"Porque a mis ojos fuiste de gran estima, fuiste honorable, y yo te amé; daré, pues, hombres por ti, y naciones por tu vida."(Isaías 43:4)
Toda persona guarda en su interior una imagen propia. Esta imagen es como un retrato personal que cada quien dibuja dentro de sí de acuerdo con la manera en la que uno se percibe. Este auto-retrato interior se exterioriza a través de cómo pensamos, cómo hablamos y a través de nuestras acciones. Sin embargo, esta imagen propia tiene efectos más profundos pues domina sobre la persona en su totalidad.
De manera que si uno tiene dibujado en su interior una imagen propia negativa, tal persona se vuelve esclava del fracaso y guarda rencor y odio hacia otros. Incluso se vuelve una persona rebelde en todos los aspectos y vive enojada con todo mundo.
Esta imagen interna se va dibujando y adquiriendo a lo largo de nuestra vida y es influenciada por los eventos que vivimos. Algunas personas han recibido una imagen propia negativa debido a las heridas del ayer, a los fracasos o a las condiciones adversas en las que les tocó vivir. Además, un factor muy importante es el pecado.
En la Biblia encontramos el caso de dos personas, un publicano y un fariseo, que tenían cada uno su propia imagen interna. Al final, esa imagen interna trazó un futuro diferente para cada uno. En Lucas 18:9, dice de la siguiente manera: “A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola”. Es decir, esta parábola estaba dirigida a revelar el corazón de quienes la escuchaban.
V. 10-12, el fariseo tenía un concepto de sí mismo muy elevado. Se sentía un tipo superior de persona, y aunque quizás no era ladrón ni adultero, su corazón estaba lleno de orgullo. Una imagen errónea de nosotros mismos nos empuja a uno de dos extremos: al orgullo y a un sentido de superioridad o a una falsa humildad que nos lleva a la auto-compasión o a la depresión.
V. 13, ¿en qué se diferenciaba el publicano del fariseo? En que el publicano, si bien era pecador y se sentía arrepentido, no baso su oración sí mismo, sus fracasos o sus debilidades, sino en Dios, cuando dijo: “Sé propicio a mí pecador”.
El día de hoy, Dios nos hace el regalo de una nueva imagen interna a cada uno de nosotros, por medio de Cristo. La fuente de poder que puede transformar nuestra auto-imagen es la sangre de Jesús que fue derramada en la cruz del calvario hace más de dos mil años. Por medio de esa sangre podemos recobrar una imagen propia positiva, renovada, llena de gozo y de alegría.
Hay una historia que un maestro de universidad relató a sus alumnos para hacerlos reflexionar sobre la manera en que se percibían a sí mismos. Esta historia se titula: “El águila y la gallina”. Un jovencito, al que le encantaba explorar cosas nuevas, descubrió el huevo de un águila cerca de la montaña, y lo entremezclo con los huevos de una gallina, cuando esta empollaba.
Luego de un tiempo, tanto los polluelos como el águila salieron del cascarón. El bebé águila creía que era una gallina. Por eso, pensaba y actuaba como una gallina. Hasta que un día observó a un águila volar por encima del gallinero de una forma majestuosa.
Luego de observar atentamente, pensó: “Esa ave es muy parecida a mí. Toda mi vida he pensado que soy una gallina pero no me parezco a ninguna de ellas. Quizá yo soy de esa especie que vuela alto”. Por primera vez en su vida descubrió quién era y cuál era su especie. Descubrió su verdadera imagen propia; y este fue el motivo por el cual se dijo a sí misma: “¡No soy un polluelo! ¡Soy un águila! ¡No nací para vivir dentro de un gallinero! ¡Nací para volar alto!”
Hasta ese momento, el águila había pensado y actuado como si fuera un polluelo. Sin embargo, su manera de pensar cambió en un instante cuando descubrió una nueva identidad. Con fuerza, empezó a agitar sus alas y comenzó a elevarse. A partir de ese momento, el águila comenzó su vida verdadera.
Amados de Dios, ustedes no son personas derrotadas, abandonadas, solitarias o arruinadas. Ustedes no son sus fracasos y sus decepciones. NO. En Cristo, ustedes son nuevas criaturas. Usted ya no es lo mismo de antes. Ya no debe vivir como aquella persona que ha dejado de ser. Contemple ahora mismo la nueva creación que Dios hizo en usted por medio de Cristo.
Hoy puede decir por fe: “¡Esa nueva creación soy yo! ¡Me parezco a esa nueva creación!” Puede que usted pregunte: ¿cuál es la nueva imagen que Dios nos regala hoy? La Biblia responde muy bien. Primero, usted es un amado de Dios (Isaías 43:4). Para Dios, usted es un precioso regalo. No solo eso, Dios le ha amado de tal forma que le ha hecho su hijo (1 Juan 3:1).
En el pasado yo sufrí mucho por tener una imagen propia destruida. Me veía a mí mismo como un desdichado y me sentía un fracaso y un pobre en todos los aspectos de mi vida. Como soy el segundo de tres hijos, vivía con un complejo de “segundo lugar”. Por eso, actuaba con ira y con resentimiento hacia el mundo en general.
Un día, Dios sanó mi vida. Mientras leía Isaías 43:4 quedé asombrado. Me dije a mí mismo: “¿Cómo? ¿Así que para Dios yo soy un tesoro, un amado?” Toda mi vida me había sentido inferior, pero ese amor de Dios me hizo sentir esperanza y libertad. En ese momento Dios sanó mi corazón y me regaló una nueva autoimagen.
A partir de ese momento ya no me sentía inferior ni un fracasado. Sino que comencé a mirarme, ya no a través de mí mismo, sino a través de la cruz de Cristo y mi vida cambió para siempre. Cuando mi imagen interna cambió en Cristo, toda mi vida siguió entera ese cambio.
En segundo lugar, usted es un vencedor y un triunfador por medio de Cristo, que a donde quiera que va lleva consigo la gracia de Dios (2 Corintios 2:14). Usted no es un fracasado ni un derrotado. Usted ahora tiene la simiente victoriosa de Dios. Debe aprender a pensar de sí mismo como un campeón, como un vencedor, alguien que vence la tentación, que vence los malos hábitos, que vence sobre el diablo, sobre la influencia del mundo y honra a Dios.
En tercer lugar, la imagen interna que Dios nos regala por medio de Cristo es una de bendición. Jesús llamó a los discípulos “Benditos de mi Padre” en Mateo 25:34. Además, el apóstol Pablo dijo que nosotros tenemos la bendición de Dios en Cristo (Efesios 1:3). Todas las bendiciones de Dios nos han sido dadas como promesas.
Contemple la nueva creación de Dios en usted, aférrese a la nueva imagen propia y avance hacia adelante con todas sus fuerzas. Al mover sus alas, verá que Dios manifestará su poder y usted podrá vivir con vitalidad.
Haga esta oración conmigo.
Gracias Padre porque me haces el regalo de una nueva autoimagen por medio de Cristo. En la cruz, Tú pagaste mis pecados, mi maldad y borraste la maldición que estaba sobre mí. Hoy acepto en mi vida la nueva imagen que me otorgas para vivir de acuerdo con ella.
Tú me dices que me amas y que soy un especial tesoro para ti. Gracias Señor por ese amor que sana mi vida. Me dices que en Cristo tengo victoria. Me haz hecho un triunfador en la vida. Y me has regalado tu eterna bendición en Cristo. Te agradezco con todo mi corazón. Ayúdame para que, por la obra del Espíritu Santo, viva cada día aferrado a esta imagen que ahora me regalas. En el nombre de Jesús. Amén y amén.
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