Para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo (Salmo 27:5).
El cristiano es una persona que vive en constante guerra espiritual. Esta es una guerra en primer lugar contra sí mismo: “Así que, queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí” (Romanos 7:21-23).
En segundo lugar, es una guerra contra el mundo. La sociedad se caracteriza por la sensualidad, el pecado y el orgullo. Estos son pecados que entristecen a Dios, y los cristianos coexisten en un mundo como este. Por ende, están en guerra espiritual contra el mundo.
En tercer lugar, es una lucha contra el diablo: “Vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar”(1 Pedro 5:8).
La Biblia nos revela que la clave para la victoria en la guerra espiritual no son las fuerzas o sabiduría humanas, ni las estrategias del hombre, sino que se trata de algo más fundamental: La adoración a Dios. El profeta Zacarías dijo: “Sino con mi Espíritu” (Zacarías 4:6). De manera que la persona que quiera vencer en lo espiritual debe convertirse en un adorador.
Sin embargo, ¿qué es la adoración? La adoración no puede ser definida como una formula ni como una metodología, y tampoco debe ser reducida a un lugar o a una actividad. La adoración, en palabras simples, es: “Lo que hacemos como resultado de lo que amamos” o “La manera en la que vivimos como resultado de lo que está en el primer lugar de nuestra vida”.
En el corazón de cada persona hay un trono. Éste es invisible a los ojos. Sin embargo, se encuentra en el corazón de cada uno de nosotros. A propósito, ¿quién está sentado en el trono de su corazón? En la actualidad, muchas personas tienen a la ambición, el placer, la posición social, o a ellos mismos, sentados en el trono de su corazón.
Si una persona, anhela tener victoria en su vida, debe adorar a Dios. Esto significa que Dios debe estar sentado en el trono de nuestro corazón como el rey de nuestra vida.
Es importante notar que la adoración viene como resultado de la contemplación de Dios: “Una cosa he demandado a Jehová, ésta buscaré; que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura de Jehová, y para inquirir en su templo” (Salmo 27:4-5). Si usted desea convertirse en un adorador que vence en la vida, es preciso que contemple a Dios, le admire y le ame profundamente (Deuteronomio 6:5). Cuando contemplamos a Dios y llegamos a amarle, entonces, cuando venga el día del mal, seremos guardados por Él y cuidados por su tierna mano de gracia. Además, a su tiempo, seremos levantados.
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