"¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible." (Marcos 9:23)
La frustración es un elemento altamente destructivo en la vida y un adversario terrible para la felicidad.
La persona que vive en medio de la frustración se siente estancada y sin fuerzas para continuar.
Pero, ¿qué es la frustración? Es una sensación de imposibilidad frente a una situación.
Es el sentimiento resultante del fracaso y la derrota. Es pensar que como fue imposible en el pasado, será imposible también ahora.
Quienes han caído en el oscuro pozo de la frustración debido a los fracasos y derrotas pasadas, se hunden lentamente en el pantano al desanimo.
Quien adopta a la frustración y al complejo de fracaso como sus acompañantes en el viaje de la vida, está condenado a no lograr nada importante.
Desde luego, para Dios, la frustración no es un camino bueno para seguir. Él no quiere que vivamos de esa forma, atrapados en esos sentimientos.
Por lo tanto, este es el siguiente camino que debemos evitar: La frustración y el complejo de fracaso.
Debemos salir de este camino cuanto antes.
Quizá no lo hayamos considerado antes, pero todos los seres humanos tienen una necesidad natural de tener éxito y salir adelante en la tarea o misión que desempeñan.
Cuando esta necesidad de superación y éxito no se satisface, se pierde el ánimo por vivir y se adopta una actitud de “¿Para qué intentarlo?”
Si miramos detenidamente el diseño y la arquitectura del hombre, descubriremos que Dios lo hizo para prosperar, para fructificar y para tener éxito.
En Génesis 1:28 encontramos lo siguiente:
“y (después de haberlos creado, Dios) los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo”.
Las palabras de Dios revelan el diseño del hombre: “Sean fructíferos, multiplíquense, avancen llenando la tierra, gobiérnenla”.
Por esta razón, en la naturaleza del hombre, se encuentra el deseo natural de progresar, de salir adelante y de triunfar en la vida.
No está mal querer terminar una carrera universitaria. No es equivocado querer emprender un negocio o iniciar una empresa.
No hay nada de malo en querer estudiar un doctorado, una maestría, o en le deseo de superación.
Todas estas cosas son justas, buenas y propias de un hombre justo y piadoso.
Muchas personas tienen grandes conflictos cuando se habla de Dios y de la empresa.
Son muchos los que piensan que el éxito y la prosperidad, el emprendimiento y la superación académica, son contrarios a la voluntad de Dios.
Como si ser cristiano significara tener una educación pobre y ser ignorante.
Sin embargo, no es así. Dios nunca está en contra de estas cosas, cuando las anhelamos con el fin de darle gloria y honra a su nombre.
Estoy leyendo el libro “Corazón pionero” del hermano David Livingstone.
Él vivió en la época en la que muchas personas creían que la ciencia y el cristianismo eran opuestos.
Hoy lo damos por sentado, pero hubo una época en la que un libro de geografía, de biología, de medicina o astronomía eran censurados por muchos que pensaban que la fe y el conocimiento no se llevaban.
Se decía que estudiar e investigar eran actos de soberbia contra Dios porque se debía aceptar el universo y la creación entera sin cuestionar su funcionamiento.
No obstante, esos pensamientos son obsoletos en la actualidad.
Hoy más que nunca, sabemos que el conocimiento científico responsable y las investigaciones cuidadosas sobre el mundo y la forma en la que funcionan las cosas, no solo es permitido, sino necesario.
¿Sabía usted que hallazgos astronómicos, médicos y geográficos, han hecho que un sin fin de ateístas cambien su postura y acepten la idea de que hay un Creador detrás del universo?
Dios jamás ha estado en contra del progreso, de la prosperidad o del éxito.
De hecho, si usted lo analiza, la vida humana, de acuerdo con la Biblia, comienza en el campo, en un jardín.
Pero el final de la historia es en una ciudad, en una metrópoli donde Dios habita con su pueblo.
Por eso, debemos comprender que cada persona tiene un deseo natural, un anhelo propio del corazón, de salir adelante, de triunfar, de tener éxito en lo que hace.
Y cuando esto no sucede, sino que una persona fracasa, tropieza o se equivoca, y hace de la frustración su estilo de vida, entonces se vuelve infeliz y deja de vivir para el propósito de Dios.
Actualmente, muchas personas han emitido ya un juicio sobre su vida, debido a los fracasos y derrotas del ayer.
Ellos declaran: “Por cuanto he fracasado en el pasado, fracasaré también en el presente. Jamás saldré adelante. Viviré siempre en la misma condición”.
Tales personas son incapaces de mirar hacia el futuro y creer que sus vidas cambiarán positivamente.
Muchos se dicen a diario, consciente o inconscientemente, que no podrán superarse ni salir adelante, y que el éxito no es para ellos.
Sin embargo, uno de los mayores errores en la vida consiste en pensar que siempre estaremos en el mismo lugar y que nunca podremos crecer.
Nos equivocamos cuando pensamos que las cosas siempre serán como son ahora y aceptamos que el cambio es imposible.
Mis amados, la vida tiene abierta la posibilidad de cambiar.
Mientras vivamos, la vida no tiene punto final. Por lo tanto, la decisión de cambiar o no está en nuestras manos.
Se dice que debido a esta contingencia y a la cuarentena, la economía de nuestro país nunca podrá recuperarse.
Que estamos viviendo el principio de una crisis de la que no podremos levantarnos nunca.
