Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días (Hebreos 11:30).
Siempre que el pueblo de Dios venga a Él en humildad con el requerimiento de conocer su voluntad, el Señor atenderá tal petición y le mostrará el camino a los suyos. Esta es una de las oraciones que nunca quedan sin respuesta.
Una de las preguntas que más nos hacemos los cristianos es: “¿estoy haciendo la voluntad de Dios? ¿Estaré haciendo lo correcto?” Esto se debe a que nuestros deseos han cambiado. Antes el timón de nuestras vidas estaba en nuestras manos, pues estábamos sentados en el trono de nuestro corazón.
Sin embargo, al conocer a Cristo y recibir su señorío, nuestro deseo es diferente. Aunque luchamos contra el viejo hombre anhelamos ser guiados por nuestro Señor y nuestro Capitán.
Josué encarna este aspecto de la vida cristiana cuando pregunta: “¿qué dice mi Señor a su siervo?” Y por cierto que su Señor le responde. “Más Jehová dijo a Josué” (Josué 6:2). La persona que esté dispuesta a seguir con devoción y compromiso la voz del Señor es la que verdaderamente conquistará la tierra prometida.
Al igual que en el caso de Josué, Dios nos muestra las instrucciones para experimentar la conquista y ser vencedores. Si miramos a detalle la historia, podremos aprender una gran lección espiritual.
Primero, Dios da una instrucción detallada para ser obedecida (Josue 6:3). Israel no debía armar trincheras, ni enviar hombres a derribar el muro. Tampoco debía buscar tregua con Jericó. Debía marchar, decididamente, seis días al rededor de Jericó.
Una instrucción similar nos es dada por el Señor: “Con mi Espíritu” (Zacarías 4:6). Debemos encomendar todo en manos del Señor y dejarlo todo en Él con suma confianza.
Segundo, Dios da una instrucción de paciencia y perseverancia “Y esto haréis durante seis días” (Josué 6:3). Aunque en ocasiones no parece haber evidencias, debemos marchar por fe y debemos hacerlo de continuo. La batalla de fe es ganada no por el más fuerte sino por el más paciente.
Tercero, Dios da una instrucción de avanzar y no codiciar (v. 18). Debemos apartar de nuestro corazón la codicia, la mentira, el orgullo y la autosuficiente. Estos son pecados que entristecen a Dios. Debemos siempre dar gloria a Dios, sin tomarla para nosotros mismos, y adorarlo de corazón.
Dios guía a su pueblo con sabiduría y misericordia. Si venimos ante Él, nos muestra su camino y nos guía a la paz, dándonos la victoria.
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