"Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios" (1 Corintios 2:12).
La vida cristiana no es un camino solitario y desolado. En realidad, el cristianismo es una relación personal con Dios en la cual, el Señor nos dirige apacible y tiernamente por medio de su Espíritu Santo.
De hecho, cada creyente no es un ser abandonado que camina solo en este mundo, sino que Dios mismo le acompaña, le guarda y le guía a través del Espíritu Santo. Permítame presentarle al Compañero por excelencia en la vida Cristiana. Él es el Espíritu de Dios. Si aprendemos a relacionarnos con Él y le obedecemos, seremos victoriosos y fructíferos en todos los ámbitos de nuestra vida.
El Aliado de nuestra alma
Durante la segunda guerra mundial, uno de los países que se mantuvo de pie fue el Reino Unido. Ellos fueron liderados por Winston Churchill, quien a través de sus discursos motivaba al ejército y al pueblo a permanecer de pie.
Sin embargo, él mismo sostenía que la única manera de ganar aquella guerra tan atroz, era por la intervención de una potencia mundial como Estados Unidos.
En su famosos discurso “Sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” él dijo: “Quiera Dios despertar Norteamérica. Solo aquel gigante dormido hará retroceder a nuestros enemigos”.
Después del ataque a Pearl Harbor, el 7 de diciembre de 1941, Estados Unidos tomó parte en la guerra. Y su participación fue decisiva para poner punto final al conflicto mundial.
Al enterarse del ataque a Pearl Harbor, Churchill dijo: “La guerra ya terminó”. Esto, haciendo referencia a la intervención de Estados Unidos.
A partir de entonces, el presidente Roosevelt prometió ayudar y proteger a Reino Unido. Este fue un motivo de celebración y victoria para la nación de Churchill.
Así como en la guerra, para ganar y obtener la victoria es esencial tener un aliado, así también en la vida cristiana, necesitamos un Aliado.
Es decir, necesitamos a alguien que pelee por nosotros aquellas batallas que no podemos librar, alguien que nos dirija y nos dé sabiduría en medio de la noche más oscura, alguien que nos fortalezca y nos impulse cuando nuestras fuerzas se agoten. Sin embargo, ¿quién puede brindarnos tal ayuda?
Existe una verdad central acerca de la vida cristiana que debemos comprender, si queremos llevar una vida verdaderamente victoriosa y bendecida. Esta verdad consiste en descubrir y conocer a la persona del Espíritu Santo.
Cuando comenzamos a hacerlo, se abre delante de nosotros una puerta a un mundo de posibilidades ilimitadas. Esto es así, porque el Espíritu Santo, quien es Dios, es ilimitado.
Las fuerzas y los recursos del hombre son limitados. Pero para Dios no existe ningún límite. El Señor Jesús afirmó en Lucas 18:27 un poderosa verdad: “ Él les dijo: Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.” (Lucas 18:27).
Además, el profeta Zacarías confirmó lo dicho por el Señor “Entonces respondió y me habló diciendo: Esta es palabra de Jehová a Zorobabel, que dice: No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” (Zacarías 4:6).
Esta es la razón por la cual una familia que está destruída, frente a los ojos del hombre no tiene ninguna solución. Sin embargo, Dios puede darle vida nueva a tal familia y transformarla en una llena de bendición y amor.
Así mismo, una condición catastrófica como lo es una enfermedad, ante los ojos del hombre puede parecer irremediable. Mas, ante los ojos de Dios, Él puede realizar un milagro de sanidad.
Del mismo modo, una vida que se encuentra destruída por las malas decisiones, los vicios y los complejos, para el hombre no tiene ningún remedio. Pero cuando Dios interviene, tal persona puede ser transformada: de un vagabundo a un rey, de un pobre a un rico, de un desdichado a un ser bienaventurado.
Por medio del poder del Espíritu Santo podemos revertir cualquier circunstancia en la vida y lograr la felicidad. Por eso, en la vida cristiana es importante conocer al Espíritu Santo y mantener una íntima comunión con Él..
Esto se debe a que Él nos ayuda a obtener la victoria por medio de la Palabra de Dios, en un mundo donde las cosas se tornan cada vez más y más difíciles.
Actualmente, muchos creyentes se sienten perdidos, abandonados y abatidos. Esos sentimientos no agradan a Dios, porque provienen del diablo. En realidad, son el resultado de no llevar una correcta relación personal con Dios e ignorar la identidad y persona del Espíritu Santo.
Ludwig, un filósofo alemán dijo: “La vida es incomprensible. El destino del hombre es un laberinto”. La verdad, es que muchas personas se sienten así. No saben qué rumbo tomar, qué decisión tomar, o cuál camino elegir.
Se sienten como la persona que saca de la caja un rompecabezas de 1500 piezas. Dicen: “¿Por dónde comenzar? ¿Qué haré?” Y por eso su confesión final es la siguiente: “Estoy perdido. Estoy en un callejón sin salida”.
Sin embargo, aquel que aprende a llevar diariamente una comunión íntima con el Espíritu Santo y en humildad le conoce más y más, se vuelve muy confiado en la vida. A esta persona le nace el sol de bendición y un nuevo amanecer de esperanza le sale al encuentro.
Entonces, ¿cómo podemos comenzar a conocer al Espíritu Santo? El primer paso que tenemos que dar consiste en comprender que, al creer en Cristo como Señor y suficiente Salvador, Dios nos ha dado su propio Espíritu.
1 Corintios 2:12 declara lo siguiente: “Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido”. De modo que usted ha recibido al Espíritu Santo.
Pero, ¿quién es el Espíritu Santo? La Biblia lo llama: “El Consolador”. El Señor Jesús dijo: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16).
El Espíritu Santo, al ser nuestro Consolador, es quien nos instruye en la Palabra de Dios y nos guía a toda verdad. Nos impulsa a salir adelante cuando nos encontramos desanimados. Y nos muestra el camino cuando nos sentimos perdidos.
De modo que usted tiene al Espíritu de Consuelo, Ánimo, Verdad y Sabiduría. Usted no está solo, ni de ninguna manera, abandonado. Todos los creyentes necesitamos conocer personalmente al Espíritu Santo y llegar a tener una comunión cercana con Él para recibir su sabiduría y dirección.
Los hijos de Dios, debemos llevar vidas guiadas por el Espíritu Santo. Solo de esta manera podemos triunfar en todos los ámbitos de la vida. Otra manera de decirlo es que, los que son guiados y dirigidos por el Espíritu Santo son prosperados en todas las cosas y tienen salud, así como prospera su alma.
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