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El encuentro de Dios con Abraham

Actualizado: 11 sept 2019

“Pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.“ (Hebreos 11:19) El famoso pensador Zig Ziglar, dijo que es posible conocer el pensamiento de una sociedad analizando los valores que promueve y defiende, poniendo atención a la música que escucha, mirando con detenimiento los libros y las películas que procura, y reflexionando sobre lo que aquella sociedad considera como cultura y arte. La suma total de estas cosas, dice Ziglar, evidencia cuál es el pensamiento de tal sociedad.

Al mirar con detenimiento todas estas cosas, rápidamente concluimos que el pensamiento de la sociedad es radicalmente opuesto al pensamiento de Dios, que se nos revela en la Biblia. Con justa razón, el Señor dijo en labios del profeta Isaías lo siguiente: “8 Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 9 Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8-9).

Este pasaje nos muestra que hay una tremenda diferencia entre el pensamiento de Dios y el pensamiento del hombre. La Biblia nos revela que los pensamientos de Dios son pensamientos de paz, de bienestar y de esperanza (Jeremías 29:11), mientras que los pensamientos del hombre son “de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5).

La sociedad caótica y rebelde de nuestros días, irá en decadencia cada vez más. A partir de ahora, comenzaremos a ver cosas más terribles, más escandalosas y más obscenas, como nunca antes se ha visto. Sodoma y Gomorra, que fueron ciudades perversas, sensuales y blasfemas, todavía viven en el subconsciente de nuestra sociedad. Desde luego, tal filosofía de vida y tal manera de pensar, solo guiarán a la gente a un quebranto y destrucción sin precedentes.

La única manera de escapar de una condición como tal y vivir una vida con el brillo celestial, en medio de este mundo sombrío, es teniendo un encuentro con Dios, por medio de Jesucristo. La Biblia nos declara cual es el destino del hombre que ha suprimido a Dios de su pensamiento y ha optado por vivir en la arrogancia.

El Salmo 7:14-16 dice así: “14 He aquí, el impío concibió maldad, se preñó de iniquidad, y dio a luz engaño. 15 Pozo ha cavado, y lo ha ahondado; y en el hoyo que hizo caerá. 16 Su iniquidad volverá sobre su cabeza, y su agravio caerá sobre su propia coronilla”. Este pasaje no es más que una advertencia de lo que nos aguarda si suprimimos a Dios en nuestra vida y vivimos sin obedecerle. Es, además, el juicio que le espera a la sociedad por haber dado la espalda a Dios.

Nosotros debemos escapar de este juicio. En lugar de vivir con un pensamiento opuesto a la Palabra de Dios, el cual es un pensamiento de rebeldía y obstinación, debemos acudir al encuentro con Dios, por medio de Jesucristo, y cambiar nuestra mentalidad. Si nos encontramos con Dios el día de hoy y cambiamos nuestra manera de pensar, entonces seremos guardados de esta destrucción.

El día de hoy, Dios llama a la puerta de nuestra vida, y nos dice: “Vuélvanse a mí”. En Apocalipsis 3:20 dice así: “He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”. Hoy es el día de abrir la puerta de nuestra vida al Señor, de escuchar su voz y cambiar nuestro modo de vivir. Es momento de venir al Encuentro con Dios.

Si nos encontramos con Dios y nos arrepentimos de nuestros pecados, Dios sanará nuestra mente y corazón, nos restaurará y nos brindará su ayuda. Entonces, nos mostrará el camino que espera que sigamos y nuestra vida será acompañada por su gracia. Por eso, lo que más necesitamos el día de hoy, no es un encuentro con la religión, con un club social ni con una celebridad. Necesitamos un encuentro con Dios.

Si estamos aspirando a una vida como la del Salmo 23, que es una vida pastoreada por Dios, en pastos delicados y en aguas de reposo, es necesario que abandonemos los viejos pensamientos de rebeldía y obstinación, los pensamientos de temor e incertidumbre, así como de desconfianza e incredulidad, y es necesario que renovemos nuestra mente.

Nuestros pensamientos deben ser un eco de los pensamientos de Dios. Es decir, debemos pensar en consonancia con lo que Dios ordena y ha prometido en su Palabra. En otras palabras, debemos tener los pensamientos de Dios, debemos obedecerle y seguirle. Un buen ejemplo de esto es el patriarca Abraham. Él, verdaderamente fue un hombre que supo tener el pensamiento de Dios y obedecerlo.

Dios le había dado una orden a Abraham muy difícil e importante. Le había ordenado entregar a su hijo único, a Isaac, como un holocausto. Abraham había tenido a Isaac a la edad de cien años por lo cual lo amaba profundamente. Él sabía lo que significa el holocausto: exponer las partes internas, partir en pedazos y consumir hasta las cenizas.

A pesar de todo, como nos dice Génesis 22:3-4: “Abraham se levantó muy de mañana, y enalbardó su asno, y tomó consigo dos siervos suyos, y a Isaac su hijo; y cortó leña para el holocausto, y se levantó, y fue al lugar que Dios le dijo. Al tercer día alzó Abraham sus ojos, y vio el lugar de lejos”. Abraham tenía una fe firme en Dios que lo llevó a la obediencia. Podemos ver la confesión de esta fe en las palabras del patriarca: “Entonces dijo Abraham a sus siervos: Esperad aquí con el asno, y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos, y volveremos a vosotros” (v.5).

Dios le había prometido a este anciano que en Isaac le sería llamada descendencia. Por eso, al subir a la montaña, preparó un altar de piedras con una fe y obediencia absolutas. Él estaba seguro de que Dios tenía el poder para resucitar a su hijo aun de las cenizas. Debido a que Dios lo había prometido, pensaba Abraham, su hijo podía retornar aun de la muerte. Por lo tanto, no dudó en obedecer a Dios (Hebreos 11:17-19).

Cuando Abraham levantó su mano para sacrificar a Isaac, una voz desde el cielo lo detuvo y le dijo que no hiciera daño al muchacho: “No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único” (v.12).

Como consecuencia, Dios bendijo a Abraham y a toda su descendencia, prometiendo que todas las familias de la tierra serían benditas a partir de él. Lo interesante es que de esta familia nacería el Mesías, quien ofrecería salvación a todo el mundo. ¿Quiere usted una bendición así en casa? Entonces, debe cambiar sus pensamientos y encaminarse para obedecer a Dios.

En la vida, también debemos tomar decisiones de fe y ser obedientes a Dios a pesar de las circunstancias. A veces nos enfrentamos a la aflicción, la escasez, la perdida y el fracaso. Pero debemos pensar que Dios es poderoso y es nuestra ayuda y sustento. Quienes tengan una mentalidad renovada y piensen en las promesas de Dios, obedeciendo en fe, serán poseedores de grandes bendiciones, aun cuando todo sea cenizas y muerte.

En conclusión, Dios nos llama a tener un encuentro con Él. Debemos evitar la mentalidad frívola y obstinada del mundo actual, y tener una mente de fe y obediencia a Dios. Podremos evitar el terrible juicio que viene sobre este mundo si tan solo nos acercamos a Cristo, nos arrepentimos de nuestros pecados, y al igual que Abraham, nos resolvemos a creer y obedecer a Dios.

Haga esta oración conmigo. Ayúdanos, Padre celestial, a tener una mente que se rinde a ti. No queremos tener una mente de rebeldía, obstinación y desobediencia. Queremos ser obedientes a ti como lo fue Abraham. En el nombre de Jesús. Amén y amén.

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