"Pero mi justo vivirá por la fe. Y, si se vuelve atrás, no será de mi agrado" (Hebreos 10:38)
Aunque los ojos no vean ni las manos palpen evidencia alguna, debemos vivir por la fe. Este es el llamado de Dios para nosotros.
Ante la crisis y la adversidad que se han manifestado, los hijos de Dios tenemos que mostrar una actitud diferente.
No podemos dejarnos llevar por la corriente de confusión que actualmente arrasa al mundo.
Para lograrlo, y salir victoriosos frente al desafío actual, Dios nos muestra cómo podemos hacerlo.
La Biblia nos dice en Hebreos 10:38 lo siguiente: “Pero mi justo vivirá por la fe. Y, si se vuelve atrás, no será de mi agrado”.
Esto significa que los hijos de Dios no debemos dejarnos llevar por lo que escuchamos, lo que vemos o lo que sentimos, sino por la fe.
Aunque los ojos no vean, ni las manos palpen evidencia alguna, debemos vivir por la fe.
En 2 Corintios 5:7, el apóstol Pablo les declaró a los cristianos cuál es el estilo de vida que debemos llevar. El pasaje dice así: “Vivimos por fe, no por vista”.
Es decir, nuestra vida, nuestro porvenir, nuestro destino, no se basa en lo que experimentamos en nuestras emociones como resultado de nuestros sentidos.
Nuestra vida se basa en Dios y en su poderosa Palabra.
Ahora, ¿qué es la fe? La fe, aunque es un elemento invisible a los ojos, ejerce un asombroso poder en la vida que vivimos.
La fe es creer que Dios está conmigo aun cuando mis ojos, mis manos y mis oídos no tengan evidencia alguna.
Hebreos 11:1 nos da la definición por excelencia de la fe. El pasaje dice así:
"Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve".
La fe, entonces, es una seguridad, una garantía, algo que se tiene por cierto y verdadero, aunque no pueda ser visto con los ojos.
Es estar plenamente convencidos de que algo existe, aun cuando no podamos percibirlo con los sentidos.
Además, de acuerdo con la Biblia, la fe conserva ciertas cualidades que la hacen evidente.
Por ejemplo, en el relato de Marcos 5, en donde una mujer que padecía de flujo de sangre se acerca al Señor y toca el borde de su manto el Señor le dice:
“—¡Hija, tu fe te ha sanado! —le dijo Jesús—. Vete en paz y queda sana de tu aflicción” (v. 34).
La fe de esta mujer se manifestó en su profundo y ardiente deseo de vivir.
Aunque tenía 12 años enferma y había empobrecido, todavía guardaba en su corazón un latente deseo por vivir y cambiar su condición.
Fue por esta razón que se abrió paso entre la gente, a pesar de ser menospreciada por muchos, y tocó el manto del Señor.
Como resultado, el Señor Jesús le dijo: “Tu fe te ha sanado”.
La fe verdadera siempre va acompañada de deseos ardientes y profundos por experimentar la gracia y el favor de Dios.
En otras palabras, si venimos al Señor sin deseos, si oramos desmotivados, es probable que no recibamos respuesta.
Por otro lado, en el relato de Marcos 10, encontramos la historia de un hombre ciego llamado Bartimeo.
Cuando escuchó que el Señor Jesús pasaba por ahí, se levantó y comenzó a clamar:
“¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!” (v. 47).
Y aunque muchos lo abucheaban y lo mandaban callar, él insistía y clamaba con todo su ser que el Señor le ayudara.
La Biblia nos dice que ante tal insistencia, el Señor se detuvo.
¿Sabía usted que cuando oramos con la misma pasión e insistencia que demostró Batimeo, el Señor se detiene para atender nuestra necesidad?
Por eso, otra de las cualidades que distinguen a la fe verdadera es la pasión y la insistencia.
