Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra (Mateo 6:10).
Uno de los himnos cristianos más famosos en los últimos cien años, uno que ha sido entonado en innumerables iglesias, fue escrito por un maestro de escuela dominical llamado James Black, y lleva el título: “Cuando allá se pase lista”.
Se dice que James Black nombraba lista de los asistentes a su escuela dominical, y en una reunión de 1893, cuando mencionó el nombre de una jovencita llamada Bessie, está no había asistido ese día. James, decepcionado por la inasistencia de la joven, dijo: “Bueno, confío que cuando el Libro De La Vida se abra allá en la eternidad y se pase lista, ella se encuentre allá”.
Más tarde, James Black descubrió que la niña no había asistido a la escuela dominical debido a que padecía neumonía. Junto con su esposa, visitaron a la jovencita enferma, le llevaron alimento, ropa y le compartieron de la Palabra de Dios. Ella partió a la presencia de Dios una mañana de domingo. Cuando la noticia llegó a Black, este se sentó en el piano, lloró y escribió aquel himno tan precioso. Dice las siguientes líneas:
“Cuando la trompeta suene en aquel día final, Y el alba eterna rompa en claridad, Cuando las naciones salvas a su patria lleguen ya, Y que sea pasada lista allí he de estar. En aquel día sin niebla en que muerte ya no habrá, Y su gloria el Salvador impartirá, Cuando los llamados entren a su celestial hogar, Y que sea pasada lista allí he de estar. Cuando allá se pase lista, A mi nombre yo feliz responderé”.
La visión de la eternidad y del reino celestial que tienen los cristianos siempre se ha caracterizado por ser única. El cristiano es una persona que se encuentra en un estado intermedio, debido a que vive en un mundo terrenal pero tiene en su interior al Espíritu Santo, quien es la garantía de la eternidad (Efesios 1:13-14).
Las “arras de nuestra herencia” se refiere a la eternidad, al reino celestial que hemos de recibir en la segunda venida de Cristo al mundo. Por eso, los cristianos anhelan fervientemente el reino de Dios, más que ninguna otra cosa.
Para que nosotros podamos orar con pasión y nuestras oraciones reciban grandes respuestas de Dios debemos aprender a orar entendiendo lo que el Señor dijo en Mateo 6:10, donde dice: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”.
¿Qué significa esta expresión? Muchas personas lo han repetido pero parece que no conocen su significado. En primer lugar, la expresión “Venga tu reino”, representa en el idioma original, un anhelo, un deseo, una pasión. Esta expresión podría interpretarse de la siguiente manera: “Dios, deseamos tu reino más que ninguna otra cosa. Danos tu reino en nuestra vida”. Significa algo como: “Tu reino es lo más importante, la mayor prioridad de nosotros”.
La gente que está atada por el pecado, vive cautiva de la lujuria de la carne, la lujuria de los ojos y el orgullo de esta vida, y está basada en el realismo secular. Por ende, muchas personas viven ansiosas por adquirir riquezas, honra y fama en esta tierra. Pero nosotros, debemos anhelar el reino de Dios. Debe ser nuestra pasión. Debemos vivir para el reino de Dios cada día de nuestra vida.
Un día, un joven se me acercó y me dijo: “Pastor, ¿no te cansas?” Yo le respondí: “¿A qué te refieres?” Y él me dijo: “Todos los días predicas, oras, lees la Biblia. Tu vida es Dios. Pero, ¿no te cansas alguna vez?” Yo le respondí: “Cuando uno tiene la visión celestial y vive para ella, nunca se encontrará desanimado”. Amados, yo he aprendido que las personas que anhelan el reino de Dios y viven para él, trabajando cada día, reciben el regalo de las nuevas fuerzas y sus corazones no son conmovidos por las cosas terrenales y temporales.
Hermanos y hermanas en Cristo, el mundo en el que vivimos no durará para siempre. Es un mundo muy frágil y pasajero (1 Juan 2:17). Por lo tanto, la meta de nuestra vida siempre debe ser el reino celestial. Recordemos que nuestra ciudadanía es la del cielo, no la de la tierra. El apóstol Pedro dijo que somos: “extranjeros y peregrinos” (1 Pedro 2:11-12). Además, Pablo dijo en Filipenses 3:20: “nuestra ciudadanía está en los cielos”.
No solo esto, el Señor Jesús también nos enseñó a orar: “Hágase tu voluntad” (v. 10). La gente que está atada por el pecado quiere hacer lo que le viene en gana, porque tiene pensamientos únicamente humanísticos. Pero los creyentes debemos rendir nuestras vidas a Dios y vivir solo para Él, honrándole y obedeciéndole.
Si usted quiere que sus oraciones sean poderosas, que traigan grandes cambios y felicidad a su vida, porque la oración atrae la felicidad, entonces ponga su mirada en la eternidad, en el reino celestial. Rinda su vida al Señor cada día, mientras ora: “Hágase tu voluntad y no la mía”. Entonces, la bendición de Dios fluirá en usted.
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