Este es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad”.
(1 Juan 1:5)
La Biblia dice en 1 Juan 1:5:
“Este es el mensaje que hemos oído de él y que les anunciamos: Dios es luz y en él no hay ninguna oscuridad”.
El apóstol Juan, quien fue uno de los hombres que caminó con el Señor y le conoció personalmente, nos dice que ellos escucharon un mensaje de parte de Jesucristo.
En este mundo existen muchos mensajes y noticias que pueden ser importantes.
Por ejemplo, la madrugada del 15 de abril de 1912, en lo profundo del océano Atlántico, sonaba por código morse un mensaje de suma importancia.
El mensaje decía: “S. O. S. El Titanic se hunde”.
En el mundo existen muchos mensajes y muchas noticias que suelen ser importantes.
Sin embargo, hay un mensaje supremo, una noticia más importante que todas las demás.
Y dicha noticia fue pronunciada por el Señor Jesucristo. Es la siguiente:
“Dios es luz y en Él no hay ninguna oscuridad” (1 Juan 1:5).
Ahora, ¿cuál es el significado de estas palabras y qué las convierte en el mensaje supremo y más importante de toda la historia?
En los primeros cuatro versículos de esta epístola, el apóstol Juan menciona la “comunión con el Padre y con Jesucristo”.
Por ejemplo, el versículo 3 dice así:
“Les anunciamos lo que hemos visto y oído, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo”.
A la luz de este pasaje anterior, el versículo cinco cobra un nuevo significado.
Quiere decir que todos aquellos que anhelan disfrutar y experimentar los beneficios de una verdadera comunión con Dios, deben comprender la diferencia que existe entre las tinieblas y la luz.
Esta última se relaciona con el carácter y esencia de Dios mismo.
Si queremos caminar con Dios, conocerlo cada día más, amarlo en verdad y experimentar su favor y gracia cada día, debemos partir de este punto:
“Dios es luz y en Él no hay ninguna oscuridad” (1 Juan 1:5).
Al decir que Dios es luz, estamos refiriéndonos a que Dios es verdad.
En la Biblia, la luz se relaciona con la verdad celestial. La verdad es luz mientras la mentira es oscuridad.
Actualmente, vivimos en un mundo, que como lo describen las Escrituras, está en total oscuridad.
El apóstol Pablo les dijo a los corintios (4:4) que:
“El dios de este mundo (refiriéndose al diablo) ha cegado la mente de estos incrédulos, para que no vean la luz del glorioso evangelio de Cristo, el cual es la imagen de Dios”.
Además, en Efesios 4:18, el apóstol Pablo describió la condición de este tipo de personas, cuando dijo:
“A causa de la ignorancia que los domina y por la dureza de su corazón, estos tienen oscurecido el entendimiento y están alejados de la vida que proviene de Dios”.
El engaño del materialismo, del humanismo y de las ideologías centradas en el placer y en la vanagloria, han tendido un manto de oscuridad sobre todo el mundo.
Muchas personas van tras las ofertas del mundo, tras el dinero, la posición, la fama y el poder, pensando que allí encontrarán la paz tan anhelada.
No obstante, lo que encuentran al final, es un dolor y un vacío más profundos.
Sin embargo, al leer la Biblia, llegamos a conocer la verdad de Dios.
En su Palabra, Dios nos enseña el verdadero camino de la vida. Nos muestra el camino a la felicidad y a la paz verdadera.
Dios nos enseña su verdad al decirnos cómo debemos vivir, qué debemos creer y qué rumbo tomar en la vida.
Por consiguiente, toda persona que quiera andar en la luz, debe llenarse de la verdad de Dios, la cual se encuentra únicamente en su Palabra.
De ahí que debamos meditarla, entenderla, practicarla y repetirla todos los días.
En la Biblia, además, la luz se relaciona con la claridad y el entendimiento. La luz nos permite ver las cosas como son.
Cuando decimos que Dios es luz estamos diciendo que Dios nos enseña el verdadero valor y sentido de las cosas.
Antes de venir a la luz no podíamos interpretar el sufrimiento ni conocíamos el verdadero significado de la vida.
En pocas palabras, vivíamos sin propósito y sin rumbo, y estábamos a la deriva en el turbulento mar de la vida.
No obstante, al venir ante Dios, Él nos ha mostrado la razón de nuestras vidas.
Antes, muchos de nosotros creíamos en la teoría de la evolución, en la generación espontánea (o en que los Aliens nos dejaron aquí en la tierra). Creíamos cualquier falacia.
Hoy, sabemos que Dios es nuestro Creador, que provenimos de Él, que Él es nuestro Padre biológico.
Hemos llegado a comprender que el verdadero significado de la vida es honrarlo y glorificarlo con todo nuestro ser, en la actividad que nos haya tocado desarrollar.
Nada nos hace más felices y plenos que vivir para Él.
El artista, la maestra de escuela, el policía, la ama de casa, el estudiante, todos debemos glorificar a Dios con nuestro trabajo y nuestra ocupación. Nuestra meta principal en la vida no es hacer dinero ni ser famosos, es honrar a Dios con todo nuestro ser.
Pablo dijo en Colosenses 3:17:
“Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios el Padre por medio de él”.
Ese es el verdadero significado de la vida. Ese es nuestro propósito.
Ahora que estamos en la luz, podemos decir junto al salmista (Salmo 100:3): “Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo, ovejas de su prado”.
Bajo esta premisa, comprendemos que el sufrimiento, las aflicciones y las adversidades, no son otra cosa sino entrenamiento y preparación para la fe.