No solo eso, cuando el Señor Jesús mandó que trajeran a Bartimeo ante Él, después de preguntarle qué quería que hiciera por él, el ciego le dijo: “Maestro, quiero ver” (v. 51).
Finalmente, el Señor le dijo: “—Puedes irte —le dijo Jesús—; tu fe te ha sanado” (v. 52).
La fe también obra en relación a una petición clara y nítida, a un propósito claro.
Si nosotros oramos diciendo: "Señor, bendícenos", esa es una oración muy vaga.
¿Sabe usted cuántas bendiciones tiene la Biblia para usted? Aproximadamente 3600 de ellas.
De modo que usted tiene que ser más específico.
Cuando ore, no solo diga: "Dios, ayúdame; Dios, bendíceme". Más bien, pídale al Señor en términos claros y nítidos.
Dígale: “Señor, concédeme esta o aquella bendición; Señor, permite que mi esposo se arrepienta y crea en Jesucristo. Hazlo un buen marido".
Dígale: "Señor, dame un trabajo con estas y aquellas cualidades. Señor, necesito específicamente esto para tu obra", y no sea ambiguo.
Tener una visión clara cuando oramos es crucial para la fe.
Recuerde que Hebreos 11:1 dice, que “la fe es la garantía de lo que se espera”.
De modo que usted debe esperar, clara y nítidamente todas aquellas cosas que le está pidiendo al Señor.
Un día, vino a mi oficina una mujer, hecha un mar de lágrimas por la terrible situación que estaba viviendo con su hija.
Aquella joven había optado por un camino rebelde y muy oscuro.
Por esta razón, su madre siempre estaba angustiada, llorando y lamentándose por ella.
Después de calmarla, le dije: “Hermana, Dios obra por medio de la fe. Y la fe se apoya en una visión clara y nítida de las cosas que esperamos".
"Aunque usted ha orado mil veces por su hija, la visión que tiene de ella no ha cambiado. Sigue siendo la misma".
"Sin cambiar la visión, la realidad no cambiará. Por eso, tiene que comenzar a visualizar a su hija al pie de la cruz. Tiene que verla rendida a los pies de Cristo, convertida en una nueva mujer".
La tomé de las manos y le pedí que visualizara a su hija transformada por el poder del Espíritu Santo, como una nueva mujer.
Después, comenzamos a orar: "Señor, te presentamos a esta joven, la hija de mi hermana, creemos que Tú puedes renovarla y transformarla. Creemos que puedes hacer un milagro extraordinario en ella".
"Podemos verla al pie de la cruz como una mujer nueva, así como Tú la ves. Te damos gracias. En el nombre de Jesús. Amén y amén".
Después de aquella oración, pasaron al rededor de tres meses cuando vi a la hermana entrar a la iglesia con una joven sonriente y feliz.
Al final del servicio, ambas se acercaron a mí y ella me dijo: "Pastor, esta es mi hija por la que hemos estado orando. Ha nacido de nuevo. Ahora es una nueva criatura".
Después de felicitar a la joven por su conversión, me dirigí a la hermana y le dije: "Ahora, ya conoce el secreto de la fe. Debe tener la seguridad de las cosas que se esperan".
"Si aplica este principio en su vida cotidiana, no hay imposibles que no pueda vencer".
Amados, la fe obra en relación a una visión, a un deseo ardiente y también a partir de la humildad delante de Dios.
En Mateo 15, cuando una mujer sirofenicia se acercó al Señor para pedirle que sanara a su hija endemoniada, la respuesta que recibió fue la siguiente:
"—No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros" (v. 27).v. 26).
Esto lo dijo el Señor Jesús para mostrar que Él había venido en primer lugar a los judíos y no a los gentiles.
Naturalmente, una respuesta como esta, hubiera ocasionado que muchos se pusieran de pie y se marcharan indignados.
Sin embargo, la mujer respondió:
“—Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos” (v. 27).
