"Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado."(Juan 15:3).
Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado.
Renovar nuestra mente, después de haber creído en Cristo, es un trabajo de todos los días. Si nos descuidamos, podemos caer en la ansiedad y la preocupación, llegando a perder la paz que Dios nos ha concedido.
Tanto la paz como la felicidad no son elementos externos. Antes, pertenecen al ámbito de los pensamientos. De modo que, para llevar una vida plena y feliz, debemos limpiarnos diariamente mental y emocionalmente. ¿Cómo podemos hacerlo?
Limpiando la mente y el corazón con la Palabra de Dios.
A mediados del siglo XIX, predominaba una corriente de pensamiento llamada “La generación espontánea”, defendida mayormente por un biólogo de nombre Eilhard Cherlich.
Esta ideología postulaba que, sin importar el entorno, ciertas infecciones y bacterias podían surgir y desarrollarse, hasta contagiar y enfermar a una persona. Es decir que, microorganismos y bacterias se cultivaban bajo cualquier entorno y lo contaminaban.
Por ejemplo, esta corriente de pensamiento enseñaba que si alguien enfermo estornudaba cerca de otra persona, esta última inevitablemente se enfermaría y la infección se desarrollaría en ella.
Sin embargo, en 1864, un biólogo especializado en microbiología, llamado Louis Pasteur, propuso una teoría que revolucionó el mundo científico. Él argumentaba que las bacterias y los microbios que crean las infecciones y causan ciertas enfermedades, no podían nacer ni cultivarse, siempre y cuando el ambiente estuviera limpio y esterilizado.
Pasteur, decía que si el entorno se encontraba expuesto y contaminado, eso se volvería un caldo de cultivo para todo tipo de infecciones y enfermedades. Sin embargo, si el ambiente se encontraba limpio y esterilizado, era imposible que las infecciones tuvieran lugar.
Esto cambió radicalmente la manera en la que la ciencia y la medicina entendían el mundo. Los médicos comenzaron a comprender que no importa si una persona estornuda al lado de otra, si esta última tiene buenas defensas y un sistema inmunológico fuerte, no llegará a enfermarse.
Louis Pasteur revolucionó el mundo científico a través de estas palabras: “Aún cuando el patógeno, es decir, el microorganismo causante de una infección, es la principal causa de una enfermedad infecciosa, factores como la nutrición, la fortaleza del sistema inmunológico, el ambiente y los hábitos higiénicos determinan si un individuo quedará infectado o no”.
Él usó un famoso experimento con dos recipientes con carne. El primero de ellos estaba sellado y sin contacto con el aire. El segundo, estaba expuesto y abierto al medio ambiente. Como era de esperarse, el segundo recipiente, rápido se llenó de moscas y se descompuso. Sin embargo, el primero se conservó por más tiempo y su descomposición fue natural.
Este experimento se puede resumir en palabras sencillas: Un ambiente débil y expuesto ocasionará enfermedades. Pero un ambiente sano y fuerte, evitará enfermedades e infecciones. Todo depende del terreno.
Ahora, no es mi intención hablar de la microbiología que provoca infecciones y enfermedades, sino que quiero hablar sobre cómo, cuando nuestro corazón está desprotegido, debilitado y vulnerable, se vuelve un terreno fértil para enfermedades del alma tales como la ansiedad, el temor, la culpa, el complejo de inferioridad y el rencor. De la misma manera como sucede en lo natural, sucede en lo espiritual.
¿Sabía usted que este tema es de suma importancia para Dios? En su Palabra, Dios nos enseña que cuando el corazón está fuerte en Él y cuando nuestra mente está limpia, entonces, todos estos males no tienen acceso a nuestro corazón y por ende las enfermedades espirituales no pueden quebrantarnos.
Uno de los pasajes que más reflejan esta verdad es el Salmo 16:8, que dice: “A Jehová he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido”. En este pasaje, el rey David declara que, por cuanto Dios está con él, a su lado, Él no será sacudido ni derribado por las aflicciones que le rodean.
Eso mismo sucede con nosotros. Cuando la Palabra de Dios está en nuestra vida y llena nuestra mente, entonces, el temor y la angustia, la amargura y la culpa, no pueden entrar en nosotros, ni pueden afligirnos. Sin embargo, cuando nuestra mente no está siendo renovada por la Palabra y cuando dejamos caer nuestras defensas espirituales, naturalmente nos enfermaremos espiritualmente y sufriremos en manos de la aflicción.
Uno de los propósitos de la Palabra de Dios es traernos la limpieza que purifica nuestra vida y nos lleva a estar fuertes y estables ante las infecciones del pecado y la desesperanza. Proverbios 30:5 dice así: “Toda palabra de Dios es limpia; Él es escudo a los que en él esperan”.
No solo eso, el Señor Jesús le dijo a sus discípulos en Juan 15:3-4: “(3)Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. (4) Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí”.
Cuando usted y yo leemos la Biblia, podemos ver cómo la incredulidad, la desobediencia y la desesperanza, que se han acumulado en nuestra mente como el polvo, son sacudidas y echadas fuera. Entonces, somos limpiados y experimentamos una asombrosa fortaleza para enfrentar los problemas de la vida con éxito.
El apóstol Pablo solía usar un concepto llamado “La sana doctrina”. Esto significa las enseñanzas sanas y no adulteradas de la Palabra de Dios. Pablo dijo a Timoteo (1 Tim. 6:3-5): (3) Si alguno enseña otra cosa, y no se conforma a las sanas palabras de nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es conforme a la piedad, (4) está envanecido, nada sabe, y delira acerca de cuestiones y contiendas de palabras, de las cuales nacen envidias, pleitos, blasfemias, malas sospechas” Mire como la ausencia de la sana doctrina, que es pureza y limpieza, se vuelve un terreno listo para todo tipo de males.
Lo asombroso de este concepto de “La sana doctrina”, es que su significado se relaciona con la “higiene”. Se trata de una doctrina que es limpia, buena y saludable.
Toda persona que tiene una doctrina sana, basada en las enseñanzas de la Biblia y centrada en Cristo, es una persona que esta limpia y puede repeler las infecciones de la ansiedad y la amargura, así como muchos otros males. Sin embargo, una persona que carece de sana doctrina es vulnerable a todo tipo de enfermedades.
Hace tiempo, un pastor me llamó muy desesperado debido a que en su iglesia estaba habiendo muchos chismes y divisiones, y falta de amor. Desde luego, este es un ambiente contaminado que destruye la vida de las personas. Él me preguntaba sobre qué podía hacer para resolver ese problema. Yo le dije explícitamente: “Predica la sana doctrina”.
Eventualmente, mientras este pastor predicaba la doctrina bíblica cristocéntrica, su iglesia comenzó a recuperarse y se llevó a cabo una sanidad increíble en todos ellos. Si usted recibe la Palabra de Dios, ella lo limpiará, le dará higiene espiritual y lo fortalecerá. Por eso, el primer beneficio de la Palabra de Dios en nuestra vida, es la limpieza que trae sanidad.
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