"Si alguno come de este pan, vivirá para siempre." (Juan 6:51)
Hace más de 400 años, la humanidad pensaba que la tierra era plana y que en sus bordes había un abismo. Esta tierra plana, de acuerdo con el pensamiento de aquella época, era sostenida por cuatro tortugas en cada extremo. Además de esto, se pensaba que la tierra era el centro del universo y se decía que el cosmos era una burbuja sostenida por un lienzo de seda.
Desde luego, en nuestros días esto suena ridículo e ilógico. Gracias a los avances tecnológicos y científicos, hemos descubierto no solo que la tierra no es plana, sino que ni siquiera es el centro del sistema solar en el que se encuentra. Los estudios astronómicos han demostrado que nuestra galaxia es una entre diez mil millones de millones de estrellas dentro de una fibra del universo llamada “La Vía Láctea”.
El entendimiento del mundo y de nuestro entorno ha sido cambiado y alterado con el tiempo. Y por ende, nuestra forma de percibir las cosas ha cambiado drásticamente en los últimos 100 años. ¿Qué quiero decir con todo esto? Permítame explicarle.
Todo dogma, filosofía o concepción de la vida varía según la época y su corriente ideológica. Esto implica que una forma de pensar o una cosmovisión de hace siglos no puede ser una medida para interpretar la vida y la existencia el día de hoy, pues cambia con el tiempo. Es decir, la manera de pensar de hace doscientos o trescientos años no puede ser un parámetro para el tiempo actual.
No obstante, existe una verdad que trasciende el tiempo y el espacio, y tiene autoridad y validez aun en nuestros días. A pesar de que esta verdad fue declarada al hombre hace más de dos mil años, su vigencia sigue intacta. Me refiero a la Palabra de Dios, que es la Biblia. El Salmista dijo en el Salmo 119:89: “Tu eterna Palabra, oh Señor, se mantiene firme en el cielo”.
La Biblia está fuera y libre de cambios. El tiempo no afecta su veracidad y su autoridad. Esta es la razón por la cual la Palabra de Dios nunca ha dejado de proporcionar la base a la que el hombre debe aferrarse para vivir una vida plena y feliz.
Aún en el siglo XXI, que es considerado como la era del internet, el hombre debe asirse a la Palabra de Dios y debe juzgarlo y entenderlo todo a la luz de su verdad, para poder vivir una vida ordenada y tranquila. Las Palabras de Dios llenas de sabiduría y verdad no pasan, no se desgastan ni dejan de ser relevantes en nuestros días.
Por lo tanto, la persona que acepta la Palabra de Dios en su corazón como la autoridad para vivir, y la persona que hace del Consejo de Dios su estilo de vida, en realidad, se está acercando a la fuente de sabiduría de la cual fluyen la esperanza, la fortaleza, la claridad y la victoria.
Una mañana, el Señor Jesús estaba a las afueras del templo, predicando y hablando acerca de los misterios del reino de Dios. Entonces, se dirigió a sus discípulos y les dijo en Juan 6:51-53: “(51) Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. (52) Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? (53) Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros”.
Él dijo con toda claridad que debíamos comer su carne para poder obtener la fuerza necesaria para vivir y para caminar en medio de este mundo desértico y sombrío. Además dijo que si no comíamos su carne no tendíamos vida ni ninguna relación con Él.
Pero, ¿cómo podemos comer la carne de Cristo? La religión tradicional enseña que Jesús dijo esto en un sentido literal y que se debe comer su carne y su sangre como cuando Él lo hizo con los discípulos en la última cena. Esto añade un sentido místico equivocado y es, además, un error teológico. Juan capítulo 6, de acuerdo con los teólogos ortodoxos, está situado cronológicamente un año y medio antes de la última cena del Señor con los discípulos.
Él no estaba hablando de ese evento conmemorativo. No guarda ninguna relación con ello. En otras palabras, el significado de “comer su carne y beber su sangre” no es algo literal, sino que se trata de una enseñanza espiritual más personal y práctica. Entonces, ¿qué significa comer la carne del Señor?
Juan 1:14 dice: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad”. En este pasaje el “Verbo” o la “Palabra” se refiere a Cristo quien se encarnó y vino al mundo. Jesucristo es la Palabra de Dios encarnada. Por lo tanto, las palabras de la Biblia, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, son la carne de Cristo que debemos comer.
Por eso, cuando leemos la Biblia, la meditamos en nuestro corazón y dejamos que ella nos cambie, en realidad, estamos comiendo la carne de Cristo y comenzamos a experimentar una vida abundante. La verdad es que los beneficios de comer la carne de Cristo, cuando leemos la Biblia y la meditamos, son incalculables.
El Salmo 119 es un salmo dedicado a la exaltación de la Palabra de Dios. Algunos teólogos han llamado a este Salmo “Las excelencias de la ley de Dios”. Particularmente, en este Salmo se encuentran los alcances que la Palabra tiene en la vida del hombre que la recibe.
El versículo 2 dice que son dichosos y plenos aquellos que buscan la Palabra con todo el corazón. El versículo 11 dice la Palabra de Dios nos guarda del pecado y la perversidad. El versículo 28 declara que la Palabra es el alivio contra la ansiedad y la depresión. El versículo 42 dice que ella es el mejor argumento contra el adversario. El verso 50 dice que es consuelo en la aflicción. El versículo 56 habla de la íntima relación que existe entre guardar la Palabra de Dios en el corazón y ser personas bendecidas.
Durante esta semana, quiero invitarlo a que juntos descubramos las ricas bendiciones que la Palabra de nuestro Dios traerá a nuestras vidas, si la aceptamos y la practicamos. Por eso, pida al Señor que abra su corazón y su mente para amar su Palabra y para caminar en ella.
Los tiempos cambian y las ideologías evolucionan. Sin embargo, la Palabra de Dios es la única autoridad eterna que rige el destino del hombre. Si nos acercamos el día de hoy a ella, con un corazón humilde, seremos transformados y renovados, y nuestras fuerzas nunca se acabarán.
Haga esta oración conmigo.
Señor, tu Palabra es eterna, firme y verdadera. Solo ella es la autoridad en mi vida. Abre mi corazón y mi mente, por medio del Espíritu Santo, para que ame más tu Palabra y vive siguiéndola. Prepara mi vida para recibir tu Palabra y para ser transformado por ella. En el nombre de Jesús. Amén y amén.
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