Muchas personas, de una manera injusta y ventajosa, solo buscan al Señor cuando necesitan que Él haga algo.
Pero si Él no responde a sus caprichos, que son motivados por sus ambiciones egoístas, entonces le dan la espalda.
No tiene la actitud de la mujer sirofenicia. Ellos no están dispuestos a humillarse ni a rendirse ante Él a lo que es su voluntad.
Sin embargo, la fe verdadera obra en relación a la humildad y a la rendición delante de Dios.
Por esta razón, el Señor le dijo: “—¡Mujer, qué grande es tu fe! —contestó Jesús—. Que se cumpla lo que quieres”.
La vida que Dios nos ha llamado a vivir es una vida de fe, basada en Él completamente.
Recuerde que aunque los ojos no vean ni las manos palpen evidencia alguna, debemos vivir por la fe. Ese es nuestro llamado.
En 2 Corintios 5:7 dice lo siguiente: “porque por fe andamos, no por vista”.
Usted y yo tenemos que depender de la fe, más allá de las limitaciones del tiempo presente.
A manera de conclusión, le muestro tres pasos de fe que tiene que dar para encender la luz de la esperanza en su vida y vencer así la oscuridad que se avecina.
Primero, (tome nota) la fe comienza en Jesucristo.
Para ser personas estables, llenas de luz y que tienen éxito en este tiempo adverso, debemos creer en Jesús como nuestro único Señor y suficiente Salvador.
La gente me pregunta: “¿Por qué habla solo de Jesús? ¿Por qué siempre dice que debemos recibirlo como Señor y suficiente Salvador?”
La respuesta es muy simple: La Biblia solo habla de Él y la Biblia nos manda solo creer en Él.
El hombre es un ser que vive en desesperanza por causa del pecado y su desobediencia delante de Dios.
El pecado es una fuerza negativa que arrastra al hombre hacia abajo.
Es por esto que muchos, aunque luchan con todas sus fuerzas, no pueden prosperar.
El único que puede ayudarnos y derrotar al pecado es Jesucristo, quien murió en la cruz por nosotros.
Por lo tanto, reconozca a Jesús como el Señor de su vida y crea solamente en Él. Así, la luz celestial se encenderá en usted.
Segundo, tenemos que creer la Palabra de Dios.
Aquellos que dedican tiempo para leer la Biblia, en realidad están llenando su vida con la sabiduría de Dios.
Si hay algo que necesitamos en este tiempo es actuar con sabiduría.
Seguir actuando de manera irresponsable y tomar decisiones basados en las emociones pasajeras solo nos traerá más dolor.
Ahora, ¿qué es la sabiduría? Es la capacidad que Dios nos da para resolver todo tipo de problemas que la vida nos presenta.
Por lo tanto, tome la Biblia como su norma de vida y viva de acuerdo a ella. Medítela y repítala cientos de veces durante el día.
Por ultimo, nuestra fe debe descansar en el Dios que vigila nuestro futuro.
Nuestra vida, nuestro presente y nuestro mañana están en las manos de Dios, si nosotros le obedecemos y seguimos sus mandamientos.
La Biblia dice en el Salmo 46:1: “Dios es nuestro amparo y nuestra fortaleza, nuestra ayuda segura en momentos de angustia”.
La vida de usted está en manos de Dios. No se afane, sino busque el reino de Dios y su justicia y Él añadirá todo lo que usted necesita.
Mis amados, para vencer en la era presente tenemos que ser poseedores de una gran fe.
Esto es posible si creemos en Jesucristo, si meditamos en la Palabra de Dios y a su vez creemos que nuestro futuro está en sus manos.
Nunca olvide que aunque los ojos no vean ni las manos palpen evidencia alguna, debemos vivir por la fe.
Lo animo a avanzar por fe y nunca retroceder, pues solo los que viven de este modo encienden la luz de la esperanza y vencen las tinieblas.
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