"Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor." (Salmos 95:6)
El pastor Eric Lambert, autor del libro “10 actitudes para una vida piadosa”, dijo en cierta ocasión:
“Entre tanto, una persona conozca el poder de la adoración y tenga una vida postrada y rendida a Dios, habrá muy pocas cosas que la puedan desanimar o incluso vencer”.
La persona que sabe adorar a Dios y vivir una vida de adoración, puede enfrentar con éxito los problemas de esta vida.
La victoria está reservada para aquel que sabe adorar a Dios con todo su ser.
¿Por qué? Porque la adoración es vivir una vida centrada en Dios, en su poder y en su gracia, y es mantenernos tomados de su mano.
Es de eso de lo que quiero conversar con ustedes durante esta semana. Es mi deseo compartir los secretos que como iglesia Ascender hemos descubierto acerca de la adoración y como estos nos han llevado a la victoria vez tras vez. Si tan solo aprendemos a vivir vidas de adoración a Dios y perseveramos en ello, tal como dijo el pastor Lambert, habrá muy pocas cosas que nos puedan desanimar o incluso que nos puedan vencer.
La Biblia nos anima a siempre tener una actitud de adoración a Dios.
Por ejemplo, en 2 Samuel 7:22 leemos lo siguiente:
“¡Qué grande eres, Señor omnipotente! Nosotros mismos hemos aprendido que no hay nadie como tú, y que aparte de ti no hay Dios”.
La adoración es la actitud del corazón que reconoce a Dios como el Único. Es la actitud que declara que no hay nadie como Él.
En otras palabras, la persona que adora a Dios debe partir de este punto:
“Señor, he aprendido por tu Palabra y por mi experiencia personal, que no hay nadie como Tú. Que solamente Tú eres Dios”.
En el Salmo 95:6-7 dice así:
“6 Vengan, postrémonos reverentes, doblemos la rodilla ante el Señor nuestro Hacedor.
7 Porque él es nuestro Dios y nosotros somos el pueblo de su prado; ¡somos un rebaño bajo su cuidado!”
¡Esto es verdadera adoración”. Como lo dice el salmista, es “venir, postrarse con suma reverencia”.
Es doblar nuestra rodilla ante Dios, reconociendo que somos su pueblo.
Adorar es decirle al Señor: “Señor, mi vida es tuya. Y por cuanto te pertenezco, haré tu voluntad y viviré a tu manera”.
Permítame preguntar, ¿puede alguien ser un verdadero adorador del Dios Creador del cielo y de la tierra, y a su vez ser un infeliz?
¿Puede alguien adorar a Dios y quedar deprimido, abandonado y defraudado? ¡No, mis amados! Eso es imposible.
Cuando reconocemos al Señor, cuando vivimos una vida centrada en Él y con devoción le adoramos, encontraremos asombrosas bendiciones para la vida.
La victoria está reservada para aquel que sabe adorar a Dios con todo su ser.
Mire la relación que existe entre la adoración y la vida. Mire cómo se relaciona una vida que reconoce al Señor y la fortaleza en el diario vivir.
El Salmo 18:31-36 declara lo siguiente:
“31 ¿Quién es Dios, si no el Señor? ¿Quién es la roca, si no nuestro Dios?
32 Es él quien me arma de valor y endereza mi camino;
33 da a mis pies la ligereza del venado, y me mantiene firme en las alturas;
34 adiestra mis manos para la batalla, y mis brazos para tensar arcos de bronce.
35 Tú me cubres con el escudo de tu salvación, y con tu diestra me sostienes; tu bondad me ha hecho prosperar.
36 Me has despejado el camino, así que mis tobillos no flaquean”.
Cuando reconocemos al Señor y cuando vivimos aferrados a Él, quien es la Roca eterna, tenemos valor para enfrentar la vida.
Llegamos a mantenernos firmes y Dios nos prepara para enfrentar las batallas de la vida.
Además, el Señor se vuelve un escudo que nos rodea y comenzamos a ver su diestra que nos sostiene.
En su bondad, Dios nos hace prosperar. Él mismo despeja el camino y nos mantiene en pie.
La victoria está reservada para aquel que sabe adorar a Dios con todo su ser.
La Biblia nos revela que la clave del éxito en la vida no es la fuerza o la sabiduría humanas, ni es la estrategia del hombre, sino que se trata de algo más fundamental.
¿Cuál es la clave que la Biblia nos muestra? La adoración a Dios.
El profeta Zacarías habló un poderoso mensaje de parte de Dios:
“No será por la fuerza ni por ningún poder, sino por mi Espíritu —dice el Señor Todopoderoso—” (Zacarías 4:6).
De manera que la persona que quiera vencer en lo espiritual debe aprender a vivir no por sus propias fuerzas, ni por el poder que este mundo ofrece, sino con la fuerza del Espíritu Santo.
Me gustaría profundizar un poco más en el significado de la adoración. Como ya hemos dicho, la adoración es el reconocimiento de que solamente el Dios de la Biblia es el Único Dios verdadero.
Esta seguridad profunda de que solo Él es Dios. Es, además, postrarnos ante Él y rendirle nuestras vidas. Es entregarnos de lleno a su voluntad y a su propósito.
Actualmente, muchas personas consideran la adoración como un evento de música, un concierto o algunas canciones lentas.
Sin embargo, la adoración no puede ser definida como una formula ni como una metodología, y tampoco debe ser reducida a un lugar o a una actividad.
La adoración, en palabras simples, es: “Lo que hacemos como resultado de lo que amamos”.
Podemos decir que es “La manera en la que vivimos como resultado de lo que está en el primer lugar de nuestra vida”.
