Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. Y le dijo: Así será tu descendencia (Génesis 15:5).
Los cielos de un cristiano deben brillar con las estrellas de las promesas de Dios. Y en los momentos de aflicción y dolor, cuando la noche es más oscura, debe elevar sus ojos al cielo y recobrar la esperanza en Dios. La noche, en la vida de un creyente, hace que las estrellas de las promesas de Dios brillen con más intensidad.
Soñar no es otra cosa sino percibir la voluntad de Dios y vivir con ahínco para llevarla a cabo. La fe y los sueños siempre van de la mano en la vida cristiana. Por eso, ningún creyente debe dejar de soñar.
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