conocida como la oración del Padre Nuestro. Y mientras se la explicaba a fondo, ella me dijo algo que me hizo darme cuenta de una realidad. Ella me dijo: “Por años he repetido esa oración pero jamás había comprendido su significado. Nunca nadie me había hablado del señorío de Cristo ni del reino de Dios”. Fue ahí que comprendí.
Descubrí la realidad de que muchas personas han escuchado hablar de Jesús pero no le han recibido. Y también que muy pocos saben acerca del reino de Dios y, por lo tanto, no pueden disfrutar de sus beneficios. Ese día me di cuenta de que muchas personas conocen de Dios a oídas, pero sus ojos aún no le han visto.
El día de hoy, Dios imparte las bendiciones de su reino con aquellos que reciben a Cristo como su Rey y Señor. Francamente hablando, el reino de Dios es la respuesta a las necesidades del hombre. En síntesis, el reino de Dios es sanidad, liberación de la opresión demoniaca, vida nueva, es también gozo, paz y justicia, e incluye la restauración familiar.
Si usted quiere entrar en el reino de Dios y gozar de estos beneficios que Dios ofrece, tiene que entrar por la puerta principal. ¿Cuál es esa puerta? Mateo 4:17 dice: “Desde entonces comenzó Jesús a predicar, y a decir: Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado. Esa puerta es la puerta del arrepentimiento. Pero, ¿de qué se tiene que arrepentir el hombre?
En primer lugar, el hombre debe arrepentirse de haber usurpado el lugar de Dios. Es decir, debe arrepentirse de llevar una vida centrada en sí mismo y debe arrepentirse del orgullo de la vida. Salmo 14:1 declara: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios”. Debemos arrepentirnos de una vida sin Dios y sin seguir su Palabra.
También, debemos arrepentirnos de nuestros pecados individuales. Debemos arrepentirnos de la mentira, la envidia, el chisme, el robo, debemos arrepentirnos de la fornicación, el adulterio, las borracheras y el ocultismo.
En su sentido más fundamental, el arrepentimiento es cambiar la manera de pensar. Dicho de otra forma, es cambiar el pensamiento. Por consiguiente, la persona que se arrepiente es la persona que ha cambiado su manera de pensar en cuanto al pecado. Sabe qué cosas ofenden y entristecen a Dios, y por la gracia de Jesucristo, cambia la dirección de sus pasos. En pocas palabras, se trata de un cambio de pensamientos y creencias que redunda en un cambio de acciones y de vida.
Aquella persona que se arrepiente puede entrar por la puerta principal al reino de Dios y entonces, milagros suceden y la vida cambia para bendición. Escuchemos al profeta Isaías y vayamos en pos de Dios (Isaías 55:7).
Si deseas recibir nuestros materiales en tu celular, envíanos un mensaje de WhatsApp con tu nombre al +5213322061834 ¡Es gratis y siempre lo será!
コメント