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Foto del escritorMarlon Corona

El corazón de los valientes

Actualizado: 5 abr 2019

Y el Príncipe del ejército de Jehová respondió a Josué: Quita el calzado de tus pies, porque el lugar donde estás es santo. Y Josué así lo hizo (Josué 5:15).


Hace tiempo escuché una frase que me ha tenido mucha relevancia en mi vida: “A la persona que va en el camino correcto les saldrán al encuentro las oportunidades y las condiciones correctas. Y lo mismo es verdad en el sentido opuesto”.


Todas las personas tenemos deseos de ser bendecidos, de ser felices y de ver que las cosas en nuestra vida marchan bien. Sin embargo, muchos fallan en comprender que las bendiciones, la felicidad y el éxito, no son causas sino consecuencias. Es decir, son el resultado de ciertas decisiones.


Las manifestaciones poderosas de la gracia divina son de esperarse cuando vamos por el camino recto y cumplimos con nuestro deber delante de Dios. Dios siempre ayudará a las personas que están ocupadas en su labor, que están inmersas haciendo su voluntad y sirviéndole.


Un adagio muy antiguo dice: “La gracia de favor socorre a los que velan, no a los que duermen”.

Con toda seguridad, Dios está trayendo un nuevo tiempo para su pueblo. Pero ¿Cuáles son las condiciones para entrar en él y ver los milagros ocurrir en nuestra vida? Desde luego, hay varias condiciones que uno debe reunir. Sin embargo, una de las más importantes es la rendición a Dios y la búsqueda de su voluntad.


Josué, el hombre de Dios, en realidad nos representa a cada uno de nosotros. Al igual que todos, él necesitaba ser alentado y motivado. Sentir alguna esperanza para continuar.

Una tarde, se encontraba en un momento de meditación y reflexión. Estaba frente a su desafío, la ciudad de Jericó. Él estaba en su lugar cuando Dios vino a encontrarlo como el General de los ejércitos de Jehová.


Entonces hizo una primera pregunta “¿estás con nosotros o con nuestros enemigos?” El Señor vino a él como general. Cristo es para los suyos aquello precisamente que ellos esperan y desean con fe. Para Abraham vino como un caminante y un viajero. Para Josué, como un guerrero.

La pregunta de Josué fue muy determinante. Esto se debe a que, la mente del hombre que pelea por Dios no admite neutrales.


Ante la respuesta, Josué hizo una segunda pregunta: “¿Qué dice mi Señor a su siervo?” La primera pregunta de Josué estaba llena de valor, arrojo y polaridad, pero la segunda era una pregunta de sumisión y obediencia. La humildad ante el Señor, lejos de redundar en vergüenza o en desprestigio para Josué, era la muestra de la grandeza de su carácter.


¿Qué reconoció Josué en todo esto? Que el Señor es su Soberano y su Rey, pero él tan solo un hombre a sus servicios. Que el Señor es su comandante y él tan solo un soldado a sus órdenes.

El deseo ferviente de Josué al hacer esta pregunta era conocer la voluntad, los deseos y la dirección de su Señor. Y además demuestra un deseo por llevarla a cabo. Esta es una increíble muestra de liderazgo. Los que mejor saben cómo obedecer son los que mejor saben mandar.

Ante la respuesta, Josué se postró y adoró. Siempre son apropiadas y necesarias las expresiones externas de la reverencia interior.


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