Pero yo no lo creo así. Tengo la convicción de que si nos levantamos después de esta cuarentena, trabajamos duro y nos esforzamos, podremos llegar a ser una potencia mundial.
Este no es un tiempo para echarnos a llorar en nuestras camas y decir que todos está perdido.
No es un tiempo para decir que todo está mal en el hogar y que las cosas no van a mejorar.
Tampoco es el tiempo de pensar que nuestras familias no tienen remedio, que nuestros esposos o esposas, o nuestros hijos, nunca vendrán al os pies de Cristo.
Yo me rehuso a pensar que todo está perdido.
Más bien, tenemos que trabajar con ahínco, dejar atrás la mediocridad, la indisciplina y el complejo de fracaso, para salir adelante como sociedad.
Mis amados, Dios no quiere que vivamos frustrados. Se dice que México es un país tercermundista.
Pero los cristianos no somos de tercer mundo. Somos de primer mundo porque tenemos gracia de Dios en nuestras vidas y al poderoso Espíritu Santo morando en nuestros corazones.
¿Cómo podemos ser de tercer mundo ante la realidad de que somos salvos e hijos de Dios?
Por eso, no vivamos frustrados y fracasados, pensando que las cosas nunca van a cambiar o a mejorar.
No acepte su condición actual como si fuera su condición final.
Usted tiene que seguir, avanzar, progresar en Dios. Tiene que creer que en Dios se puede.
En la iglesia Ascender, en el lugar donde predico, tengo escrito a mis espaldas la frase: “Es posible”.
Algunos trataron de decirme que yo estaba usando la superación personal o el positivismo para guiar a la gente.
Pero muchos ignoran que se trata de un versículo bíblico: Marcos 9:23. Este pasaje dice así:
“—¿Cómo que si puedo? Para el que cree, todo es posible”.
Estas palabras fueron dichas por el Señor Jesús en medio de una condición de mucha desesperación.
Un hombre tenía un hijo endemoniado. Esto era algo terrible en los tiempos bíblicos.
Si alguien era poseído por un demonio, lo único que se podía hacer era atar a esa persona y mantenerla con vida, mientras se le encerraba o se le aislaba de los demás.
No había una cura como tal. Nadie podía curar una condición como esta.
Sin embargo, un hombre se postró ante Jesús y le dijo: “Si puedes hacer algo, ten compasión de nosotros y ayúdanos” (v. 22).
A lo que el Señor respondió: “Para el que cree, todo es posible”.
Lo que quiero decir es que el mensaje del dulce Evangelio de Jesucristo es que se puede.
La salvación que era imposible para nosotros, Él la hizo posible. La sanidad que estaba fuera de nuestro alcance, Él la alcanzó por nosotros.
La maldición que no podíamos quitarnos, Él la quitó de nosotros. La muerte que nos oprimía, fue retirada por Él y cambiada en vida y victoria.
Por esta razón le digo, en el nombre de Jesús: Es posible.
La salvación e nuestras familias, es posible. La sanidad de nuestros cuerpos, es posible. La prosperidad y el éxito, en Cristo son posibles.
Mis amados, salgamos del camino de la frustración. Puede que hayamos fracasado en el pasado.
Pero no existe una ley que diga que porque hemos fallado en el ayer, ya no podamos salir adelante.
Por eso, si usted cree en Jesucristo, si le recibe como Señor y Salvador, entonces, es posible ver y experimentar un milagro.
¿Cómo podemos salir del camino de la frustración? ¿Cómo podemos evitar este terrible complejo que destruye la vida?
Quiero dejarlo con tres verdades fundamentales al respecto.
Primero, arrepiéntase de todo pecado, de toda rebeldía y desobediencia, y resuelves a vivir para la gloria de Dios.
Tome la firme de decisión de que vivirá para el Señor. Ya no viva para cosas vanas como el dinero, la posición o la fama. Esas cosas son absurdas.
Declare como Pablo, en Filipenses 1:21: “para mí el vivir es Cristo y el morir es ganancia”.
Segundo, abrace la esperanza. Los cristianos no debemos vivir desesperanzados. Nuestra vida tiene que ser una vida de esperanza.
Ahora, ¿qué es la esperanza? Es creer que algo mejor viene en camino. Es pensar que el mañana será mejor que el hoy.
La única manera de cultivar la esperanza es llevando vidas de oración, de compañerismo con Dios, vidas devocionales. La devoción alimenta la esperanza.
La Biblia dice que nuestro Dios es un Dios de esperanza. Romanos 15:13 afirma:
“Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo”.
Tercero, renueve su mente. La vida del hombre se resume a su mentalidad.
Si siempre estamos pensando negativamente, que es imposible y que nada se puede hacer, entonces, eso mismo es lo que obtendremos.
Por otro lado, si tenemos los pensamientos de Dios en nuestra vida, creeremos en los milagros y y estaremos acondicionados para recibir mejores tiempos.
Llenemos nuestra mente con la Palabra de Dios y saturémonos de la consciencia del Dios bueno.
Sobre todo, nunca olvidemos que Dios está con nosotros, aquí y ahora, para realizar grandes milagros.
Recuerde lo que dijo el apóstol Pablo en medio de las adversidades: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13).
Amados, no vivamos desanimados por los aparentes fracasos del presente. Tengamos esperanza en Dios. Milagros ocurrirán. Nuestra vida cambiará.
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