"Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos" (Salmos 18:3).
Uno de los elementos más importantes en la vida cristiana es la alabanza a Dios. Cuando un creyente que está atravesando alguna dificultad, deja de mirar los problemas y las cargas para mirar al Señor, y en medio de aquella situación le alaba, la luz celestial comienza a brillar en su vida.
Dios nos bendice, nos anima, nos renueva y nos libra cuando nosotros le alabamos de todo corazón. Por eso, durante esta semana quiero que aprendamos sobre el tema de la alabanza a Dios y todos los alcances que tiene en nuestra vida.
La alabanza y el gozo.
Lo primero que debemos preguntarnos es: “¿qué significa alabar a Dios?” Algunas personas piensan que la alabanza es cantar canciones enérgicas al Señor. Ciertamente, la alabanza puede expresarse a través de las canciones, pero la alabanza no es esencialmente música o melodías.
En términos bíblicos, la alabanza a Dios consiste en la reverencia y el asombro que vienen como resultado de contemplar a Dios por fe. Si continuamente posamos nuestros ojos en Dios por la fe y descubrimos su eterna bondad y misericordia, nuestro corazón se llenará de alabanza.
Por lo tanto, la alabanza es una reacción a la grandeza de Dios. Recordar su bondad, misericordia, paciencia y amor para conmigo llena mi corazón de alabanza.
El diccionario bíblico VINE define la alabanza como una expresión de gratitud, reconocimiento y alegría que ofrecemos a Dios, tanto en los buenos como en los malos tiempos.
¿Sabia usted que hay un extraordinario poder de liberación y fuerzas nuevas cuando alabamos a Dios? La Biblia enseña enfáticamente que la alabanza a Dios tiene el poder de transformar nuestras situaciones adversas y nuestros conflictos en oportunidades. Y esto abre la puerta para que los milagros de Dios se manifiesten.
Permítame compartir con usted tres beneficios de la alabanza a Dios. Si el día de hoy alabamos a Dios, entonces, estas bendiciones también nos acompañarán.
En primer lugar, el Salmo 18:3 declara lo siguiente: “Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos”. Lo anterior significa que mirar a Dios y alabarle con un corazón sincero, traerá como resultado la liberación de la opresión y el adversario.
En ocasiones, debido a los problemas y presiones de la vida, nuestra mente comienza a volverse negativa y caemos en un sentido de frustración. De pronto, casi sin darnos cuenta, perdemos el ánimo y nos desesperamos.
Sin embargo, cuando alabamos a Dios, Él nos bendice con la liberación de aquella opresión, nos otorga un nuevo aliento y experimentamos una asombrosa libertad en nuestro corazón. La alabanza tiene el poder de desencadenar nuestra alma cuando estamos atados a la desesperación.
En segundo lugar, la Biblia nos enseña que Dios reside en medio de las alabanzas de su pueblo. El Salmo 22:3 dice así: “Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel”.
Verdaderamente, este es un pasaje asombroso. Debido a que vivimos en este mundo, los problemas no dejan de aparecer en nuestro camino. ¿Qué debemos hacer cuando una adversidad o un desafío nos salen al encuentro?
Debemos mirar al Señor, contemplar su poder y amor, y declarar: “Mi Dios está sobre todas las cosas”. Esta clase de alabanza es la que nos brinda la victoria. ¿Por qué? Esto se debe a que Dios habita y se manifiesta en medio de la alabanza.
Por eso, si usted tiene un problema, contemple a Dios por encima de todo. Después, alábelo con todo su ser. Como consecuencia, el Señor se manifestará en usted trayendo favores y bendiciones celestiales.
En donde Dios se encuentra no puede haber temor al futuro. Donde Dios se manifiesta no hay desesperanza, ni ansiedad, ni soledad. Y la Biblia nos enseña que Dios desciende y obra en medio de las alabanzas de su pueblo.
Por lo tanto, permita que la presencia de Dios se manifieste y le acompañe a donde quiera que vaya por medio de la alabanza.
Como ya lo hemos dicho, la alabanza nos brinda la liberación de parte de Dios y además invita a la amable presencia del Señor, que trae consigo confianza, paz y esperanza.
En tercer lugar, La Biblia nos enseña que la alabanza invita al gozo de Dios. En la actualidad, muchas personas han perdido el gozo de vivir y han caído en la infelicidad y en la amargura.
Cuando era instructor musical en nivel preescolar, mi trabajo consistía, entre otras cosas, en ayudar a los niños a desarrollar sus capacidades de gesticulación. Es decir, en ayudarles a manifestar sus emociones por medio de gestos.
En cierta ocasión, la actividad que le presenté a un grupo consistía en manifestar las emociones del enojo, la tristeza y la alegría por medio de gestos faciales.
Lo primero que les pedí fue que pusieran cara de enojados. Entonces, todos los niños arrugaron el rostro y apretaron los dientes. Para ellos, hacer esto era muy difícil pues no dejaban de reír mientras trataban de hacerlo.
Después, les pedí que pusieran rostros tristes. Todos inclinaron la cabeza y hacían como que lloraban. Sin embargo, les era muy difícil porque, mientras lo hacían, no podían evitar reír.
Finalmente, les pedí que hicieran un rostro de alegría y felicidad. El salón estalló en risa, carcajadas y alegría. Para ellos, manifestar la felicidad era lo más fácil, porque la esencia de un niño es la alegría.
Tiempo después, debido a que la actividad lo requería, hice una actividad similar con los padres de familia de los niños. Cuando les pedí que hicieran un rostro de enojo, casi nadie batalló para poder hacerlo. Muchos ni siquiera tuvieron que cambiar la expresión de su rostro porque ya venían enojados.
Después, les pedí que hicieran un rostro de tristeza. Nuevamente, casi nadie tuvo que esforzarse. Muchos habían hecho de la tristeza la expresión común de su rostro.
Por último, les pedí que hicieran un rostro de felicidad. La mayoría tuvieron que hacer un esfuerzo sobrehumano para sonreír. Parecía que les estaba pidiendo algo imposible.
Al final de aquella actividad, me pregunté: “¿Qué fue lo que sucedió? ¿Por qué a los niños les fue tan fácil sonreír y tan difícil llorar, mientras que a los adultos les fue demasiado fácil poner cara triste y a duras penas pudieron sonreír?” Esto se debe a que, cuando vamos creciendo, las heridas, las penas y las cargas de la vida, nos van robando el gozo y la alegría.
El problema de todo esto es que una persona que está triste y desanimada, no tiene fuerzas para salir adelante. Sin embargo no sucede así con la persona que está alegre. La alegría, por definición, nos brinda aliento y fuerzas nuevas.
En cierta ocasión, Nehemías le dijo al pueblo de Israel: “No os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fuerza” (Nehemías 8:10). El pueblo de Israel había regresado del cautiverio y opresión de Babilonia. Pero ahora, ya no era momento de llorar sino de reír.
Ellos tenían delante la reconstrucción de su ciudad. Por eso tenían que dejar la tristeza y alegrarse en Dios para salir adelante.
Igualmente, cuando alabamos a Dios pasamos de la tristeza al gozo. Esto se debe a que la alabanza quebranta la amargura y nos guía hacia el gozo y la felicidad en Dios.
Cuando alabamos a Dios nuestra tristeza y amargura se van. Entonces, la risa, la alegría y el gozo tienen lugar. Alabemos a Dios con un corazón sincero y venzamos la amargura y la pena.
A partir de ahora, aplíquenos el principio de la alabanza a Dios, mirémosle sobre todas las cosas y alabémosle con un corazón sincero.
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