El que encubre sus pecados no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia (Proverbios 28:13).
Así como los padres aman a sus hijos y se esfuerzan al máximo por darles lo mejor, de la misma manera, Dios amó a los israelitas, su pueblo elegido, que caminaron con Él en el desierto. Sin embargo, en aquel entonces, los israelitas renunciaron a esta bendición, adoraron ídolos y se entregaron a la iniquidad.
Aquellos líderes y los funcionarios del gobierno de Israel eran personas orgullosas, carentes de toda compasión, entregados a toda clase de perversidades en busca de satisfacción para sus deseos carnales. Presentaban ofrendas en forma despectiva y los días especiales señalados por Dios, ellos los cumplían solo para guardar las apariencias. En el caso de los sacerdotes del pueblo de Israel de aquella época, la corrupción interna era indescriptible. Sus iniquidades fueron tales que provocaron el lamento de Dios. En Isaías 1:3 el mismo Señor dice: “…”.
El día de hoy, el Dios de Israel quiere caminar con nosotros también. Dios quiere que disfrutemos de una profunda comunión con Él a cada paso de nuestras vidas. Él quiere ser un Padre para nosotros y quiere guiarnos en la vida. Por lo tanto, debemos aprender cómo caminar con Dios. Estoy convencido de que caminando con el Señor nos saldrá al encuentro la sanidad del alma, la confianza, y la paz. Quiero invitarles esta semana para que juntos aprendamos a caminar con Dios.
El primer paso en este caminar consiste en comprender la misericordia de Dios. El Señor dejó abierto el camino del perdón para toda persona en todo lugar. Es decir, la persona que quiera arrepentirse y caminar con Dios podrá hacerlo en cualquier lugar del mundo si tan solo se vuelve a Dios.
La historia que estoy por relatar, sucedió en el sur de Estados Unidos y es una historia verídica. Una noche, un hombre de edad madura regresó a casa borracho y sostuvo una agría discusión con su esposa. Muy enojado y alterado, salió de la casa dando un portazo y encendió su auto. Sin darse cuenta, su hijo de tan solo 3 años lo siguió y se quedó parado detrás del auto. Cegado por la ira, el hombre dio marcha atrás al vehículo y mató a su hijo.
Después de este evento, no podía resistir el sentimiento de culpa por haber dado muerte a su hijito y se convirtió en un hombre que vagaba por las calles y no tenía ningún propósito en la vida.
Un día, mientras vagaba sin rumbo por una avenida, escuchó al coro de una iglesia cristiana cantar alabanzas. Sintió como si esas voces los estuvieran empujando hacia el templo. Y finalmente decidió entrar.
Ese día, el pastor estaba dando un mensaje sobre la misericordia de Dios. Sin embargo, el hombre meneaba la cabeza mientras lloraba, y se decía a sí mismo: “Un pecador como yo no tiene posibilidad de perdón”. Sin embargo, el mensaje del pastor seguía golpeando su corazón: “Jesús murió en la cruz por tus pecados, por los tuyos. Dios te mostrará su misericordia si tan solo te arrepientes” decía el pastor.
Finalmente, confesó su carga al Señor y lloró con su corazón rebosante de arrepentimiento. Más tarde, no podía contener la sensación de gozo y la gratitud hacia el Señor por su misericordia. Por eso, decidió ofrecer el resto de su vida al Señor y se dedicó a trabajar en una organización juvenil cristiana que ayuda a jóvenes al rededor del mundo a salir de la depresión.
Hay gente que piensa: “Debido a la gravedad de mis pecados es imposible que Dios me perdone”. Pero, ¿a quién le negó Dios su perdón? ¿Hay alguien a quien Dios le diga: “NO”? El rey David dijo en le Salmo 103:3: “El es quien perdona todas tus iniquidades”. Asaf dijo en su cántico: “Pero él, misericordioso, perdonaba la maldad, y no los destruía; y apartó muchas veces su ira, y no despertó todo su enojo” (Salmo 78:38). Además, el profeta dijo: “El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:19).
El Señor Jesús perdonó a la mujer adultera que fue sorprendida en el acto de cometer pecado, y mientras estaba clavado en la cruz, perdonó al terrible criminal que pendía junto a Él, en el momento en que el ladrón se arrepintió. De manera que no hay pecado tan grave ni pecador tan terrible que no pueda recibir el perdón de Dios.
Todos somos viles pecadores que merecemos ser desechados. Pero Dios compró nuestras almas con la sangre de su Hijo Jesucristo y, habiendo perdonado todos nuestros pecados, nos ha declarado justos ante sus ojos.
Si verdaderamente queremos caminar con Dios, debemos comprender que Él perdona nuestros pecados cuando nos arrepentimos y cuando nos apartamos de ellos. Si creemos en Jesucristo entonces Dios nos trata como a hijos. Si usted es una persona que el día de hoy quiere caminar con el Señor debe saber que Dios le trata con misericordia si usted se arrepiente de sus faltas y pecados.
Reciban el día de hoy la misericordia de Dios y su gran amor. Si en este día usted descubre que hay algún pecado, tráigalo delante de Dios y arrepiéntase con las siguientes palabras: “Señor, he cometido estos pecados delante de tus ojos” y de inmediato deje ese mal camino. Entonces, Dios le mostrará su compasión y le limpiará de toda maldad. Recuerde lo que dice Proverbios 28:13.
Haga esta oración conmigo.
Amado Dios, Tú eres nuestro Señor y el Dueño de nuestras vidas. Te damos gracias porque nuestra relación contigo, que estaba cortada y quebrantada por el pecado, ha sido transformada en bendición cuando enviaste al Señor Jesucristo al mundo. Él nos salvó, nos limpió de nuestros pecados y nos acercó a ti.
Ayúdanos para llevar vidas de devoción y amor a ti hasta la muerte. Y no apartes de nuestras vidas tu misericordia y recuerda siempre la salvación que nos fue dada por la sangre del Señor Jesucristo. Lo pedimos en ese precioso nombre, el nombre de Jesús. Amén y amén.
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