Cuando sufrimos, (porque los creyentes sufrimos y padecemos) no lo hacemos solos. Dios está a nuestro lado.
La Biblia jamás alienta la fantasía de una vida sin sufrimientos.
Sufrimos, es cierto, pero Dios está en ello. Recuerde las palabras del profeta Isaías (43:2):
“Cuando cruces las aguas, yo estaré contigo; cuando cruces los ríos, no te cubrirán sus aguas; cuando camines por el fuego, no te quemarás ni te abrasarán las llamas”.
Gloria a Dios porque ahora estamos en la luz y tenemos claridad espiritual para entender y enfrentar la vida.
Además de lo anterior, (la luz es verdad y claridad) la luz en la Biblia se relaciona con la santidad de Dios.
Esto significa que Dios posee una eterna moral perfecta e intachable.
Nada malo, perverso, obsceno, indigno, sucio, se encuentra en Dios. Ni una partícula de ello.
El apóstol Juan no solo dijo que en Dios hay luz, sino que declaró que Dios “es” luz.
Por eso no puede hallarse en Él ninguna clase de oscuridad.
Dios no solo nos comunica su verdad a través de la Palabra, ni solamente nos da claridad por medio del Espíritu Santo para entender la vida y los sufrimientos, sino que Dios nos llama y nos prepara para vivir una vida santa y limpia delante de Él.
Considere las palabras del apóstol Pedro, en su primera carta, en el capítulo 1:14-16:
“14 Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. 15 Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; 16 pues está escrito: Sean santos, porque yo soy santo”.
Dios nos llama a vivir una vida santa y limpia, apartada del pecado.
Vivir una vida cómo está, es posible por medio de la Palabra de Dios, la cual limpia nuestros pensamientos, y por medio del poder del Espíritu Santo.
Cuando se lo pedimos, el dulce Espíritu de Dios, nos fortalece y nos prepara para superar la tentación y vivir en santidad.
Lo cierto es que en esta era presente, las tinieblas han ganado gran ventaja sobre el mundo debido a los conflictos y adversidades que estamos enfrentando.
Sin embargo, todavía podemos revertir tal situación.
A los hijos de Dios no debe angustiarnos que las tinieblas ganen ventaja porque nosotros tenemos la Luz verdadera que puede transformar el destino.
El mundo espiritual invisible está claramente dividido entre el mundo brillante y el mundo oscuro. Es decir, entre el mundo de la luz y el mundo de la oscuridad.
En realidad, en el universo existen dos fuerzas invisibles: la positiva y la negativa.
Las personas también están divididas en en dos grupos: aquellos que pertenecen a la luz y los que pertenecen a las tinieblas.
Permítame mostrarle las diferencias que existen entre estos dos tipos de personas.
Podemos distinguir a aquellos que pertenecen a la oscuridad en primer lugar, porque no conocen su identidad.
Es decir, no saben de dónde vienen ni a dónde van. No tienen claridad en cuanto a la vida y no conocen el propósito de la misma.
En segundo lugar, quienes viven en la oscuridad, no pueden mirar hacia el futuro, ni tienen esperanza.
Proverbios 11:7, aunque menciona que el malvado tiene esperanza, se refiere a que es una esperanza vaga, superficial y que no produce ningún fruto.
El pasaje dice así: “Muere el malvado, y con él su esperanza; muere también su ilusión de poder”.
Por ultimo, aquellos que pertenecen al mundo de la oscuridad están intranquilos. Es decir, no tiene paz.
Mire la descripción que nos da la Palabra de Dios (Isaías 57:20-21):
“20 pero los malvados son como el mar agitado, que no puede calmarse, cuyas olas arrojan fango y lodo. 21 No hay paz para los malvados —dice mi Dios—“.
La pregunta que nos surge es: “¿cómo pueden las personas que están en oscuridad pasar al mundo de la luz?” De hecho ¿dónde está la luz que puede iluminar la oscuridad?
Juan 1:9 habla claramente acerca de la luz verdadera: “Esa luz verdadera, la que alumbra a todo ser humano, venía a este mundo”.
La humanidad ha estado en oscuridad desde que Adán y Eva rechazaron la luz.
Sin embargo, Jesús, quien vino hace dos mil años y murió en la cruz para quitar el pecado, la maldición y la desesperanza, quitó la oscuridad y nos dio una brillante luz celestial.
En consecuencia, cuando venimos al Señor, el origen de la vida y vencedor de la muerte, entramos en el mundo de la luz.
Entonces, ¿cómo podemos saber si estamos en el mundo de la luz? En realidad es muy sencillo.
Primero, las personas que viven en al luz están seguras de su identidad.
Saben de dónde vienen, por qué viven y hacia dónde se dirigen, e interpretan los sufrimientos y aflicciones como oportunidades para ser bendecidos.
Segundo, tales personas tienen esperanza y con ojos de fe miran hacia el futuro, además de que tienen un claro propósito en la vida.
Y por ultimo, tienen confianza y paz en sus corazones, en lugar de intranquilidad y temor a un futuro desconocido.
Hebreos 13:5, declara: “Nunca te dejaré; jamás te abandonaré”.
Por esta razón, si estamos en la luz, seremos bendecidos y llenos de confianza y de paz, con la seguridad de que nuestro Dios, quien es luz, nunca nos deja ni nos desampara.
Lo bendigo en el nombre de Jesús y oro para que pueda tener paz, confianza y gozo en su corazón al recibir la luz del Espíritu Santo.
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