En quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia (Efesios 1:7).
Una de las cosas más importantes en nuestro caminar con el Señor es, desde luego, la lectura de la Palabra de Dios, que es la Biblia. Sin embargo, al leer el texto bíblico, no basta solamente con pasar los ojos por encima de las letras sino que hay que percibir el corazón de Dios en cada página. Esta es una de las lecciones más preciadas y valiosas que he aprendido caminando con el Señor. No digo que ignoremos lo que la Biblia dice en su sentido original, sino que debemos mirar más allá.
Una vez, estaba sentado en la sala de mi casa y tenía la Biblia abierta delante de mí, en el Salmo 81. Estaba leyendo acerca del pueblo de Israel, el cual no había andado en el camino de Dios sino que había sido rebelde y obstinado, y por ende, había perdido el favor de Dios. Pero, cuando estaba leyendo, la verdad es que no podía ver más allá del texto. Así que le pregunté a Dios: “Señor, ¿qué es lo que me quieres decir a través de este pasaje? ¿Me permitirías ver tu corazón en estos versículos?”
Así que volví a leer. Y en esta ocasión me encontré algo que me dejó sorprendido. Pude percibir el corazón de Dios. Después de leer el Salmo 81:13-17, quedé asombrado. El Señor me dijo: “Marlon, mi deseo siempre fue que mi pueblo tuviera la victoria. Yo jamás quise su destrucción o su fracaso. Yo quería entregarles sus enemigos. Mi deseo siempre fue saciarlos con lo mejor de los banquetes celestiales”.
Después de escuchar la voz del Señor en mi corazón, empecé a llorar. El Señor continuó diciéndome, con una suave voz en mi corazón: “Hijo, ese es mi deseo también el día de hoy para ti y para mi pueblo. Tú no debes pensar de manera diferente. Aún quiero saciarlos y guiarlos a la victoria”. Esas palabras perduran hasta el día de hoy en mi corazón.
Amados de Dios, debemos aprender a vivir una vida victoriosa en el Señor. De hecho, Dios desea que sus hijos lleven una vida que avanza y conquista los desafíos del día a día. Si bien encontramos dificultades y desánimos en nuestro camino, como dije el día de ayer en la prédica, debemos levantarnos y avanzar hacia la victoria.
El día de hoy, todos los cristianos enfrentamos una lucha contra el mundo, contra el pecado y contra el diablo. El mundo nos seduce para llevar una vida centrada en cosas vanas, tales como los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida. El pecado nos arrastra y, aunque queremos hacer lo bueno, este enemigo interno se nos opone para que no podamos obedecer a Dios. Además, el diablo solo busca robar, matar y destruir. Y para ello usa todos los medios existentes.
Actualmente, los cristianos estamos en una guerra espiritual. ¿Cómo podemos, entonces, vencer sobre estos enemigos? Aquella persona que anhele tener victoria, primero debe hacer un alto y aceptar estos dos pensamientos en su vida.
Primero, Dios desea darme la victoria en cada aspecto de la vida. Segundo, debe comprender que Dios pelea cada batalla a su lado. Podemos permanecer en estos dos pensamientos cuando meditamos en Efesios 1:7. Tenemos que recordar que ya hemos sido perdonados y limpiados de toda maldad por medio de la sangre de Jesús.
Debido a que nuestra vida ha sido comprada por la sangre de Jesús y que ya estamos en una nueva relación con el Señor, ¿cómo podríamos ser entregados a la derrota y la miseria? Y de la misma manera, al ser salvos por la gracia de Jesús, ¿por qué Dios nos abandonaría?
Así que les pido que recuerden estas dos cosas el día de hoy: El Señor desea que lleve una vida victoriosa y el Señor pelea a mi lado cada batalla que enfrento. El primer pensamiento se encuentra en Romanos 8:37. El segundo pensamiento se encuentra en Josué 1:5.
Así que, estoy orando, en el nombre de Jesús, que usted pueda llevar una vida victoriosa en Jesucristo y que glorifique a Dios de esta forma.
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