En el corazón de cada persona hay un trono. Éste es invisible a los ojos. Sin embargo, se encuentra en el corazón de cada uno de nosotros.
A propósito, permítame hacerle una pregunta muy personal, ¿quién está sentado en el trono de su corazón?
En la actualidad, muchas personas tienen a la ambición, al placer, a la posición social, o a ellos mismos, sentados en el trono de su corazón.
No obstante, este estilo de vida es destructivo y desagrada a Dios.
Una de las biografías que estoy leyendo actualmente y que más ha impactado mi vida, es la de Eric Liddell.
En 1924, Liddell se encontraba en los juegos olímpicos de Francia.
Se había preparado los últimos 4 años para correr la carrera de los 100 metros planos. Él era uno de los favoritos de la época, amado y apoyado por muchos. Sin embargo, días antes de su competencia, algo asombroso sucedió. Él decidió resueltamente que no correría.
Tanto su entrenador como varios atletas y los jueces, se quedaron asombrados ante su decisión. La razón por la que declinó de correr fue porque el día de su competencia sería el día domingo.
Al ser un creyente ferviente, educado en el cristianismo, él tenía la fuerte convicción de que lo más importante es el Señor.
Por eso, el día domingo, que es el día que los cristianos dedicamos a adorar a Dios, Eric Liddell se rehusaba a correr. Envió un mensaje al comité deportivo diciendo: “Me opongo a que los juegos se celebren el día domingo. Para mí, lo más importante es entregarle ese día al Señor”.
Todos quedaron asombrados. Los medio de comunicación no se hicieron esperar y comenzaron a bombardear al mundo con la noticia.
Algunos se burlaban de él y lo menospreciaban, diciendo que era tonto perder la medalla de oro por una creencia tan absurda.
Esta es la razón por la que su biografía lleva el nombre: “Algo más valioso que el oro”.
A pesar de la presión de los medios de comunicación, Liddell no cambió su postura y se descalificó a sí mismo.
Todo como resultado de su convicción y devoción a Dios. Una devoción que a muchos les sigue pareciendo absurda aún en nuestros días.
Entre todo lo que estaba sucediendo, uno de los jueces, que también era creyente, le envió un mensaje de respuesta en una notita, que decía lo siguiente:
“Dios honrará a los que le honran”. Esta frase está apoyada en el pasaje de 1 Samuel 2:30.
Cuando los medios de comunicación, los jueces y aun las personas de su propio país se burlaban de él, Dios levantó la cabeza de este atleta.
El día miércoles de esa semana, el corredor de su país que debía correr los 400 metros no pudo hacerlo debido a que había sufrido una fractura.
En su lugar, permitieron que Erick Liddell participara y corriera por él. Liddell nunca había corrido una carrera de 400 metros. Era especialista en la carrera de los 100 metros, pero no en la de 400.
Como resultado de esto, todos pensaron que fracasaría. Sin embargo, por la gracia de Dios, corrió aquel día y rompió el récord mundial con 47.6 segundos.
De esta manera ganó la medalla de oro y no solo se convirtió en campeón de las olimpiadas de 1924, sino que se convirtió en un campeón de la vida.
Después de ese evento, Erick Liddell decidió salir como misionero a China en 1945.
Desde esa fecha hasta el ultimo día de su vida se le conoció como un hombre de gran convicción y fe. Al final de su vida, él dijo que el galardón de los cielos no se puede comparar con una medalla de oro.
Este hombre nos dejó un gran ejemplo de lo que significa darle a Dios el primer lugar, sobre todas las cosas, aún cuando otros nos juzgan de fanáticos o religiosos.
Él nos mostró que cuando una persona adora a Dios y vive delante de Él con devoción, jamás será defraudada.
Mis amados, si una persona, anhela tener victoria en su vida, debe vivir para adorar a Dios.
Esto significa que Dios debe estar sentado en el trono de nuestro corazón como el Rey de nuestra vida.
Nunca teman entregarse por completo a Dios o ser radicales en su devoción a Él.
Nunca piensen que quedarán en vergüenza o serán defraudados por vivir una vida de convicciones ante Dios.
Quien se compromete con Dios, conocerá de primera mano la bendición de Dios.
Y aquel que poner a Dios en el primer lugar, también será puesto en los primeros lugares por Dios.
Al principio, cuando comenzamos a madrugar, hace aproximadamente seis años, muchos trataron de convencernos de que eso no funcionaría en México.
Algunas personas me decían que la disciplina de madrugar podía funcionar en países orientales donde la gente es muy disciplinada o muy comprometida.
Pero que en un país como México, tal misión no sería capaz de llevarse a cabo. Que mejor no lo intentara.
No obstante, nunca nos dejamos convencer por esa clase de comentarios.
Siempre tuvimos presente que si le dábamos el primer lugar a Dios, no habría manera de fracasar o quedar arruinados.
¿Sabe qué sucedió? En todos estos años, vimos la ayuda y la respuesta de Dios. Él nunca nos dejó y nuestra fe y compromiso no fueron defraudados.
La clave del éxito del a iglesia Ascender ha sido la oración de madrugada.
Si nos hubiéramos amoldado a aquellos pensamientos derrotistas y cargados de negativismo, es seguro que no hubiéramos podido lograr nada.
La Biblia dice en el Salmo 63:1 (en la RVR1960):
“Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré”.
No teman darle a Dios el primer lugar. No teman hacer compromisos con Él. No teman vivir vidas de devoción y adoración a Él.
Sin duda alguna, la victoria está reservada para aquel que sabe adorar a Dios con todo su ser.
Lo invito para que esta semana aprendamos más sobre la adoración.
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