Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén (Mateo 28:20b).
Muchas personas no creen que los milagros existan. Muchos otros, cuando leen la Biblia, suspiran desanimados añorando que algo tan asombroso tenga lugar lugar en su vida. Sin embargo, los milagros no suceden en nuestra vida no porque no existan sino porque no los esperamos ni los pedimos.
Un milagro es la muestra de la misericordia y el favor de Dios para con nosotros. Es la intervención de Dios en una situación que nos supera. Una promesa muy valiosa dada por el Señor Jesús para los creyentes es la promesa de su presencia. Pero, ¿en qué consiste esa promesa?
Significa que Jesús no está lejos ni se ha olvidado de nosotros. Además, es una presencia constante y cercana. La Biblia dice: "Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos" (Hebreos 13:8). Esto significa que lo mismo que ha hecho el Señor Jesús en el pasado lo puede hacer ahora. Entonces, ¿qué es lo que Jesús hizo antes?
El Señor, cuando caminó entre nosotros, sanó al enfermo, perdonó al pecador, liberó al oprimido por el diablo, alimentó al hambriento y caminó sobre las aguas. Todos estos milagros los llevó a cabo por su misericordia y amor.
Hoy en día, cuando el pueblo de Dios conoce esta promesa de cercanía y la acepta en su corazón, puede esperar también que estos milagros tengan lugar en su vida. Las promesas de Dios tienen un poderoso efecto en aquellos que las creen y las practican.
A partir del día de hoy, no reciba los pensamientos de soledad y abandono. Crea en la presencia de Jesús que está a su lado, dé gracias por tal bendición y espere que los milagros sucedan en su vida. Entonces, algo asombroso sucederá.
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