Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas (Salmo 63:1).
Así como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, nuestra alma necesita descansar. Cuando una persona está perdida en el desierto busca desesperadamente un lugar en que haya agua para aplacar su sed. De la misma manera, cuando estamos perdidos en el desierto de la vida necesitamos encontrar un oasis en donde podamos saciar nuestra sed.
El rey David fue un hombre que llegó a experimentar los desiertos de la vida. Sin embargo, entre más profunda era su sed, su búsqueda de Dios era más intensa, y entre más desesperado se sentía, más clamaba y rendía su vida al Señor. Aunque no se llegó a encontrar en un desierto físico, de arena y calor, sí experimentó el desierto del alma.
En el Salmo 63:1-4 describe su experiencia con Dios, la cual nos sirve como un ejemplo de esperanza en medio de los desiertos de la vida.
En primer lugar, él reconocía a Dios como el origen de su vida y el Dueño de su destino. La expresión: “Dios, Dios mío eres tú”, significa una declaración de dependencia. David reconocía que Dios era el Señor y Dueño de su vida. Por consiguiente, buscaba su rostro con todo su ser. Para él, la madrugada no era un tiempo para flojear o para invertirlo en sí mismo. La madrugada era el momento perfecto para encontrarse con Dios.
Hoy en día muchas personas no madrugan a buscar a Dios. Por consiguiente, no pueden ver su poder y su gloria. Dicen: “Estoy muy cansado. Tengo muchas cosas qué hacer”. Y por eso, no se despiertan antes para orar y buscar el rostro de Dios. Para madrugar a buscar a Dios y llegar a contemplar su rostro, tiene que haber un cambio de prioridades. Uno debe dormir temprano, para poder despertar temprano.
Para poder despertarme temprano y poder venir a la oración de las 5 de la madrugada, muchas veces he tenido que decir NO a muchas invitaciones. Antes, mis amigos me invitaban a reuniones sociales por las noches, al cine, a cenar, etc. Pero cuando comprendí que la diferencia entre ver el rostro de Dios o no radicaba en madrugar a buscarle, tuve que resolverme dormir temprano. Ese fue mi cambio de prioridades.
Los especialistas dicen que las primeras horas de la madrugada son las mejores para estudiar. La mente está tranquila y libre de los afanes y preocupaciones. Además, las personas de éxito, que han destacado en la sociedad, son personas que aprovechan sabiamente las primeras horas del día.
Aquella persona que está en un desierto, para salir de él, debe tener un encuentro con Dios. El rey David lo confirma en el Salmo 119:147-149. Es como si dijera: “Es tanta mi sed y mi necesidad espiritual que me adelantaré a la salida del sol para clamar a Dios”. Aquel que quiera cambiar el desierto en ríos de agua viva, debe madrugar para buscar el rostro de Dios.
Además, el Salmo 63:3 afirma una verdad. La tierra está llena de la misericordia de Dios. El Señor hace llover sobre justos e injustos. Cada día nos da el regalo del sol, el agua, el aire. Pero hay una gracia y misericordia especiales que no pueden verse a simple vista. Solo la persona que tiene un corazón que busca el rostro de Dios puede ver esa gracia.
Hoy en día, muchas personas no ven la misericordia de Dios. Por eso, valoran esta vida más que la gracia de Dios. Para muchas personas, lo más importante es el dinero, el renombre, las posesiones, el trabajo, la carrera. Pero, ¿por qué el salmista decía que la misericordia de Dios es mejor que la vida? La respuesta es porque Él valoraba a Dios sobre todas las cosas. Lo más importante para Él era su comunión con el Señor.
El mundo está rodeado por la misericordia de Dios, pero solo aquellos que le buscan de verdad podrán ver esa misericordia y darán gracias a Dios.
El Salmo 63:4 nos recuerda un paso muy importante. El hombre que vive en gratitud a Dios podrá salir del desierto y llegar a una tierra de vida abundante. Extender las manos a Dios significa depender de Él. El otro día, llegó a mi casa uno de los líderes de la iglesia, que es uno de mis mejores amigos y un grandioso líder de célula, y cuando llegó traía a su hijita dormida en sus brazos.
La bebé ni siquiera se daba cuenta de lo que sucedía. Para ella, el lugar más seguro y cómodo eran los brazos de su padre. También nosotros, cuando estamos fatigados, abrumados, desesperados, podemos levantar las manos a Dios y depender de Él. Dios quiere que encomendemos a Él toda situación.
Para encontrar un oasis de esperanza en medio del desierto de la vida tenemos que buscar a Dios intensamente. A partir de hoy, madruguemos a buscar el rostro de Dios. Hagamos un cambio de prioridades. Despertemos una hora o dos antes de comenzar nuestras actividades. Entonces, veremos el poder y la gloria de Dios, y nuestras vidas serán transformadas.
Haga esta oración conmigo.
Amoroso Dios y Padre celestial, nuestras vidas son tuyas completamente. Tú eres el Dueño de nuestro aliento y nuestro futuro está en tus manos. Ayúdanos a sobrellevar este desierto. Danos a beber de tu poder y tu gloria. Que apreciemos tu misericordia más que las cosas de esta vida. En el nombre de Jesús. Amén y amén.