La Palabra nos da crecimiento
- Marlon Corona
- 6 sept 2019
- 5 Min. de lectura
Actualizado: 9 sept 2019
"Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación." (1 Pedro 2:2).
Hay una frase que siempre trato de recordarle a todas las personas en la iglesia. Esta frase en realidad se refiere a un principio bíblico. Dice de la siguiente manera: “Para crecer por fuera, primero tenemos que crecer interiormente”. Trato de recordarles esto todo el tiempo debido a que todos nos encontramos luchando o batallando en algún lugar aspecto de nuestra vida.
La mujer que lucha día a día con los afanes y las cargas, tanto emocionales como en el hogar, o el empresario que busca que su negocio crezca y se expanda, o el estudiante que tiene que abrirse paso todos los días para congeniar la escuela y el trabajo, hasta la pareja que está pensando en casarse pero no tiene los recursos. Incluso la persona que tiene sueños y aspiraciones pero encuentra dificultades en su camino.
Todos nos encontramos en algún lugar batallando y luchando para salir adelante. Sin embargo, lo que muchos ignoran es que Dios, a sus hijos, nunca nos concede un crecimiento en el exterior antes de que crezcamos en el interior. ¿A qué me quiero referir? A que todo crecimiento ya sea en el ámbito familiar, laboral, económico, profesional, intelectual, primero demanda un crecimiento en la gracia de Dios y en la fe.
De modo que sí queremos crecer en el lugar en el que nos encontramos y queremos presenciar un gran milagro de parte de Dios, el primer paso es buscar el crecimiento en la gracia y en la fe. Sin tal crecimiento interior, todo crecimiento verdadero y de bendición en el exterior es imposible.
Este es un principio que he aprendido muy bien siendo pastor y estando en el ministerio. Todo crecimiento en la iglesia ya sea espiritual o en cantidad, siempre ha requerido de mí un crecimiento interno. 1 Corintios 10:13 dice que Dios nunca nos da algo que no podemos soportar. Eso no solo se refiere a las pruebas o a las dificultades, sino a las cosas que podemos manejar. Esta es la razón por la cual Dios tiene un gran interés en el crecimiento y desarrollo espiritual de sus hijos.
Si alguno de nosotros tuviera un hijo que no está creciendo con normalidad, eso naturalmente haría que estuviéramos muy preocupados y muy ansiosos. De la misma forma, Dios también tiene un gran interés y cuidado en que sus hijos crezcan espiritualmente. Dios quiere que cada uno de sus hijos se desarrolle y crezca a la imagen de Cristo.
El apóstol Pablo dijo lo siguiente en Efesios 4:12: “Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. De manera que, si usted quiere ver un crecimiento en su vida exterior, en sus asuntos personales, primero debe cultivar el crecimiento interior.
Sin embargo, una pregunta justa que nos surge es ¿cómo podemos crecer espiritualmente? La respuesta es por medio de la Palabra de Dios. Solo por medio de ella podemos llegar a crecer y madurar. Y siempre que una persona está lista, que ha crecido interiormente, de manera simultánea, Dios la bendice llevándola al crecimiento en otros aspectos de su vida.
Ayer estaba hablando con mi esposa y le decía que hace tres o cinco años no hubiera estado listo para tener una relación con ella. Me hubiera sido imposible por muchas razones. No obstante, Dios trabajó en mí interiormente, me guió al crecimiento interno, me moldeó a la imagen de Cristo, y solo entonces, me permitió conocerla y casarme con ella. Así obra Dios con todos nosotros, en todos los aspectos de nuestra vida.
Por eso, la Biblia, es la Palabra de Dios de la cual los cristianos debemos alimentarnos diariamente para crecer en la gracia y en la fe. Aquel cristiano que no crece y, a pesar de que pasa el tiempo, no se desarrolla en la fe, debe evaluarse y preguntarse si realmente ha creído en Cristo, porque la marca distintiva de un verdadero hijo de Dios es el crecimiento y la transformación constante. Por eso, Dios nos hace crecer espiritualmente cada vez que meditamos en su Palabra.
Este proceso de crecimiento es muy particular. Incluye algunos elementos que no podemos pasar por alto. El apóstol Pedro, escribió precisamente acerca de esto. En su primera carta, en el capítulo 2, versículo uno en adelante, leemos lo siguiente: “(1) Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, (2) desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, (3) si es que habéis gustado la benignidad del Señor”.
Lo primero que Pedro dice es que debemos “Desechar” ciertas cosas. La palabra “desechar” significa tomar algo inservible, algo que ha perdido valor o utilidad y ponerlo en la basura. Naturalmente, desechamos las cosas que ya no sirven. Así mismo, Pedro dice que debemos considerar como basura, como cosas inútiles lo siguiente.
Primero, “toda malicia”. Cada cristiano batalla contra la malicia. Esa malicia se refiere a una intención encubierta con la cual se dice o se hace una cosa, para salir beneficiados en algo o para perjudicar a alguien. Desde luego, esto no le agrada a Dios. En segundo lugar, debemos desechar todo engaño. Como cristianos tenemos un llamado supremo a amar y abrazar la verdad. No podemos inclinarnos por la mentira o la falsedad, sea en el ámbito que sea.
Una experiencia muy recurrente que tienen aquellos que han creído en Cristo, después de venir de otra religión o corriente filosófica, es que se dan cuenta de que muchas de las cosas que creían o pensaban, no son verdad sino engaños que el mundo y la religión enseñan. Por eso, los hijos de Dios deben aferrarse a la verdad y estar dispuestos a renunciar a todo engaño en aras de lo que es verdadero.
En tercer lugar, Pedro dice que debemos desechar la hipocresía y las envidias. La hipocresía es el fingimiento de algo que no somos. Y las envidias son la base de esa hipocresía. Tales actitudes debemos erradicarlas de nuestro corazón. Además, el apóstol nos señala que debemos abandonar las detracciones. Esto se relaciona con el robo que a su vez es un engaño. Estos pecados entristecen a Dios y no deben tener lugar en nuestra vida.
Después de esto, Pedro procede a decirnos: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación” y señala en el versículo 3: “si es que habéis gustado la benignidad del Señor”. Esto significa que, quienes han conocido la bondad de Dios por medio de Cristo y son salvos, ellos deben buscar la Palabra de Dios para su propio crecimiento.
No dejo de invitarlo a que medite en la Palabra, que la reflexione y la memorice, para que crezca en la gracia y a en la fe. Siempre que usted y yo leemos la Biblia regularmente, apartando un tiempo determinado cada día, Dios nos hace crecer y nos encamina a la madurez. Lea la Biblia cada vez que pueda. Cuando usted coma la carne de Cristo, recibirá bendiciones, disfrutará de buena salud, y todo le saldrá bien, así su alma también prosperará.
Haga esta oración conmigo.
Gracias Padre por tu Palabra, la cual me lleva al crecimiento en la fe y en la gracia. El día de hoy desechamos la malicia, el engaño, toda clase de hipocresía, las envidias y aquellos pecados que te entristecen. Renunciamos a ellos y pedimos que nos des la gracia para vivir una vida limpia, justa, diligente delante de ti.
Ayúdanos a crecer diariamente con tu Palabra. Enséñanos, corrígenos, re-educanos con ella. Esto lo pedimos en el nombre del Señor Jesús, amén y amén.
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