Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes (Efesios 4:29).
El libro de Proverbios, en la Biblia, es el libro de la sabiduría de Dios. Todo lo contenido ahí son los pensamientos celestiales que traen felicidad a la vida y además nos encaminan a la paz. Dos de los pasajes que revelan esta verdad son, primero, Proverbios 3:1-4 que dice: “…”. Y después, capítulo 4:20-22 que declara: “…”
Cuando una persona sigue las instrucciones de Dios para la vida y se aferra a ellas no importando si parecen anticuadas o pasadas de moda, sin son criticadas y menospreciadas, tal persona encontrará el manantial de la vida y una fuente de abundante paz y bendición.
Los que hemos nacido de nuevo, debemos cultivar y desarrollar al hombre interior. Esto es a lo que yo llamó “Forjar al hombre interior”. El apóstol Pablo nos señala ciertas instrucciones que, al seguirlas, desarrollan y forjan al hombre interior.
En Efesios 4 Pablo concluye con las siguientes palabras: “…” (v. 29-32). Primero, el apóstol nos enseña que debemos evitar las conversaciones y palabras “corruptas”. El significado de esta palabra es terrible y asombroso. Se refiere a las cosas muertas que están en descomposición. Que asombroso que nuestra palabras puedan llegar a ser así.
A propósito, ¿cuál es el lenguaje que usted usa en el día a día? No solo me refiero a las palabras dichas con la boca sino también a las dichas en la mente, en la auto-conversación que uno tiene consigo mismo. Pablo dice “abandonen las palabras muertas y corruptas”. Cámbienlas por palabras que ayuden, que edifiquen, que bendigan a los que nos rodean.
El cristiano debe caracterizarse por tales palabras. Elifaz, uno de los amigos de Job, le dedicó un elogio estupendo en Job 4:3-4: “…”. Eso es lo que debe distinguirnos. En lugar, de deprimir, nuestras palabras deben animar. En lugar de ofender, nuestras palabras deben elogiar. Porque tales son las palabras de los que son del pueblo de Dios.
Pablo añade: “…” (Efesios 4:30). Esta es una exhortación a que no pongamos triste alEspíritu Santo. El Espíritu de Dios es el Guía y Consolador de nuestra vida. Siempre que hacemos lo contrario de lo que nos aconsejan nuestros padres cuando somos jóvenes, les hacemos daño. De igual modo, el actuar de una manera contraria a la dirección y guía del Espíritu Santo eso equivale a entristecerlo.
Por lo tanto, para alegrar el corazón del Padre, para que se goce en nosotros, debemos ser humildes y obedientes a su instrucción.
También, debemos quitar de nuestra vida la amargura, el enojo, la ira, los gritos y las ofensas, y todas las malas intenciones. La clave para remover estas cosas de nuestra vida consiste en primero tener paz en nuestro corazón. Todo lo anterior no es el resultado sino de un corazón herido, ansioso, desesperado y oprimido.
La paz solo puede obtenerse por medio del sacrificio de Cristo. Cuando aceptamos fervientemente el sacrificio de Jesucristo realizado en la cruz por nosotros, la paz comienza a manifestarse. Isaías 32:17 dice: “…”. Por ende, la persona que recibe la justicia de Dios por medio de Cristo es una persona que tiene paz en su corazón.
Y como todas las cosas del corazón, esa paz se revela a través de nuestras palabras y nuestro trato hacia los demás. Al convertirse a Cristo, una mujer que siempre discutía con su esposo, fue totalmente transformada. Empezó a asistir a la iglesia, escuchó con atención las prédicas y comprendió que su actitud debía cambiar.
La siguiente vez que se presentó un desacuerdo entre ella y su esposo, y el esposo comenzó a exaltarse, la mujer le respondió: “¿Sabes qué, querido? Nunca lo había visto como tú lo dices. Creo que lo podemos intentar como lo acabas de decir”. Es esposo, que prácticamente ya se sabía el guion de las discusiones, se quedó sin habla.
Más tarde, se acercó a su esposa y le confesó lo siguiente: “Estaba tan fastidiado por las discusiones que hemos tenido que pensaba en dejarte. Pero hoy que me diste esa respuesta, me he dado cuenta de que nuestro matrimonio tiene esperanza. ¿Me perdonas? Quiero ir contigo a la iglesia. Yo también quiero que Dios me cambie”. La paz tiene el poder de salvar nuestro futuro porque la paz es el poder de Dios.
Naturalmente, cuando hay paz en el corazón podemos ser como dice el versículo 32: “…”. Estas cosas aquí mencionadas reflejan un estilo de vida que no mira tanto hacia adentro como mira hacia afuera. Es un estilo de vida que sirve y bendice al prójimo. Aquí se establece el estándar para todas nuestras relaciones personales: Tratar a los demás como Cristo nos ha tratado a nosotros.
Haga esta oración conmigo.
Señor, Tú estás forjando al hombre interior en mí. Me diste vida nueva por medio de Cristo y ahora debo aprender a vivir siguiendo tus instrucciones. Gracias por que en ellas está la vida abundante, de bendición, de gozo, de paz, que Tú prometes.
Mis palabras serán cambiadas por palabras de bendición y aliento para otros. Ayúdame a llevar una vida que te agrade, de la cual Tú te goces. En el nombre de Jesús. Amén y amén.
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