El levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar." (Salmos 113:7)
La noche, por más oscura y tormentosa que sea, siempre es derrotada por el amanecer. De la misma manera, las heridas del alma y del corazón, son aliviadas y sanadas cuando la luz cálida del amor de Dios se acerca a nosotros. No es la filosofía, la religión o la psicología la que nos sana, sino solamente el poder del amor de Dios.
La gracia y el amor de Dios, cuando están en nuestra vida, alivian el dolor y echan fuera la amargura. El apóstol Juan dijo: “El perfecto amor echa fuera el temor” (1 Juan 4:18). Por eso, abra su vida el día de hoy al amor y a la gracia de Dios. Permítame que la cálida luz de la misericordia llene su ser y eche fuera todo dolor, toda herida y toda amargura. Entonces, el Señor lo levantará y lo afirmará.
Reciba la cálida luz del amor de Dios.
A principios del siglo XX, J. C Penney dirigía un imperio económico de más de 1,700 tiendas comerciales en los Estados Unidos. En ese momento, él tenía la cadena más grande de almacenes del país. Sin embargo, todo eso cambió en 1929 cuando sobrevino la Gran Depresión.
Penney había pedido muchos prestamos bancarios para financiar sus nuevos negocios. Debido a la crisis, los bancos solicitaron la liquidación de los préstamos antes de lo previsto y Penney no pudo pagar a tiempo. La preocupación constante comenzó a destruirlo emocionalmente.
Se encontraba tan atormentado a causa de las preocupaciones que dejó de dormir y desarrolló una enfermedad mental que lo arrastró al quebranto físico. Por esta razón, fue ingresado en un sanatorio mental, en Michigan. Era atacado constantemente por el pánico y la desesperanza que, por algunos periodos de tiempo, perdía la voluntad de vivir.
Cada día más se hundía en su soledad y en su depresión, de modo que no podía ver ni siquiera un rayo de esperanza. Llegó a sentir que no tenia a nadie pues aún su familia lo había abandonado.
Ante todo esto, Penney planeó quitarse la vida. Debido a que él pensaba que esa sería la última noche de su vida, escribió cartas de despedida para su esposa y para su hijo. Sin embargo, a la mañana siguiente, despertó sorprendido de aún estar con vida.
Caminando por el pasillo del hospital mental, escuchó voces cantando en el jardín de afuera donde se celebraba un culto devocional todas las mañanas. Se acercó a aquel grupo de personas y escuchó los cantos, la lectura de las Escrituras y la oración. La letra del himno que se cantó decía así:
En tus afanes y en tu dolor, Dios cuidará de ti; Bajo las alas de su amor, Dios cuidará de ti. Dios cuidará de ti, y por doquier contigo irá; Dios cuidará de ti, nada te faltará.
De repente, sucedió algo. Súbitamente, comenzó a llorar de gozo y felicidad. Sintió que aquella pesada carga de amargura y dolor que había llevado los últimos años ahora le era retirada de sus hombros. Más tarde, él mismo dijo: “No puedo explicarlo, pero puedo decir que fue un milagro de la gracia de Dios. Sentí como si me hubieran alzado en un instante de la oscuridad de un calabozo a la luz cálida y brillante del sol. Me sentí como si me hubieran transportado del infierno al paraíso en un segundo. Sentí el poder de Dios como nunca antes lo había sentido”.
En un instante, Penney supo que su vida había sido transformada y que Dios lo amaba, y que estaba ahí para ayudarlo. EN su testimonio personal, él continuó diciendo: “Desde ese día y hasta el presente, mi vida se ha visto libre de preocupaciones y amargura. Los veinte minutos que pasé esa mañana en esa capilla fueron los más dramáticos y más gloriosos de toda mi vida”.
Hoy en día, muchas personas están destruidas mental, emocional y espiritualmente. También están aquellos que han llegado a experimentar la destrucción familiar, la bancarrota y la enfermedad. Muy a menudo, escucho personas que me dicen: “Pastor, ore para que mi familia sea restaurada. Pida para que Dios restaure mi matrimonio. Ore, por favor, por este o aquel negocio”.
Lo anterior se debe al quebranto y la destrucción que la gente ha experimentado en la vida. Por consiguiente, muchos se encuentran en una total desesperanza. Sin embargo, para todos aquellos que vienen a Cristo existe una promesa dada por Dios. Se trata de la promesa de la restauración y la sanidad interior.
En el Salmo 113:7-8 encontramos esta preciosa promesa: “El levanta del polvo al pobre, y al menesteroso alza del muladar, para hacerlos sentar con los príncipes, con los príncipes de su pueblo”. Esta es una promesa para usted, el día de hoy. Actualmente, Dios restaura y sana al hombre que le recibe y le acepta en su vida.
Para experimentar esta promesa y pasar de la oscuridad a la luz y de la amargura a la sanidad, primero debemos comprender que Dios viene a buscar a los que serán restaurados, no a la vitrina en donde se exhiben los trofeos ni a los anaqueles donde se presumen las joyas. Dios viene al muladar, es decir, al basurero.
Spurgeon solía preguntar: “¿Sabe usted a dónde va el Señor a buscar a sus príncipes y a sus reyes?” Y él mismo respondía: “Al estercolero, al muladar, al basurero”. Esto significa que aquellos que están derrotados, postrados y desesperados, son en realidad a quienes Dios quiere ayudar.
Son muchos los que piensan que Dios está en busca del sabio, del fuerte, del rico, del sano, para después usarlo para sus propósitos. Pero la Biblia nos revela algo muy diferente. Dios busca a sus príncipes en el muladar. Viene a ellos, les extiende la mano, los limpia con la sangre de Cristo, les viste con vestiduras de realeza y los hace sentar con los príncipes de su pueblo.
Pablo dijo que “Lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios” (1 Corintios 1:28). Dios no llama a los capacitados, sino que, a aquellos que llama los capacita. Y Dios no llama a los justos, sino que, a aquellos que llama los justifica. Eso significa que todos tenemos esperanza de ser levantados por Él no importa en dónde nos encontremos.
Sin embargo, para ser levantados por Dios, debemos comprender algo muy importante. Eso es nuestra propia debilidad. La manera en la que Dios nos levanta consiste primero en entender nuestra debilitada condición. Mientras una persona tiene la esperanza puesta en sí misma, en sus obras o su justicia propia, no será levantada. Pero aquel que reconoce su debilidad y pone sus ojos únicamente en Cristo y declara que su salvación total viene de Él, esa persona llegará a experimentar la gracia divina. De hecho, ya ha sido sacada del muladar.
Dios levanta a los caídos, débiles y arruinados que ponen su fe en Cristo Jesús y los hace sentar con los príncipes. Esto significa que su condición y su estatus son cambiados. Ellos reciben la restauración en su mente y en su corazón, llegando a experimentar el poder restaurador de Dios en todas las áreas de su vida.
El día de hoy, afirmemos esta preciosa promesa en nuestra vida. No vivamos separados de esta seguridad sino creamos que la restauración es una promesa de Dios que se cumple en nosotros.
Interiorizar
La luz cálida del amor y la gracia de Dios me ha librado de la oscuridad de la amargura y del dolor. —
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