Identidad en Dios
- Marlon Corona
- 26 nov 2019
- 5 Min. de lectura
"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios" (1 Pedro 2:9).
Una de las necesidades más urgentes de nuestros días es la identidad y la convicción. Una persona que carece de identidad, es decir que no sabe quien es, ni de dónde viene, ni a dónde va, es una persona que sufrirá como un barco que naufraga en alta mar.
Y de la misma manera, una persona que no tiene convicción y firmeza en su interior, se desmoronará ante las negativas de la vida.
Lo que somos en Dios
El teólogo William Barclay dijo: ”Nuestra identidad proviene de Dios”. Esto significa que los cristianos son personas que no buscan su identidad en el mundo o en el pecado, sino en Dios.
Por lo tanto, el creyente es una persona que está aprendiendo a vivir por segunda vez, basándose en las enseñanzas de la Palabra de Dios.
Hoy en día, el más alto índice de suicidios se encuentra entre las personas que no supieron definir su identidad.
Al carecer de ese sentido de identidad, se perdieron a sí mismas, perdieron toda esperanza y se quitaron la vida. Pocas cosas son tan destructivas como la falta de identidad y la falta de convicción.
Recientemente, se publicó la noticia de un hombre en España que, motivado por la ideología de género, decidió cambiar su identidad sometiéndose a una cirugía muy riesgosa.
El proceso del cambio le tomó cerca de dos años. Este hombre incluso cambió su nombre por el de una mujer y aprendió a vivir como tal.
El día en que finalmente fue dado de alta, regresó a su apartamento y al mirarse en el espejo se dio cuenta de que había cometido un terrible error. Mientras se miraba a sí mismo se despreciaba.
Sin embargo, ya era demasiado tarde. Este hombre había mutilado su cuerpo, había ingerido hormonas del sexo opuesto y había aprendido a vivir como alguien que no era.
Fue tanta la confusión generada por esta alteración que comenzó a odiarse a sí mismo. Al buscar ayuda, descubrió que las leyes de su país solo están a favor de aquellos que quieren cambiar su identidad por la del sexo opuesto. No obstante, si alguien quiere volver a su sexo original, no hay apoyo ni una ley que lo ampare.
Ante su realidad, escribió en su diario: “Me repudio. Me odio a mí mismo. No sé quien soy. Lo único que sé es que la muerte es la única salida posible”. Al día siguiente, se suicidó arrojándose a las vías de un tren que pasa a toda velocidad.
La falta de identidad, es un mal que destruye al hombre desde adentro. Y quien no conoce su identidad morirá lentamente en su interior. La rutina lo desgastará hasta acabar con todo ánimo y anhelo por salir adelante.
¿En dónde podemos encontrar nuestra identidad? ¿Quién puede darle al hombre un sentido de pertenencia, de seguridad y de confianza?
Francamente hablando, estas cosas no se encuentran en una búsqueda interna o en una exploración de nosotros mismos.
Tanto la ideología de género, como la meditación trascendental o las religiones que exaltan el humanismo y la filosofía, han fallado en proveerle al hombre la identidad y la seguridad que tanto necesita para vivir.
Tenemos que reconocer que el único lugar en el que podemos encontrar una clara identidad y una fuerte seguridad para vivir, es en Dios. Es decir, aquella persona que llega a conocer al Dios de la Biblia, quien es el Creador del universo, en realidad, encuentra la razón de vivir y se vuelve un ser fuerte en Dios.
El apóstol Pedro nos ayuda a definir nuestra identidad en el Señor y nos provee una base solida para apoyar nuestra fe.
Él escribió lo siguiente: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9).
Si bien, antes éramos pecadores, estábamos lejos de la familia de Dios y nos encontrábamos bajo la ira de Dios, ahora, al creer en Cristo, nuestra identidad ha cambiado y Dios nos ha provisto una firme convicción.
Primero, el apóstol Pedro señala que somos en Cristo un “linaje escogido”. Dios escogió a un hombre por medio del cual hizo un pueblo para su gloria. Este hombre fue Abraham, el patriarca de los israelitas.
A partir de él, Dios levantó toda una nación para su servicio y adoración. Dios quería que ellos fueran un pueblo diferente que le amara solo a Él. Al creer en Cristo, nosotros llegamos a formar parte de este pueblo amado de Dios.
En el pueblo de Israel, Dios levantó a la tribu de Levi para que fueran sacerdotes. Ellos eran los encargados de la adoración, los sacrificios y la administración del templo y las cosas sagradas.
El apóstol Pedro nos dice que ahora nosotros también somos sacerdotes al servicio de Dios. Esto significa que el sacerdocio ya no es algo exclusivo de una sola tribu sino que es un llamado para cada hijo de Dios.
Cada creyente es ahora un siervo de Dios en la tierra. Debemos llevar vidas de adoración y servicio a Dios.
Además, el apóstol Pedro señaló que somos una “nación santa”. Esto se refiere a que, en Cristo, somos gente apartada por Dios y, por ende, debemos vivir una vida diferente.
Tanto nuestras palabras, nuestras actitudes y nuestra forma de tratar a nuestro prójimo debe ser diferente. Debemos ser un pueblo que se caracteriza por la obediencia a Dios, por la fe y por el amor.
Este linaje escogido, esta nación santa de sacerdotes adquiridos por Dios, tiene un nombre muy particular: Iglesia.
La iglesia es el grupo de cristianos que reconocen a Cristo como Señor y suficiente Salvador y viven en obediencia a la Palabra de Dios. Además, la iglesia de Cristo tiene el propósito de dar a conocer al Dios vivo.
Nosotros fuimos llamados por Dios, de las tinieblas del pecado y la maldición a la luz de la esperanza y la bendición celestial.
Dios nos ha dado una nueva identidad al creer en Cristo. Por medio de Él somos un pueblo que debe saberse amado y bendecido por Dios. Además, debemos identificarnos como su iglesia en esta tierra.
La persona que quiera encontrar su verdadera identidad y por ende, quiera encontrar fortaleza y seguridad mientras vive, tiene que venir a Dios, el dador de la identidad, y debe tener un encuentro personal con Él por medio de Cristo su Hijo. Vengamos hoy a Dios y descubramos nuestra identidad en Él.
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